CRÓNICAS DE VIAJE

sábado, noviembre 29, 2008

Año 2008

Las penurias aumentaron. Hambre es el nombre de la hipocresía de los poderosos. Mas y mas víctimas imploran ayuda. Violencia, extremismo, muerte por doquier. La ceguera del terrorismo no reconoce fronteras. La división entre el poderoso y el sumiso, marcada por el calor del desierto y la ignorancia del mundo.

La globalización tiende la red de la convivencia, tejes y manejes en manos de los que decidirán cuánto, cómo y quién.

La negligencia de muchos, permiten a unos pocos, completar el dominio de pueblos enteros ensordecidos por la bandera de la libertad y emancipación, que al flamear los enceguece transformándolos en nuevos tiranos como otros cientos desaparecidos ya, de la faz de la tierra.

Es notable la resurrección de la fe, en busca de un apoyo superior, que suplante la necesidad urgente de una vida de paz y tranquilidad.

Pueblos enteros deambulan perseguidos, diezmados, ultrajados a causa de motivos ajenos que son imposibles de ser solucionados en los campos de batalla.

Las enfermedades hacen estragos, el agua es un artículo de lujo, y los países que tienen las posibilidades rehusan sin siquiera prestar atención a tales *trivialidades*

Un año mas en el tiempo, un años menos en la cordura.

@beto

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domingo, noviembre 09, 2008

El llanto del payaso







Abrió la puerta del carromato. Descendió los cuatro escalones de la diminuta escalerilla.

Era la hora establecida que debía presentarse en el centro de la arena del Gran Circo; su circo desde hace muchísimos años, de cuando era chico y actuaba a la sombra de su padre, oh! que recuerdos.


Ya faltaban pocos minutos para su actuación del día. Su congoja era casi doliente, la tristeza lo carcomía interiormente, pero...la función debe continuar.
Levantó la mirada bien alto, observó el firmamento, unas pocas pero inmensas nubes copaban casi todo el cielo. Respiró hondo, exhaló todo el aire posible, y entró en la carpa.


A pasos grotescos y rápidos se fue acercando al centro de la pista. La ovación del público no se dejó esperar, lo conocían y apreciaban; los chicos y sus padres, los nietos y sus abuelos, sus compañeros de la compañía circense, en fin, todos los presentes se unieron en un solo y caluroso aplauso.


No era su primera actuación, ni la segunda. En verdad no recuerda otra cosa que no sea el circo. Con sus ropas de payaso, ese personaje que hace morisquetas, de ademanes cómicos, que camina con sus grandes zapatones, su gorra de pico fosforescente, la cara blanca, con esos ojos que siempre reflejan una triste alegría o una alegre tristeza, depende de quien los mira.


Pero ése día era especial. Ése día quedaría grabado en su corazón, mejor dicho clavado en su corazón.
Él dolor tan profundo que marcaría una señal, un dolor que se convertiría en una cicatriz inmensa.


Su mejor amiga, como él la llamaba ° mi sombra ° había cerrado sus pequeños ojitos, y esta vez para siempre.
° mi sombra ° era una simpática perrita que nació en el carromato, propiamente debajo de su cama; allí creció, durmió, allí pasaba las noches, siempre debajo de su amigo. Nunca separaron, nunca, ni en los momentos de la actuación. Ella lo esperaba en el costado de la pista, frente la entrada de artistas, y desde allí, sentadita, escuchaba las risas, los aplausos y las exclamaciones de alegría y de júbilo.
Luego se paraba, al salir el famoso payaso, y juntos caminaban el corto trecho hacia el carromato, su casa. Comían, conversaban, y los días pasaban.


Hasta hoy a la mañana. Nuestro payaso despertó, se levantó. Al no verla paradita al lado de la cama se asombró e inclinándose miró debajo, y allí estaba, durmiendo sobre su almohadón rojo, tranquila y pasiva.
Le costó unos minutos recapacitar. Era todo muy raro y silencioso.


Durante todo el día estuvo acostado. La mente en blanco, el pensamiento anclado, el pulso casi ínfimo.
Y la noche llegó. Se vistió, se puso su disfraz. Todos querían ver su cara.


Y una vez más se las mostró.
Esa noche, fue la que más lo aplaudieron. Una y otra vez lo obligaron a repetir cada uno de sus números de su intenso repertorio, y los aplausos no se terminaban.

Si, era verdad. Ésa fue su mejor noche, pues la dedicó a ° mi sombra °. Como broche de oro a la relación truncada, luego de tantos años de unión.
Esa fue la noche en que el llanto del payaso ocasionó mas risas que nunca.

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@Beto Brom

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jueves, noviembre 06, 2008

Hablar con las estrellas







-abuelo, ¿cuantas estrellas hay en el cielo?


-millones, mi nena, muchos millones.


-¿y...para qué hay tantas?


-cada una pertenece a otra persona, como hay millones de personas es necesario que haya suficiente para todos.


-ah!...ahora entiendo.


-abuelito, ¿y para qué las personas quieren una estrella, si no la pueden tocar?


-no necesitan tocarla. cada uno tiene su estrella, la mira y a veces ella lo mira a uno. son amigos, ¿entendés?


-si y no. y decime abuelo ¿yo también soy persona?


-por supuesto, mi corazón, sos una perfecta personita.


-entonces... ¡yo también tengo una estrella!


-claro, qué pregunta, todos tenemos nuestra estrella.


-¿y cómo la encuentro, cómo se cual es la mía. mira el cielo, todas son iguales.


-las estrellas son muy inteligentes. cuando busques la tuya, tenés que estar solita, mira el cielo y empieza a buscarla. despacito, despacito, ella te reconocerá y te guiñara el ojito. sólo vos lo notarás, nadie más. ¿sabes por qué?


-no...


-porque es tuya, sólo tuya, y es más...


-espera abuelito, espera, si yo le hablo y ella no me entiende ¿ cómo me va ha contestar?


-muy simple, como entre amigos, ¿entendes?


-no sé, porque con mi amiguita Mecha hablamos, nos contestamos, nos contamos cosas y nos divertimos mucho. ahora con mi estrella yo le puedo hablar pero está tan lejos...no estoy segura que me escuchará, y hablarme menos, ¿no es cierto? yo creo que las estrellas no hablan¿qué pensás abuelito?


-bueno, escucha,¿no te pasó, alguna vez, que sin hablar, tu amiguita igual te entendió?


-si, es verdad, muchas veces no necesitamos hablar, nos entendemos con los ojos, ¿eso queres decir?


-exacto, justamente así. te podrás comunicar con tu estrella, entenderte con sólo mirarla; pensá lo que decir y ella te comprenderá, y si fuera necesario te ayudará.


-abuelito, cuando yo hable con mi estrella, ¿también podré seguir hablando con vos?





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@Beto Brom

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sábado, noviembre 01, 2008

Los súbditos del mar




Ya obscurecía. Escasas personas aun se encontraban en el puerto. Las barcazas como soldados, una pegada a la otra, esperando la posible orden para ponerse en movimiento. Redes y aparejos colgados sobre las tensas cuerdas mirando al cielo como pidiendo perdón. Inclusive el sol se había retirado a sus aposentos. Mañana sería otro día.

Pero para uno de los dos pequeños sentados sobre el bote semi-hundido, mañana sería un especial día. Distinto a todos los pasados en su corta vida. Mañana seria el último domingo del mes quinto, según las cuentas de los viejos de la isla.

Desde tiempos lejanos, desde siempre, se realizaba en las mañanas de aquél día, la elección de los muchachos postulados para los codiciados puestos. Éste pueblo-isla, al igual que los cientos esparcidos por los mares que rodean todo lo conocido, viven, crecen y subsisten gracias al mar. El único trabajo y ocupación de los hombres es la pesca de los benditos peces; proveedores de alimento como también de sus caparazones, aletas y demás partes utilizadas para la elaboración de utensilios diversos, y además el aceite el cual se almacena en grandes barriles que los dueños de los grandes barcos pesqueros compran, a buen precio, o los trucan por mercancías, productos alimenticios y demás, en las tres visitas anuales a las islas. Algunos de los isleños, los avezados en la tarea, se dedican a la caza de los albatros, gaviotas y demás alados que caen en sus trampas; habilidad que pasa de padre a hijo, y que ayuda a variar, de tanto en tanto, la rutina del pescado en la mesa de los compatriotas.

-¿Cristóbal, tenes miedo?- preguntó el más pequeño a su hermano mayor que ya tenía diez años, cumplidos el mes anterior según los cálculos de sus padres.
-¿Miedo, yo, y porqué?- La charla continuó otro largo tiempo. Ellos hablaban, por supuesto, sobre el día próximo. El gran día. Temprano aparecerían rompiendo la linea del horizonte las velas inmensas de los barcos pescadores, de los cuales una vez al año se dignaban los señores dueños bajar a tierra para dirigirse al Galpón Grande de los productos para embarcar.

Todo el vecindario se reunía, nadie quedaba ausente. El vino y el aguardiente corría como agua. Ese era el día en que los capitanes elegirían los muchachos que se adaptasen para los trabajos a bordo. Cada familia estaba deseosa de entregar su preferido a los grandes señores del mar. La edad mínima, diez años. En fila, uno a uno, como los panes en el horno, estarían parados los futuros peoncitos del mar, así los llamaban en las islas. Cada padre recibiría una buena paga por la entrega de sus vástago. De aquella forma se evitaría un boca más para saciar el hambre. Además se consideraba una buena obra pues el muchacho aprendería el oficio de pescador, lo cual otorgaría honor a la familia y buen pasar al susodicho. Los desafortunados que por una u otra causa no lograban ser elegidos, se convertirían en un grave peso a sus familias; para ocuparse de la pesca no rendían las condiciones físicas, y terminaban deambulando por las calles ocupándose en algún quehacer momentáneo, robar o dedicarse a las fechorías, en un palabra: siempre los problemas los acompañarían. Los isleños, duchos en la situación que se les creaba a los que fueron exceptuados, ponían todos sus sentidos en la realización de la elección.

Cristóbal, miró hacia el obscuro mar. Sus ojos en momentos hablaron: dos espesos lagrimones se deslizaron sobre las mejillas curtidas. De inmediato se fregó la cara con las dos manos, cuidando que su hermanito no se entere del percance.
-Vamos para la casa, ya es tarde, vamos chiquilín- le dijo empujándolo y enfilando hacia el poblado.

Aquel día amaneció temprano. Apenas el sol elevó los párpados las familias encaminaron sus pasos hacia el puerto.
Siluetas lejanas quisieron sorprender a la agolpada multitud, pero los altos mástiles descubrieron la presencia de los inmensos barcos. Uno a uno, esta vez fueron cuatro, largaron sus garras al fondo de las profundas aguas. Unos diez lanchones se acercaron y amarraron en la costa,. Las exclamaciones de júbilo y regocijo iban en aumento.
Una veintena de niños de rostros fríos se mantuvieron parados a lo largo de la cuerda tendida al lado del portón de entrada del Galpón Grande. Ellos, eran los únicos callados.

Los señores ataviados con sus ropas típicas de los barqueros, en las que resaltaban los colores chillones, un gran sable colgando de sus caderas, y los famosos sombreros triangulares de los pescadores. Tomaron de las decenas de botas desparramadas, de vino o aguardiente, por la larga mesa preparada en su honor, saciaron su apetito con panes caseros, pescados ahumados y otros productos que sólo se veían en los grandes acontecimientos.

Luego, sin titubear, sin dar ninguna clase de explicación, se acercaron a catalogar la mercancía humana expuesta. Auscultaron uno a uno a los varoncitos, intercambiaron unas pocas palabras entre ellos y ordenaron a los postulantes subir a bordo. Sólo dos fueron descartados.

Los padres despidieron a sus hijos, entregando a cada uno una pequeña bolsa que colgaron de los hombros. Así partirían hacia el mundo. El silencio apareció de improviso.
Con un ritmo lento pero sistemático el ir y venir de los remos alejaron los botes del puerto. Escasos minutos más tarde fueron amarrados a los flancos de los barcos. Era difícil distinguir las siluetas que se movían en cubierta. Las herrumbradas anclas volvieron sobre sus pasos liberando la presa a su libre albedrío. Las inmensas velas se desplegaron, el viento captó la indirecta aprovechó sus poderes y las hinchó forzándolas al máximo.

Desde el pequeño puerto las miradas concentradas en el horizonte; uno a uno los grandes barcos, ahora convertidos en diminutos puntos, se llevaron las vivencias de otro día de elección.



@beto


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sábado, octubre 04, 2008

Ruta N° 8



El apartado pueblo había conocido tiempos mejores, entonces cuando estaba pegado a la ruta que llegaba a empalmar se con la Internacional; allí donde los automóviles no corrían sino volaban cual bólidos con los consiguientes accidentes diarios, pero... quién los contaba. Al llegar allá parecería que los coches pretendían demostrase a si mismo cual era su máxima posibilidad y ello para beneplácito de sus dueños.
Habían levantado a lo largo de la Ruta8, en el casi un kilómetro que bordeaba el pueblito, un número bastante considerable de bares, restaurantes, estaciones de servicio, etc.; inclusive un pequeño parque, con una par de mesas para hacer picnik o simplemente tomarse un descanso o un refresco.
Era una mezcla de colores, olores, corridas y gritos de chicos, perros y demás.

Todo comenzaba bien tempranito con la llegada de los camiones inmensos, cargados de todo tipo de mercaderías, maquinarias, animales y un sin fin de productos que transportaban en su ir y venir desde puntos muchas veces muy distantes de allí.
A consecuencia de este movimiento continuado y diario, la mayor parte de los habitantes del pueblo trabajaban y vivían de este kilómetro y medio de ruta.

Pero llegó el día en que todo terminó. Fue un 14 de marzo, día inolvidable para todos. No obstante no fue sorpresa, pues se sabía bastante de antemano, casi un año y medio antes. El alcalde del pueblo recibió la noticia, fue cerca del mediodía. Día nublado y frío. Llegó una camioneta que aparcó frente a la Alcaldía; bajaron dos individuos, perfectamente trajeados, entraron rápidamente y pidieron hablar con el Alcalde a la brevedad posible. Se presentaron como emisarios del Ministerio de Obras Públicas. A los pocos instantes el dueño de casa en persona salió a recibirlos e invitarlos a su despacho.
La entrevista, demasiado corta para semejante noticia; en pocas palabras lo pusieron en conocimiento de la medida tomada por el Ministerio y ya aprobada por el Gobierno Central, la cual determinaba que: la ruta provincial N°8 sufriría un desvío, necesario, para permitir la construcción de un puente de acero sobre pilares, que evitaría las continuas inundaciones en la época de lluvias, que anegaban toda esta zona en la cual abundaban los cultivos, ocasionando pérdidas cuantiosas a los agricultores de toda la comarca adyacente. En otras palabras: la ruta en cuestión no pasaría bordeando el pueblo en una parte de su trayecto; unos 30km. antes, se la desviaría hacia el nordeste, y el tramo existente se utilizaría para llegar o salir del pueblo.
El Alcalde no podía escuchar lo que pretendían explicarle, motivos, cálculos, beneficios, el desarrollo, el adelanto, bla, bla, bla. Dejaron sobre su escritorio una voluminosa carpeta en la cual estaban detallados todos los pasos previos a la decisión, inclusive todos los planos aprobados, en fin toda la historia preliminar antes de llegar a la conclusión irrefutable: "el desvío". Saludaron y desaparecieron como una fantasmagórica ilusión.
Se quedó sentado, no podía reaccionar, la mente estaba como trabada, imposible pensar, casi automáticamente llamó a su única secretaria, le pidió que le trajera un café, pero esta vez bien fuerte. Acto seguido tomó el teléfono y llamó a su hermano, abogado de profesión, que representaba a la Alcaldía y que además era miembro activo del Consejo del Pueblo.

-Raúl?... soy yo. Si, de salud bien, gracias, pero aquí en la alcaldía, hay un asunto urgente que tratar, necesito que vengas lo antes posible, sí!! es urgente!!!, no nada personal, pero algo que nos incumbe a todos.
Estaba tomando el café, las escenas se le superponían: los negocios cerrados, familias en bancarrota, lloridos de desesperación...
Al llegar el abogado, y antes de entrar a la oficina de su hermano, preguntó a Matilde, la secretaria, si sabía lo que pasó. -No sé- explicó la empleada.
-Llegaron dos personas hace un rato, la entrevista lo dejó muy nervioso, está muy raro… lo desconozco, entre por favor, ¡vea lo que le pasa!

Lo encontró sentado mirando por la ventana, absorto en sus pensamientos, ni siquiera notó que alguien entró en la oficina. -¿Qué esta pasando hombre? ¿Qué es lo que te ocurre?
-Sientate, sientate, es preferible que lo escuches sentado.
-No me lo hagas tan misterioso hermano, por favor, ¿de que se trata?
En breves palabras, entrecortadas a raíz de los nervios, el Alcalde lo hace partícipe de las malas nuevas. Colocándole en las manos la carpeta que recibió momentos antes; pidió a su hermano estudiar detenidamente su contenido, para luego manifestar su parecer al respecto.

-Antes que nada, mi querido, cálmese, cálmese. Tú no tienes la culpa sobre decisiones ministeriales, más teniendo en cuenta que no tuviste ni voz ni voto en las deliberaciones preliminares del caso en cuestión. Te diré más, es ilegal tomar decisiones tan cruciales, pues ellas afectan a todo un pueblo, sin siquiera poner en conocimiento de ello a las autoridades representativas, en este caso su Alcalde. Ello con el fin de brindarle la oportunidad y posibilidad de estudiar debidamente los pro y contra del propuesto plan. Existe una reglamentación, hace ya unos años fue promulgada, la cual determina uno a uno los pasos a seguir en casos de esta índole, que tienen relación directa y/o indirecta sobre el desarrollo de una población. Por lo cual, resulta completamente problemática e inaceptable ésta resolución. Me llevo la carpeta a mi bufete. Ya me pondré en comunicación contigo. Ah!, eso sí, considero muy importante el no realizar comentarios de ninguna clase sobre el tema. Espera por favor escuchar mi opinión, ten un poco de paciencia, en este tipo de casos es imprescindible actuar con calma y pies de plomo, no
apresurarse para no cometer errores que podrían resultar insanables. Confía en mí.

Ya había pasado el mediodía. Nuestro Alcalde recordó que debería en aquellos momentos, encontrase con su señora e ir a almorzar a la casa del médico cabecera de la familia. No podía fallar pues esta invitación fue pospuesta por el mismo, ya dos veces. En dicho instante lo menos que deseaba era sentarse y hablar sobre bueyes perdidos, cuando era tal el problema que lo aquejaba, pero, con el correr de los años en este puesto, unos meses más cerraría los seis, había aprendido, ocuparse en varios asuntos simultáneamente, manteniéndose fiel a cada uno en su momento. Pero esta vez era demasiado. El porvenir de todo el pueblo estaba en juego. No quiso ni pensar en las consecuencias inmediatas de tal resolución e inclusive todos los desenlaces posteriores que ésto traería aparejado. Salió de su oficina, saludó a su secretaria y fue en busca de su señora.

Segundo capítulo
Martín y su esposa, se turnaban para mantener abierto el kiosco las 24 horas, los 7 días de la semana. No se podían quejar, tenían una casita bien puesta, a sus cuatro hijos no les faltaba nada. Inclusive ya habían empezado a calcular las posibilidades de la compra de un autito. Por ahora eran sólo pensamientos, pues el hijo mayor, Raúl, de quince años, era muy buen alumno, y necesitaba una asignación mensual extra para sus viajes a la ciudad, distante unos 50km., allí tomaba unos cursillos de telecomunicaciones; ya era el 2do. año; le gustaba mucho. El costo del curso, sumado los demás gastos relativos, involucraba un monto considerable, pero estaban convencidos que éste, el mayor, sería un excelente profesional, el tiempo tenía la palabra.
Cuando se enteraron de la mala nueva, el mundo se les vino abajo, hacían sus cálculos diariamente, empezaron a disminuir gastos superfluos. Recordaron los tiempos pasados, aquellos antes de la apertura del kiosco, cuando Martín trabajaba en el correo local, y la esposa limpiaba casas por hora; apenas les alcanzaba para terminar el mes. Por suerte el padre de ella, era propietario de uno de los almacenes del pueblo, y más de un mes, les daba una mano. Con sólo pensarlo las lágrimas cubrían sus ojos. Martín estuvo haciendo averiguaciones.


En primer lugar volvió a las oficinas del correo. Salió bastante malhumorado después de la entrevista con el nuevo encargado. Un altanero venido de la capital, le informó que no veía la posibilidad de que éste año se produjera alguna vacante, pero que le consulte dentro de unos meses, quién sabe, quizás… No le comentó nada a su esposa al respecto, ¿qué ayudaría? sólo provocar más tristeza.

La notó muy venida a menos aquella tarde cuando lo vino a cambiar en el kiosco: no se había arreglado como acostumbraba, aparentaba diez años más de su edad, se sorprendió pero optó por callarse. A las pocas horas cuando volvió al kiosco, no la vio parada frente a la ventana-mostrador, no obstante había una pareja de clientes reclamando ser atendidos. Los atendió y entró en la trastienda.
Estaba sentada en el sillón, llorando en silencio, las manos le cubrían el rostro. Quiso gritar de angustia al verla pero se controló. Trajo un vaso de agua, se sentó a su lado, le pidió que tome unos sorbos. Cuando bajó las manos se vieron unos ojos pequeños bañados en lágrimas, el semblante de una persona afligida, triste; a Martín se le rompió el corazón en pedazos, no encontró las palabras adecuadas para tratar de calmarla, por lo menos momentáneamente. Salió, no quiso que ella lo viera llorar. Sintió que las lágrimas brotaban, no obstante el esfuerzo para evitarlo. ¿Qué sería de ellos?
Todo se terminó, parecía un sueño, éso era: ¡un sueño! pues de otra forma no se podría explicar. ¿Como era posible que se permitiera una cosa semejante? Familias en camino a la bancarrota, ¿quién debería haber hecho algo y no lo hizo? ¿Dónde estaba el Alcalde? ¿Los concejales? ¿Ésto era parte del comentado plan de estabilización? ¿Unos se elevan y otros caen en la miseria? Que problemático era comprender toda esta clase de medidas.

Los dos empleados de la gomería estaban sentados, pensaban con la vista perdida hacia la ruta. Cada tanto pasaba un vehículo. Ese día casi no tuvieron trabajo aparte de los dos camiones que aparecieron tempranito a la madrugada, y que dicho sea de paso, peliagudo fue sacar la rueda pinchada de uno de ellos: se les había atascado y les costó más de dos horas hasta que lo lograron. El dueño, Don Frederic, hijo de alemanes venidos como inmigrantes después de la guerra, razón por lo cual tenía un acento muy notable al hablar, daba la sensación de que siempre estaría enojado. Pero no era así, era muy amable y correcto. Los llamó a la oficina, los invitó a sentarse. Ellos, imaginando la causa, se quedaron callados y esperaron el golpe.

-Bueno muchachos, ésto no va para más, ¿era de esperar, no?Aquí les preparé lo que les corresponde, agregué unos pesos más, para que les compren golosinas a los chicos. Lo lamento sinceramente, todos deberemos recapacitar y buscar nuevos horizontes, créanme que lo lamento.

Se dieron un fuerte apretón de manos, se golpearon mutuamente los hombros, juntaron sus cosas, y salieron al camino de regreso al pueblo. Sin saber para qué.

El parque, bajo el cuidado del flaco Coronel, brindaba a los momentáneos viajeros, un lugar agradable que lo aprovechaban para hacer un alto en el camino, descansar, tomar y comer algo, y especialmente dar rienda suelta a los niños, que no soportaban las horas sentados en los coches. Se había convertido para él, en su niña bonita, que le dedicaba más de lo que correspondía.
Esa mañana comenzó revisando todos los grifos, verificando que estén bien cerrados, utilizando las plombas que había recibido para tal fin. Luego sacó las lámparas de los faroles, que alumbraban las mesitas desparramadas por todo el predio, embalándolas en las cajas que debería llevar a la Alcaldía. No pudo, fue más fuerte que él, echó un último vistazo a este prolijo lugar que supo mantenerlo en excelentes condiciones a través de los años.

Mientras viajaba de regreso al pueblo, no podía dejar de pensar en su señora enferma; trataba de ocupar su mente en otra cosa, no le era posible. La imagen de ella en su silla de ruedas, a causa de aquel accidente ocurrido por su culpa. Pensó que despediría a la señora que limpiaba la casa y atendía a los chicos. Era lo primero que debería hacer al llegar. Empezaría a buscar un trabajo, ¿pero de qué? ¿en donde? Sus pocos conocimientos adquiridos en la primaria, no le permitirían encontrar algo respetable y menos en este pequeño pueblo.

Los pensamientos le habían ocasionado un fuerte dolor de cabeza, habían empezado desde temprano, pensó ir a la farmacia para comprar algo que le calme el dolor. Al entrar se topó con el farmacéutico que estaba saliendo, el susodicho se disculpó pues no lo podría atender, a causa de que lo llamaron urgente del colegio de su hija, se cayó en el recreo, probablemente se haya fracturado una mano. Necesitaba llevarla al hospital.

Después de escuchar los problemas de los demás, olvidó del dolor de cabeza y decidió dar una vuelta, charlar un poco con la gente, estudiar las posibilidades de trabajo, en fin, estaba comenzando a preocuparse, lo veía todo muy negro. Lentamente caminó por las calles del pueblo, mirando todo cartel o anuncio, esperaba encontrar algo que le interese, percatándose que había pasado ya mucho tiempo desde la ultima vez que paseaba sin apuro, sin rumbo fijo. Descubrió varias cosas nuevas, ¿cómo no las había visto antes? ¡que interesante! siempre apurado, corriendo, nunca tenía tiempo para él; o los chicos ,o su señora, la casa…
Entró en la peluquería, no había nadie, que raro pensó. -¿Como le va amigazo?- lo recibió con mucha alegría el peluquero.

Bastante feúcho el muchacho, pero sabía bastante bien su trabajo, lo había aprendido, dicen que a coscorrones, de su padre Eduard o el inglés, como lo llamaban en el pueblo. Fallecido hace unos años de un ataque al corazón, no había alcanzado los 60; se comenta que el abuso de la bebida sumado a los dos paquetes de cigarros diarios, ayudaron a terminar bastante temprano, el paso por ésta vida.
Correctamente arreglada su cabeza, por fuera, compró un ramo de flores para su señora y así marchó hacia su casa para charlar con su compañera y tratar de encontrar una salida a éste gran problema existencial.

Tercer capítulo
El abogado ya en su despacho se puso a estudiar detenidamente el contenido de la carpeta. A medida que iba adelantando en la lectura, los nervios igualmente iban en aumento, se lo podría apreciar en las facciones de su cara, hizo una pausa y ordenó a su secretaria comunicarse urgentemente con el Ministerio de Obras Públicas en la capital y solicitar el Departamento del Sur, al cual éste pueblo pertenecía, requiriendo una entrevista con el Jefe del Departamento, que fue compañero suyo en la facultad; esperaba que lo recuerde pues habían tenido varias experiencias un poco picantes en aquellos días de estudiantes.

Ya dentro del tema, comenzó a vislumbrase ante sus ojos, influenciado sin duda por largos años en la profesión, la mayoría de los cuales como encargado general en la firma Casper, una de las más distinguidas y renombradas asociaciones de abogados del país, habiendo tenido bajo su responsabilidad decenas de casos complicados y confusos que se le encomendaron y que en su mayoría llegó a solucionarlos, con el consabido triunfo en lo tribunales. Todo ello brindó a la firma interesantes beneficios, otorgándole mucho honor y prestigio como profesional al pertenecer a ella, descartando obviamente, toda la sabiduría, experiencia y tenacidad, detalles imprescindibles para poder salir airoso en cada caso que ponían frente a él.

Éste era un caso que había sido preparado con suma sabiduría y perspicacidad, permitiendo sólo a ojos de lince, experimentados como los suyos, poder abrir lentamente y con suma cautela esta especie de caja de pandora.
Obvio que aquí fue sembrada una cantidad nada despreciable de dinero, logrando subsanar toda clase de obstáculos que pudieran o pudiesen obstaculizar el camino de los acuerdos, aprobaciones y pruebas fehacientes como lo exige razonablemente la ley.
Por ejemplo, en el capítulo que se certifica la aprobación o negativa del Alcalde del pueblo que sería °afectado° como resultado de la realización del proyecto, consta, en el lugar donde se deberían explayar las causa y/o quejas, que se enviaron recordatorios(en dos oportunidades), y al no haberse acusado recibo por parte de la Alcaldía, el expediente fue pasado como aprobado.
Nunca había recibido la Alcaldía ningún documento de ésta índole alusivo al proyecto tal y, además, de las tres cartas enviadas al Ministerio en cuestión, exigiendo una entrevista con el Ministro, respecto a las reiteradas promesas mencionadas en varias ocasiones, con el fin de repavimentar todas las calles del pueblo, hasta dicha fecha ni siquiera fueron contestadas.
El abogado finalizó la lectura de todo el contenido de la carpeta. Llamó a su secretaria pidiéndole que envíe al Ministerio una faximilia con todos los datos del caso, dirigida al Ministro, con copia al Jefe del Departamento Sur (su compañero de estudios), para que estén al tanto de la urgencia de mi pedido de la entrevista.

Salió de su oficina confuso y nervioso. Aquél asunto era para los diarios, pero primeramente lo debería consultar con su hermano. Hacia la Alcaldía se dirigió.
-No estoy seguro de querer sacar todos los trapitos sucios a la prensa...Así se expresó nuestro Alcalde al escuchar la proposición de su hermano.

-Creéme, es lo que corresponde en éstos casos, debemos exigir que salgan a la luz todas éstas maniobras ilegales, que conducirán a la destrucción de éste pueblo, se expresó el abogado tratando de convencer a su hermano.
-Sí, de ello estoy seguro, es más, todos los habitantes del pueblo aceptarán la publicación. Está en juego su porvenir y el de sus hijos. Si éste proyecto se pone en marcha, éste pueblo ¡¡¡va al muere!!!
-Yo mismo prepararé el informe a la prensa, estoy sopesando que lo mejor será una Carta Abierta dirigida al Ministerio, ¿que opinas? Consultó el abogado.
-De acuerdo, de hacerlo debe ser impactante y directo, manos a la obra; yo por mi lado convocaré a una reunión urgente del Consejo Deliberante para ésta misma noche a las 21hs. Prepara el Orden del Día para tratar un solo tema.

Cuarto capítulo
Al día siguiente fue publicada una CARTA ABIERTA en la hoja central del diario *Nuestro País *( el de mayor venta) dirigida al Ministerio de Obras Públicas de la Nación, firmada por el Alcalde y en nombre de todos los habitantes del pueblo afectado.
No obstante éste pueblo, era un insignificante punto en el amplio mapa del país, ésta Carta Abierta, detalle bastante fuera de lo común en los últimos años, produjo un cimbronazo descomunal, no sólo en el Ministerio en cuestión, sino en todos los Ministerios, y por supuesto en la mismísima Casa de Gobierno, donde los teléfonos, faximilias y computadoras trabajaron horas extras.
También en la calle de toda ciudad del país, en todo lugar que había más de una persona, los comentarios sobre la carta de queja, era el único tema de conversación del día. La radio e inclusive varios programas de actualidad en la T.V. no quisieron mantenerse apartados de este candente y picante tema del día.
El tono de la Carta Abierta, sin ser grosero ni ofensivo, vislumbraba perfectamente el carácter impulsivo, lleno de enojo y crítica contra el Ministerio en cuestión. El lenguaje utilizado era correcto, expresado con palabras concisas, que reflejaban el descontento de todo un pueblo afectado por una decisión errada, según ellos, y todo basado en fundamentos que no obstante eran legítimos y brindarían un sin fin de soluciones a problemas existentes. Toda una población se desmoronaría, con la consiguiente problemática existencial, a causa del alejamiento de la ruta que hoy bordea el pueblo. Además, y esto se destacaba en un tipo de letra remarcado, que mediante sobornos, regalías y un sin fin de maniobras ilícitas, se obviaron revisiones, haciendo la conocida ° vista gorda° a toda una serie de requisitos preponderantes, que están perfectamente especificados en todos los reglamentos alusivos al tema.
Recién en los noticieros de la noche de todos los canales de T.V., se pudo ver al Ministro de Obras Públicas de la Nación en persona, leer un comunicado como contestación a la Carta Abierta publicada, pero sin referirse específicamente a ella. Ofreció una somera explicación, (bastante infantil según los comentarios posteriores de la prensa) de cómo se desarrollan los proyectos respectivos a las obras que realiza el Ministerio, cuales son los criterios que se toman en cuenta, y un sin fin de detalles, bastante superficiales, que no terminaron de convencer a nadie, y menos que menos a los habitantes del pueblo afectado.
El mismo día en que fue publicada la Carta Abierta, el abogado que representaba a la Alcaldía del pueblo en cuestión, se presentaba en la recepción del Juzgado Provincial de Justicia, con una denuncia oficial en contra del Ministerio de Obras Públicas de la Nación.
De aquí en más, los teléfonos no cesaron de sonar en la pequeña centralita del correo del pueblo; además no se daba abasto con la correspondencia diaria que llegaba de la ciudad capital y de casi todos los rincones del país.
Corresponsales de radio, periodistas de diarios y de canales de T.V. deambulaban por las calles del pueblito haciendo preguntas y realizando entrevistas a todo parroquiano que se les ponía en frente.

Mientras esto ocurría, los vecinos no sabían a ciencia cierta a que atenerse. Todos, sin excepción, incluidos los niños, concurrieron a la concentración a realizarse frente a la Alcaldía para escuchar de boca del Sr. Alcalde en persona, la mala nueva.
Hubo exclamaciones de crítica contra el Gobierno Central, contra el Ministerio, y también un sin fin de palabrotas no muy calurosas para el Alcalde.
Después de escuchar la noticia y darse como finalizado el acto, más de la mitad de los vecinos se quedaron un buen rato discutiendo, gritando e intercambiando ideas y quejas.

Los días pasaron. Las conjeturas abundaban. Artículos comentando los acontecimientos respecto al tema, publicados en los diarios de la zona y en los de la capital, continuaron apareciendo durante dos o tres veces por semana. Pero como todo, el tiempo hizo lo suyo. La noticia y comentarios desaparecieron de todos los medios de comunicación.

Ya faltaban menos de dos meses para el fatídico día. El Alcalde con su abogado fueron recibidos por el mismísimo Ministro de Obras Públicas de la Nación. Se estipuló un máximo de quince minutos para la entrevista, a causa de la partida al extranjero, ese mismo día, del magistrado. Es notorio resaltar que el viaje tenía la finalidad de participar en un Congreso Internacional, para analizar los problemas del Bienestar Individual en los países de escasos recursos.
Los dos hermanos se presentaron en las oficinas del Ministerio, debiendo aguardar más de media hora de la hora fijada para ser recibidos por el ministro.
El anfitrión, politiquero viejo, de correctos modales, se levantó de su espectacular sillón situado detrás de un no menos descomunal escritorio, acercándose a la pareja de invitados. Los saludó calurosamente, invitándolos a tomar asiento en unos mullidos sillones, haciendo él lo propio.
Sin ninguna clase de preámbulo y como si continuará una suspendida conversación les dijo:


-Muchachos, entiendo perfectamente el motivo de vuestra visita, y es más, al informarme de la petición de la reunión, decidí acceder a ella y ordené que sea a la brevedad posible, soy partícipe de vuestra preocupación y abnegación con respecto al bienestar de los habitantes del pueblo y por supuesto por su futuro. Solicité el material necesario para interiorizarme personalmente del proyecto, y poder analizar detenidamente los pormenores. Por supuesto aproveché los asesoramientos de la gente especializada en la materia. Lamentablemente y creanmé con mucho dolor, me resultó imposible el no corresponder en forma positiva a la realización de la obra en cuestión. Dicha obra, que incluye el desvío de la ruta, es como un sueño que dentro de poco se convertirá en realidad. Sí, ya sé, noto que las palabras se les escapan de sus bocas, ahórrenselas, no son necesarias, las sé, ¡creanmé! Son verdaderas y en su lugar, pero, frente al Gobierno en general y al Ministerio en particular, existe un panorama más amplio que abarca no sólo el pueblo que ustedes dignamente representan, sino, en este caso, toda la comarca. Y como siempre el desarrollo acompañado por el avance tiene su precio, tocándoles hoy a Uds. enfrentarlo.

Ah! antes de terminar nuestra interesante plática, pues mi tiempo es escaso y debo atender otros asuntos no menos importantes, les comunico que ya he dado las indicaciones pertinentes para la confección de un Plan Tipo de ayuda en todo lo concerniente a préstamos y demás para de esta forma dar una mano a todo aquél que lo necesite. De más está decir que los requisitos para recibir dichos créditos son ínfimos, casi cualquiera podrá acceder a ellos. Como también ordené el comienzo de la construcción de un Instituto Tecnológico en el pueblo, para el beneficio de toda la juventud. El Ministerio de Educación, ya encargó ocuparse de los detalles para confeccionar un plan de estudios que se dictarán en dicho establecimiento. Como broche de oro: les adelanto que una gran empresa multinacional de automotores está estudiando la posibilidad de levantar una planta de armado en un predio frente a vuestro pueblo, excelente!, ¿no les parece?
Bueno amigos, he tenido un placer en conocerlos y charlar con ustedes, les agradezco la posibilidad que me han dado de habernos reunido. Sepan que las puertas del Ministerio y la mía en particular siempre están abiertas para ustedes. Ahora vuelvan a sus pagos, y que tengan un buen viaje, ¡¡hasta siempre!!

Todo duró unos escasos minutos y antes de entender lo que había ocurrido ya estaban en la vereda del Ministerio. No hay duda, pensaron, contra el gobierno es muy difícil ganar una batalla, más cuando el adversario es un diminuto pueblo perdido en una de las provincias que, desde el punto de vista electoral, no significa fuerza tal como para tenerlo en cuenta.

Hubo manifestaciones en el pueblo, paros en los colegios, incluso se organizó un viaje de vecinos a la capital, para lo cual se fletaron seis colectivos subvencionados por la Alcaldía. Se les permitió ubicarse frente al Ministerio de Obras Públicas. Hubo muchos policías y cámaras de T.V. Nadie se dignó salir a recibirlos o encontrarse con ellos, no obstante se hizo la petición como correspondía. Todo en vano. Al final del día volvieron al pueblo, cansados y decepcionados.

Con referencia a la queja presentada en la Policía, se obtuvo como contestación que luego de haberse estudiado y analizado la cuestión se decidió pasar el expediente a la Fiscalía de la Nación.

Pasaron dos semanas. Llegó a la Alcaldía una carta con membrete oficial. Se trataba de la contestación sobre la °queja°. La respuesta fue sencilla, corta y concisa. El caso se encontraba en estudio, añadiéndose además, que existía la posibilidad de no recibir nueva contestación, y que pasados los treinta días hábiles, desde la presentación de la queja, queda permitido por ley el derecho a exigir un juicio, en primeras instancias en el orden provincial y si se lo considera necesario en el orden nacional.

Dos de las familias más arraigadas del pueblo decidieron, después de una reunión que albergó más cien personas, no esperar hasta último momento.
En silencio, sin grandes parsimonias, un buen día, bien temprano, varios camiones inmensos recolectaron, en una decenas de casas, muebles y demás utensilios, pertenecientes a familias que decidieron abandonar el pueblo.
Los comentarios se propagaron como una ráfaga. Cuando los camiones con su preciosa carga enfilaron hacia la salida del pueblo, fueron acompañados por un millar de ojos. Algunos mostrando susto, otros preocupación y no pocos llenos de lágrimas.

El día llegó. Como si una barrera invisible habría caído del cielo, el silencio invadió toda la porción de la ruta que bordeaba el pueblo. A las siete de la mañana se colocaría el cartel, unos cuantos kilómetros atrás, que anunciaba el desvío de la RUTA 8.

El día fue gris, ventoso triste. No se escuchaba ni una voz, ni siquiera un gemido. Una ráfaga trajo una andanada de hojas secas, como abofeteando las caras del grupo de conciudadanos, que parados a la entrada del pueblo, parecían presenciar una obra de teatro.
Lentamente volvieron sobre sus pasos. En grupos de dos, de cinco, familias con sus hijos. Todo un pueblo caminando hacia un mañana que no sabían que le depararía.

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beto

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martes, septiembre 30, 2008

Al final...el mar








Su nombre conocido, Mar Rojo, quizás a causa de reminiscencias históricas, climáticas o regionales.



Sus tranquilas aguas, pasean en un libre albedrío entre las costas que lo albergan.
El color turquesa embriaga, invita a la contemplación, en especial a la reflexión.

Se aconseja perder la vista allí, en el cercano horizonte, dar rienda suelta a la imaginación.

La infinidad de peces de múltiples matices diseñados con maestría suprema por la madre natura, permiten al pensamiento corretear, como ellos, en la búsqueda de un granillo de alimento, los sentimientos, capaces de menguar las necesidades propicias para lograr la subsistencia.

Bajas olas, golpean sin cesar los peñascos bañados, llegando a la orilla; toman un breve descanso y retornan para tener un donde volver.

Allí arriba, el padre Sol, observa la actividad; con su fuerza eterna contribuye en el desarrollo de la continuidad.


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@beto
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lunes, septiembre 08, 2008

Sobre nuestro paseo a Vietnam



El sólo escuchar el nombre trae recuerdos de horror, sangre y sufrimiento. La realidad actual nos muestra un Vietnam distinto, ameno e impactante.

Las patas del pájaro plateado amortiguaron el descenso de su inmenso cuerpo sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto de Hanoi, capital del país. Las ruedas deslizaron disminuyendo la velocidad del monstruo alado. Hora de llegada del vuelo A-18 procedente de Bangkok: 13,52.
Un agobiante y caluroso mediodía nos recibió dándonos la bienvenida.
Los requisitos indispensables con sus colas de espera inevitables, papeles y burocracia. Todo el personal uniformado, aparentemente soldados, con ropas un número más de lo necesario. Muy correctos, a mi gusto extremadamente correctos. Como ya lo apreciaríamos más adelante: modales típicos de los nativos.
Nuestro nombre figuraba en uno de los pequeños cartelitos sostenido por un simpático chofer que nos acompaño hasta el taxi, todo según lo convenido. Buen comienzo.

Durante el viaje nuestros ojos devoraban cuanto más detalles posibles, era la primera visita a un país comunista. A ambos lados de la carretera, auto estrada en excelentes condiciones, interminables campos para el cultivo del arroz. A escasa hora de viaje los primeros edificios comenzaron a mostrarse. Sistema de construcción peculiar: muy angostos, el tamaño de una habitación grande, de no más de 3 ó 4 pisos. Pintados de colores, muy llamativos y agradables a la vista.

El tránsito denso comenzó a dar sus momentos de espera cada vez más alargados. La monstruosa cantidad de motos, motonetas y motocicletas, es increíble, nunca presencié espectáculo tal. Cubren como una mancha todo el pavimento, como aceite arrojado por una nave en el mar, avanzan lentamente absorbiendo todo. Otro detalle muy peculiar: nadie grita, nadie vocifera, no se escucha palabrota alguna, todos pacientes sin nerviosismo extra se deslizan sobre sus pares de ruedas como si se tratara de un paseo de fin de semana. Eso si, las bocinas son el vocabulario utilizado para avanzar, para avisar el deseo de doblar, para reprender a un intruso que corta el camino, etc. El ruido es infernal, no es posible describirlo en palabras escritas, es algo que se lo debe presenciar para comprenderlo.

Nuestro hotel situado en la ciudad vieja, fue elegido por sus años de experiencia, su ubicación en pleno barrio comercial y por su modesto precio. Según lo prometido, nuestra habitación constaba de todos los detalles y confortes modernos: baño privado, T.V., minibar, cama muy cómoda, limpia y ordenada. Nos acomodamos un poco a la ligera, y salimos a la calle.

El choque fue muy fuerte. Un enjambre de personas, una multitud, parecería que estamos frente a una manifestación, increíble. Las calles angostas, más que angostas. Y allí transitan las motocicletas, millones de ellas. Cada tanto uno que otro coche, camionetas, camiones, taxis. Algo peculiar: las aceras, también de escasos dos metros de ancho están ocupadas generalmente por mercaderías que los dueños de los comercios sacan para su exhibición, provocando que los peatones deban caminar por las calles. O sea que a la cantidad de vehículos que transitan por las calles debemos agregar a los pobres peatones. Ah! me olvidaba, a todos ellos debemos sumar los vendedoras ambulantes(90% son mujeres)que acarrean sobre los hombres una vara que en sus sendas puntas cuelgan sendas bandejas que soportan todo tipo de comestibles. No no estoy exagerando. Así es. En un primer momento se cree estar presenciando un especie de obra teatral o cinematográfica, organizada y dirigida por el famoso director americano DeMille, famoso por sus escenas con miles de extras.
Los colores, los olores, el ruido de las bocinas, el movimiento de miles de personas, ofrece un cuadro quizás no comprensible para aquellos, que como nosotros, estamos tan lejanos a este tipo de vida.

El Vietnam del presente ofrece al visitante una nueva faceta de este pueblo tan castigado durante años por una guerra sin motivo. No obstante ser una país pobre que trabaja sin cesar para tratar de sobre ponerse, toda la población hace lo imposible para mostrar buena cara y recibir con las manos abiertas al turista.

Vamos al grano. El agua en abundancia, decenas de lagos y lagunas, ríos de extensiones kilométricas. Vegetación que invita a los ojos al deleite. Lugares de ensueño. La naturaleza se expresa mostrando sus mejores posibilidades.

La principal ocupación de la población rural radica en la agricultura, siendo su primordial cultivo el arroz. Vietnam esta considerado el segundo productor mundial después de China.
Llama la atención, al turista occidental, el nivel tan precario utilizado para la realización de los trabajos pertinentes. Como ejemplo: arados de madera, fabricados a mano, arrastrados por búfalos. En general todo el instrumental no sufrió el pasar de los años, y, según comentarios de colonos con los cuales entable conversación(un poco en ingles y principalmente en el idioma universal de las manos) manifestaron que carecen de medios($) como para progresar y adquirir elementos modernos. Muchas aldeas habitadas por inmigrantes oriundos de China, llegados a estos lares unos trescientos años atrás. Ellos pertenecen a distintas tribus: cada uno conserva sus vestimentas típicas con colores fuertes y llamativos.

Dediqué un considerable tiempo observando el trabajo necesario para el cultivo del bendito arroz. Éste exige mucha agua, las parcelas anegadas obligan a los colonos estar sumergidos hasta las rodillas la mayor parte de las horas de trabajo. Una labor extremadamente difícil bajo todo punto de vista. En los lugares montañosos fueron construidas terrazas en las laderas de las colinas para resguardar el agua, aprovechando así la mayor cantidad de terreno. La vista de aquellas ofrece una vista que no permite otra cosa que sacar una y otra foto para perpetrar este cuadro tan natural y hermoso.

Nuestro paseo fue dedicado a la zona norte del país. Nos internamos en bosques con vegetación en abundancia, inmensos y añejos arboles, algunos de mas de sesenta metros de altura. Nuestras excursiones incluyeron una larga trayectoria por una selva de las decenas que abundan por aquella zona. Plantas, arbustos, arboles, un choque con la naturaleza que con dificultad es posible transformar en palabras escritas sobre el papel. Un detalle que no esta permitido descartar: los pájaros con sus trinos, ofrecen una música de fondo que creo es envidia de cualquier amante del sonido de la naturaleza.

Viajamos, es decir navegamos en embarcaciones típicas, días enteros en alta mar, incluida una nueva experiencia(para nosotros): nos animamos y lo conseguimos, utilizamos una pequeña canoa que nos brindo la posibilidad de internarnos dentro de cuevas semi-sumergidas en pequeños islotes de un inmenso archipiélago. En fin, una experiencia inolvidable.



Cercano a la zona vieja de Hanoi encontramos un inmenso y bello lago natural. En la parte central del mismo emerge un diminuto islote cubierto de abundante vegetación. En una de las costas una pequeña marina con una decena de botes para deleite de los que desean gozar con un paseo por las tranquilas aguas. Alrededor del mismo una hermosa y arbolada costanera salpicada por restaurantes y heladerías. La misma es aprovechada en los atardeceres por parejas que buscan un rinconcito romántico.
Detalle interesante: todas las mañanas entre las cinco y las siete, grupos de aficionados al Taichí (tipo de gimnasia) ocupan sus lugares preferidos y practican sus ejercicios. En la mayoría son personas de tercera edad. Además también se presentan gimnastas de todo tipo, cada uno en su estilo y forma. Toda esta gama de gente estirando brazos y piernas, tratando de fortalecer sus músculos, para lograr una mejor vida y por supuesto más placentera, teniendo como fondo el espejo brindado por el lago, ofrecen un cuadro surrealista inolvidable.
En una de las calles que rodean aquel lago, un pequeño teatro ofrece día a día un espectáculo de estilo Comedia Musical. Se desarrollan varios cuentos infantiles y leyendas del folklore nacional, basados en su mayoría en la historia del país. Lo fuera de común es la forma que se realiza la obra. Marionetas, del tamaño de un persona, semi-sumergidas en un lago que ocupa todo el contorno del escenario, se mueven de uno a otro lado (sin entender cómo) dando una explicación excelente sobre el tema a tratar. Una diminuta banda, en un costado, formada por músicos con instrumentos antiguos y precarios, deleitan a los espectadores con melodías suaves y embriagadoras. La duración, cerca de dos horas, transcurre en un santiamén y todos los presentes con una sonrisa dibujada en sus rostros lentamente abandonan el lugar con seguridad lamentando el tan rápido final.
En su tiempo Vietnam era colonia francesa, vestigios de aquel entonces quedaron arraigados en las costumbres de los habitantes. Uno de los barrios es llamado francés, allí encontramos decenas de edificios al estilo parisiense, calles al estilo bulevares que nada deben envidiar a los típicos barrios de la lejana ciudad de la Torre Eiffel. En casi todos los bares y restaurantes se venden los conocidos "Pan Francés", como también existen decenas de confiterías donde encontramos "croissant" (media lunas grandes) y por supuesto todo tipo de mazas (¡hum, que ricas!)
Las decenas de calles de la ciudad no obstante tienen su nombre otorgado por la municipalidad, son conocidas por las mercaderías que allí se exponen a la venta. Están las calles de los plásticos, la de juguetes, la de herramientas, de los cuadros, etc., etc. Un placer sin igual es recorrer esas callecitas y a veces callejuelas, meterse en callejones sin salida, husmear en los diminutos negocios que ofrecen estatuillas, adornos, y un sin fin de manualidades que no se los compra todos, no por escasear el dinero sino por el problema del sobre peso del equipaje.
Muchas de dichas calles al atardecer cuando la mayoría de los comercios cierran sus puertas, las veredas son ocupadas por pequeñas "casas de comida ambulantes". Consisten en unas cuantas mesitas del tamaño similar a las utilizadas en los jardines de infantes con sus correspondientes sillitas. En un costado un carromato en el cual se instalaron uno o dos mecheros y su garrafa de gas, unas cuantas ollas, un par de sartenes y manos a la obra. En menos de una hora ya está todo listo y los primeros comensales ocupan sus puestos y adelante con la comida. Con respecto a los platos tradicionales: muchas verduras, toda clase de yuyos, arroz obviamente, carne de pollo, cerdo o búfalo. Sabrosísima. Una gastronomía como para copiarla.

Segundo tramo

Aquel jueves cenamos temprano. A las 21hs. Partiría el tren rumbo al norte. Nuestro destino la población Zappa. Duración del viaje según lo establecido: nueve horas. El camarote de dos plazas muy confortable. Las paredes revestidas en madera, aire acondicionado, los colchones bastante pasables. Después del correspondiente cafecito, creo que cerca de las once nos entregamos a los brazos de Morfeo. A las 5,30 unos golpecitos en la puerta. - ¿Siii? -, pregunté, medio adormilado -Dentro de media hora llegaremos, Sr. - Una voz detrás de la puerta me contestó.
Mirando por la ventanilla era poco lo que se podía ver, un poco de montañas, un inmenso lago y mucha neblina, mucha.
El Golden Hotel nos recibió con su escalinata estilo entrada de teatro. Antiguo, no obstante con todas las comodidades y confort modernos.
El pueblo: una pinturita en medio de un espectacular paraje natural en el cual la naturaleza trabajo horas extras. Esta situado a unos 700 mts.de altura y rodeado por centenares de terrazas para el cultivo del arroz. El dedo no tiene descanso y oprime sin intervalos el botón de la maquina fotográfica.
En las serpentinas calles el movimiento obliga al turista a deambular por todos lados para no perder detalle de lo que allí acontece. Es imposible no toparse cada media cuadra con un grupito de mujeres con sus criaturas, que viven en aldeas cercanas; vienen a la "ciudad" para ofrecer sus manualidades. Sus atavíos, de colores llamativos, varían según la tribu a la que pertenecen. La mayoría provienen de distintas regiones de China, que emigraron a estas zonas hace unos 300 años. Conviene destacar que el sistema de venta extremadamente persuasivo de ellas, llega un momento que se acerca a la molestia. No es muy agradable pero... también es parte de la experiencia. Alguien comentó que el turista es visto, por ellas, como una maquina distribuidora de dinero y se lo debe aprovechar al máximo.
La altura del lugar mantiene la temperatura un poco fresca; por las mañanas y especialmente las noches las camperas, guantes y gorros son accesorios más que necesarios.
Al día siguiente de nuestra llegada contratamos una excursión por la zona adyacente. Nuestra guía, una hermosa joven veinte añera, de una aldea situada a escasos metros del pueblo. Se presentó tempranito, vestida con las ropas típicas de su tribu. Los colores fuertes y variados dan una sensación que atrae y reconforta. Muy simpática y con un correcto ingles nos fue llevando a paso lento, mientras sus explicaciones y comentarios fluían como un manantial de conocimiento a cual mas interesante. Visitamos plantaciones de arroz, palpando bien de cerca, el trabajo tan difícil de este cultivo. Requiere de los trabajadores la permanencia de la mayor parte de las horas de trabajo, estar sumergidos hasta las rodillas en el agua, sistema obligatorio para el crecimiento de este tan peculiar alimento. Cada familia atiende sus parcelas. Interesante detalle: en medio de los arrozales, aquí y allí, se encuentran tumbas de los difuntos pertenecientes a cada familia. ¿La causa? Que mejor orgullo para la persona el hecho de "descansar" en su propia tierra.
La agricultura es muy precaria a causa de los bajos recursos de los agricultores; los inplementos de trabajo, por consiguiente, son similares a los utilizados en épocas que la historia los recuerda. Por ejemplo: arados de madera, fabricados a mano, arrastrados por búfalos, bestias de trabajo y carga que ayudan en los diferentes quehaceres agrícolas.
Tuvimos mucha suerte que nuestra guía, de nombre: Kee, nos tomo un especial afecto, especialmente a mi Sra. Resultó muy agradable verlas caminar tomadas del brazo como madre e hija, paseando y charlando de vaya uno a saber de qué. Nos invito a visitar, en su aldea, la casa de su familia. Agradecidos y curiosos allí nos dirigimos. Nos comentó que sus padres trabajaban un poco lejos de la aldea, volvían sólo los fines de semana. Su abuela con sus hermanitos nos recibieron con una sonrisa sencilla y sincera. La casa en cuestión fabricada con material no perfectamente definido, semejante al adobe, esta constituida por un solo ambiente. Varios nichos en los costados; destinado a una hoguera siempre encendida, lugar de los cocinamientos; otro para dormir, con esterillas y mantas desparramadas en el suelo; mas allá el lugar de los implementos para los trabajos de la tierra; en el centro el lugar de estar de la familia, también con mantos y almohadones esparcidos. Iluminación provista por el sol durante el día y por un sistema de antorchas durante las largas y frías noches. Obviamente esta aldea es de un nivel muy bajo. Las hay provistas de electricidad producida por pequeños generadores. Nuestra visita fue muy interesante aunque nos dejo un amargo sabor.
Recorrimos, durante la caminata, lugares muy pintorescos. Las montañas a nuestro alrededor, la altura, la infinidad de terrazas, un incentivo digno para que un Van Gogh lo aproveche para alguno de sus cuadros.

Tercer tramo


Los comentarios sobre Long Bay(ellos la llaman Ha Long ) tanto por boca de aquellos que visitaron como por medio de los panfletos de los agentes de turismo eran similares: imperdonable no conocer esta joya de la naturaleza. Aquella mañana, bien tempranito, para allí partimos.

La ciudad, situada en el noroeste del país, anclada a las orillas del Mar del Sur de China dentro de una impactante bahía, de donde proviene su nombre. Unos rápidos arreglos y acomodos en el hotel, y derechito al puerto. La marina atestada de gente y embarcaciones de todo tipo, tamaño y modelo. Una maraña de personas deseosas de embarcarse y partir. Nosotros, tras nuestro guía, llegamos a una especie de sala de espera frente a lo que parecería la salida principal hacia las embarcaciones. Fuimos provistos de los elementos necesarios para la travesía: chaleco flotador, y los consabidos aparatejos para sumergirse, la máscara con su tubo para respirar y un par de patas de rana. Recibimos la señal y nos encaminamos hacia nuestro barquillo. A causa del tamaño reducido del muelle, las decenas de embarcaciones descansan ancladas uno pegada a la siguiente no quedando espacio para todas. ¿Cual es la solución para llegar a aquellas alejadas del muelle en cuestión? Muy simple: se sube a una y de ella se pasa a la vecina y así hasta llegar a la que corresponde. Todo este deambular entre los barcos y canoas, gente para allí, otros para allá, los guías dando indicaciones, los marineros señalando a que embarcación subir, convierte todo en un cuadro tan especial que de sólo recordarlo se nos pinta una sonrisa en el rostro.

Zarpamos, exactamente a la hora prefijada, nos pareció increíble, pero el reloj no sabe mentir. Lentamente, no teníamos apuro y por lo visto el "capitán" de nuestro pintoresco barquito tampoco, nos internamos sobre las celestes- verdosas aguas.

Un poco de neblina nos acompañó un buen trecho. Uno a uno fueron apareciendo inmensos peñascos de una altura considerable. Pertenecían a islotes desparramados sin ninguna clase de orden. La disparidad de sus tamaños, la extensión de sus orillas, la variedad de vegetación entre ellos, convergían en una rara expresión de la naturaleza marina de aquellos lares.

A la hora de navegar, en la cual nuestros sentimientos y sensaciones recibían cada momento un nuevo incentivo, los motores silenciaron, el ancla depositó su peso allí a varios metros de profundidad.

La mayoría de los pasajeros, no todos, pues algunos optaron por tomar sol en la cubierta superior, provistos de sus elementos se lanzaron con mucha ansiedad a las calmas aguas que los acogió rápidamente en su seno. El espectáculo submarino era lo esperado. El ir y venir de los peces, sus infinidad de matices, exigían de los intrusos, un trabajo extra a sus ojos con el fin de captar lo máximo y no perder detalle.

Varios, alentados por su curiosidad, llegaron hasta la costa de uno de los islotes, subieron, y se internaron dentro de la maleza. Creyeron haber encontrado el paraíso; vegetación abundante matizada por diminutos arroyuelos y algunos pajarillos revoloteando por todos lados, sin ruidos molestos ni olores desagradables, pura y virgen natura.

En la siguiente parada, una nueva experiencia se nos ofreció: un paseo en canoa. Dos por embarcación, con los correspondiente remos, allí nos arriesgamos y detrás de la canoa del guía enfilamos. Navegamos cierto tiempo, se nos explicó que lo empleáramos para conocer la canoa y practicar todo tipo de maniobras. A remado lento nos acercamos a un inmenso peñasco que tenía en un costado, en la parte inferior, una abertura pequeña pero lo suficiente como para permitimos pasar por ella.(la foto que encabeza el relato la tomé allí) Al acercamos, las canoas tomaron un leve vaivén, las aguas perdieron su pasividad, pero guiados por el avezado Rim( ese era el nombre del guía) pasamos la prueba con éxito.
Nos encontramos en un algo ¡espectacular! Dicha elevación era un islote inmenso poseedor de varios peñascos altísimos que formaban un inmenso círculo, como una laguna cerrada. Y allí dentro de aquella, nosotros, minúsculos con nuestras más minúsculas canoas. La paz era palpable. Nadie de los navegantes (eran 6 canoas) abrió la boca. El silencio se podía escuchar. La vista como atraída por una fuerza interna se elevó hacia el cielo. Ese admirable techo otorgaba tranquilidad. Sensación de seguridad no obstante estábamos en el medio de la nada. Raro y muy difícil de convertir en simples palabras aquella vivencia tan compleja.

En la parada posterior desembarcamos en un pequeño islote: "La Isla de los Monos". La costa blanca, de arenilla como harina; la vegetación salvaje salpicaba parte de ella. A los pocos minutos de nuestro desembarco, comenzaron su aparición. Una familia entera de una de las tantas que habitan la isla. Los monos, chimpances, bajo el custodio del jefe, un hermoso ejemplar, medio marrón negruzco, observaba la escena parado en una rama de un árbol cercano al contingente. Los más pequeños desesperados por acercarse a las bananas que ofrecían los visitantes. Pero, cosas de la naturaleza, en el momento que estaban próximos a la fruta saltaban de todos lados otros mayorcitos y se las arrebataban de las manos. Comprobamos personalmente aquello de: La fuerza es la ley de la selva.

Mas tarde llegamos a un complejo habitacional muy original. Varios islotes más o menos formando una circunferencia de un centenar de metros de diámetro constituyó lugar apropiado para albergar a un pequeño pueblo de pescadores. Cada familia tiene su casa construida sobre planchones de madera flotantes, anclados en forma fija allí en medio del mar. Allí viven, obvio en forma muy precaria, y se dedican a la pesca, utilizando canoas y un sistema muy peculiar de pesca, basado en pequeñas redes que son extendidas en las aguas a la espera de posibles y esperados visitantes. En un costado de las planchuelas se abrió una especie de boquete, a sus contornos fue adherida una red. Dentro de ella se arrojan los peces atrapados, a la espera de los compradores que vendrán de la ciudad costera. Hasta que ellos lleguen, los esperan frescos y rozagantes los apetitosos pecezuelos.
En el camino de vuelta, nos deleitamos, a bordo, con un sabrosa comida, a base de toda clase de productos del mar, por supuesto.

Cuarto tramo

Nuestro guía nos preparó de antemano: -Mañana navegaremos y caminaremos- dijo, y agregó: -Nos espera un día muy largo, pero encantador, podrán percibir un poco de las creencias culturales de la región.

Tempranito, como siempre, para aprovechar el tiempo al máximo. Nuestra meta: *La Pagoda del Perfume*. Nombre que con seguridad se atribuye al aroma que reina en el ambiente en aquella zona en la época de la primavera; dicho templo está enclavado en las profundidades del Monte Huong Tich (montaña que busca olores); se encuentra a unos sesenta km. al sur de Hanoi.
En la zona abundan los riachuelos, arroyos, cuevas semi ocultas en pequeñas colinas, y todo ello dentro de parcelas destinadas a los diferentes cultivos.

Hora y media de viaje en micro, llegamos a un simulacro de puerto; allí nos aguardaban canoas para continuar el intinerario. En cada una, dos mujeres paisanas del lugar, quienes se encargarían de la travesía.

El deslizamiento por el río fue lento, lleno de asombro y deleite. Los agricultores, aprovechando la cercanía del agua, siembran las semillas hasta la costa misma. Como consecuencia de ello, las canoas detalladas navegan propiamente entre los cultivos. La sensación es muy especial, como si nos convirtiéramos en aves que lo van observando todo durante el vuelo.
A los costados, colinas de regular tamaño, la mayoría de piedras tiza, rodean todo el cuadro. Los colonos de la zona acostumbran, como presagio de buenas cosechas, prender antorchas en honor de aquellas colinas protectoras a todo lo largo de los sembradíos.

Llegamos a la Pagoda Externa, la que conduce al *Paraíso*. Su campanario, en forma de flor de loto, guarda en sus paredes infinidad de poesías y canciones alegóricas grabadas por manos de creyentes y visitantes. De allí caminamos hacia lo esperado: *La Pagoda Interior*. En el trayecto, no muy extenso, escasos dos kilómetros, nos topamos con otros dos templos-pagodas: ¿quizás guardianes?

A escasos metros de la entrada, un casi insignificante hilo de agua, sale de entre medio de rocas para formar una pequeña laguna de una transparencia cristalina, de la que parten nueve ramales que se pierden en el terreno dentro de las malezas. Se lo llama: "las aguas purificadoras de Buda". Cuenta la leyenda que el susodicho hizo allí un descanso para refrescarse y despojar de su cuerpo todos los pecados del género humano, previa entrada a la Pagoda del Perfume. Por ello, llegan hasta allí creyentes budistas para lavar sus manos y pies, logrando de esta manera desligarse de sus pecados. Luego del ritual, es permitida la entrada.

La propiamente entrada de la cueva, "la garganta del Dragón", permite el descenso a la Pagoda. Dentro de ella, encontramos dos considerables estatuas: una de Buda y la otra de un hombre, el que antes de llegar a su confirmación, renuncia a si mismo, para así lograr la confirmación de toda la humanidad, convirtiendo su acto en ejemplo de misericordia y perdón. Aquella Pagoda - Templo, simboliza la entrada al Cielo; específicamente el lugar del Juicio Final: al Paraíso o al Infierno.

Estalactitas y estalagmitas abundan en toda la cueva. Las hay de varios colores y tamaños. Con el correr del tiempo, muchas recibieron nombres propios en base a su apariencia: "la parva de arroz", "el cofre de las monedas", "el cántaro de los gusanos de seda", y otros más. Muchas parejas recién casadas, llegan a la Pagoda para rezar frente a la llamada "el cuerpo del niño", asegurándose por ello, según las creencias, un prodigioso procreamiento.
El camino de vuelta, es aprovechado por las remadoras, para ofrecer a sus pasajeros una variada colección de productos autóctonos de elaboración propia.

Último tramo

Otra experiencia, única y recordable es la que vivimos al visitar y conocer, por primera vez, una selva.
Nos internamos, muy tempranito apenas al asomar el sol. Nos recibió una dulce jovencita, guía perteneciente al Parque Nacional, y con ella emprendimos la visita a un especie de campamento-albergue para monos. Un plantel de gente especializada, mantiene una considerable cantidad de varios tipos de estos animales. Algunos fueron encontrados abandonados en diferentes lugares del país; otros rescatados de cazadores traficantes, y no faltan aquellos que por enfermedades o lesiones fueron abandonados por sus familias. La gran mayoría son reiterados, con el tiempo, a su hábitat natural.

Continuamos en nuestra caminata, tras nuestro guía. Paso a paso, se nos comentaba sobre cierta planta o arbusto especial. El sonido de los cientos de pájaros, la brisa que hamacaba los árboles, el sol que de tanto en tanto trataba de asomarse entre las copas de esos monstruos de madera, nos permitía gozar, en forma simultanea, de todos nuestros sentidos., que por vez primera fueron partícipes de tal ocasión.

Recorrimos senderos y caminitos. Saltamos riachuelos y nos asombramos frente a pequeñas cascadas. Árboles de una altura y arrogancia dignos de envidia se presentaron en nuestro sendero. Plantas raras y exóticas, flores salvajes nacidas y criadas por la madre naturaleza nos recordaron leyendas, cuentos y narraciones, que escuchamos a lo largo de nuestra vida, y las cuales se hicieron realidad aquel día.

El guía nos comentó sobre el "Viejo Árbol"; sus comentarios al respecto los consideramos un poco exagerados. Pero...al llegar a él no dimos crédito a nuestros propios ojos. ¡Imposible! No teníamos ninguna posibilidad de calcular su altura. Estábamos frente a un monumento arbolífico(palabra de mi invención) El tronco inmenso, su perímetro de varios metros, comenzaba en cuatro "patas" a cada lado en forma de cruz. Algo increíble. Su nacimiento data de más de 400 años(¡!) Indudablemente algo para guardar en la memoria.

Hicimos un alto en el camino. La merienda nos fue servida en la mesa de los cuidadores del bosque. Luego continuamos la marcha. Nuestra vista se detenía por allí en una planta, en determinada flor o en un árbol raro. Las lluvias abundantes proveen cantidades majestuosas del preciado líquido, que, sumado al clima tan especial, permiten aquella magnificencia vegetal.

Un paseo que por mucho tiempo nos quedará grabado. En general, nuestro viaje nos dejó un gusto de: poco tiempo. Vietnam es un país recomendable para visitar, sus lugares obligan a encontrarlos y gozar de ellos en forma plena.


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@beto

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sábado, agosto 30, 2008

Rosas del Pasado








La noche cubrió todo, la luna brillaba por su ausencia. Era casi imposible distin­guir entre una cosa u otra. Las sombras dominaban, el viento suave y templado paseaba a sus anchas. No había ruidos, el silencio otorgaba una sensación de malestar e incertidumbre.

La joven mucama corrió las pesadas cortinas, y dejo de observar el triste espectáculo que le brindaba el exterior. Dentro de la mansión, agradablemente calefac­cionada, no había movimiento alguno. La familia estaba de vacaciones, ella fue designa­da única encargada de toda la casa mientras los inquilinos estén fuera.
El día había transcurrido al igual que los anteriores. Por la mañana repasó los muebles de las piezas por ser miércoles, por la tarde los utensilios de la cocina, como era acostumbrado. A la hora del almuerzo, completó la travesura empezada la noche anterior cuando extrajo de los congeladores situados en el sótano, un par de perdices; las adobó como lo había aprendido del cocinero; luego las puso a fuego lento en la parrilla. Mientras tanto cortó unas papas, las fritó agregándoles condimentos picantes como era su gusto. Cuando estuvo en el sótano, se animó llegar hasta el fondo, a la bodega de los vinos, acomodados como soldados en los estantes que cubrían ambos lados del largo pasillo. No era experta en los distintos gustos y cualidades, por ello eligió una botella de diez años de antiguedad.
Le pareció suficiente, y con su elección en sus manos se puso en camino a la coci­na, pero antes de apagar la luz le pareció escuchar un ruidito raro. Se detuvo, miró a ambos lados, espero unos instantes y como nada escuchó, supuso que le pareció, siguiendo hacia la escalera.

El almuerzo resultó excelente, todo estuvo a punto. Las papas muy gustosas, lo mismo que las aves, se rechupó los dedos, y el vino, ah! el vino, muy buena elec­ción; y con la tercera copa medio llena se fue a recostar en el sillón grande de la antesala, era el que mas le gustaba, de color marrón obscuro, mullido y cómodo. Recostándose en él dejo a su imaginación trabajar horas extras.
Un ruido la sobresaltó. Fue bastante fuerte y parecido al que la molestó durante su visita al sótano, pero como no se repitió, le hecho la culpa al vinito que había tomado, que dicho sea de paso ella misma se asombró al percatarse que la bote­lla ya casi mostraba el fondo. Se sonrió un poco avergonzada, auto-convencíendose de que a ella también le correspondían vacaciones, y por supuesto disfrutar un poco, aquella fue su oportunidad.

Cuando se despertó, muy posible a causa del ruido que esta vez duró más de un minuto, se levantó sobresaltada dirigiéndose al vestíbulo de entrada, para ver la hora en el reloj inmenso de pie: 18.20, no entendió nada. Cómo podía haber pasado tanto tiempo, le pareció que habia adormilado un ratito no más. Fue a la cocina, la atravesó, llegando a la zona de las piezas del personal. Entró en la suya; frente al espejo trató de arreglarse y peinarse, para estar pronta para la visita-revisión de la tía del señor de la casa. Al vivir cerca, venía una vez por día para controlar y ver que toda estaba en orden.

A las 18.45, como un reloj, golpeó la puerta principal. La invitó a pasar, com­o a ella le gustaba. La tía vestida con un aire deportivo, a juzgar por las zapatillas y un buzo con un 8 que ocupaba todo el pecho. Se saludaron, las preguntas de costumbre y las de compromiso. Luego se encaminó hacia la cocina y pidió ser conducida al sótano pues hacia mucho que no estuvo por allí y deseaba comprobar como estaban las cosas por la planta baja. Llegaron. Rosa, así se llamaba nuestra mucamita, se puso a un costado y la dejó hacer. Echó un vistazo a los congeladores, aunque sin abrirlos, y se fue derechito al fondo, a la bodega.

El corazón de la joven comenzó a latir más rápido y fuerte. La tía, presintió algo raro. Fue directamente a la mesa del escritorio, donde su sobrino efec­tuaba sus anotaciones. Abrió el cajoncito del lado izquierdo y extrajo una carpeta; empezó a hojear lo escrito, como si estaría buscando algo en especial. A los pocos instantes, aun con la carpeta abierta, levantó la cabeza, miró para atrás, donde la petrificada mucama estaba parada, y haciendo un pequeño movimiento con la mano indicaba que debería acercar­me a ella. Dos o tres pasos y ya estaba a su lado.

-Rosa, sabes leer me imagino, ¿no?
-Por supuesto Sra.
-Entonces dime lo que está escrito acá- En la hoja había muchos números y letras. Tratando de disimular preguntó la vivaracha:
-¿Dónde exactamente Ud. se refiere?
-En éste Cabernet Sauvignon de fecha 1990, ¿qué número figura en el casillero último?-
Al recibir la respuesta correcta, exclamó: -¡ Exacto! Eso significa que debe haber en existencia o sea en la estantería, dos botellas-
Y como exigiendo, le dijo: - Ve hasta el cartelito donde está escrito 1990, y verifica cuantas botellas hay, pronto no tengo todo el día para ti.
La jovencita, como una autómata, caminó unos pocos pasos llegando al lugar indicado: 1990. Por supuesto que había una sola bo­tella, pues era de dicho estante y lugar de donde había tomado la botella la noche anterior.

La luz se apagó. Se alcanzó ver una sombra que se movió desa­pareciendo por la puerta de entrada que se cerró de un golpe. La joven dio un grito infernal. La tía fue más impulsiva, su grito superó en muchos decibeles el anterior. En una rápida corrida, la mucama enfiló hacia la puerta, según el instinto, pero se tropezó con un banquito.
La obscuridad era absoluta. La sra. tía no dejaba de aullar; la pobre jovencilla tratando de
encon­trar la maldita puerta, ¡por fin lo logró! La abrió de par en par y volvió sobre sus pasos para rescatar a la vieja, que ya era un manojo de nervios y gritos. Al salir de allí, comenzó a llorar como una fiera desesperada; Rosa le ofre­ció una silla, y corrió a traerle un vaso de agua para tratar de calmarla. No fue nada fácil, la pobre mujer se asusto de tal manera, que a su edad, mas de setenta, dudó la joven si seria necesario hacerla ver por un médico; fue al teléfono para comunicarse con el hijo y relatarle lo sucedido.­
A los pocos instantes estaba toda la familia tratando de calmar y consolar a la madre; uno de ellos llamó al médico; el facultativo aconsejó reposo y un calmante suave; prometió que al anochecer pasaría a visitarla.

Después de contarles con lujo de detalles lo acontecido en el sótano, dos de ellos bajaron para revisar. Comentaron que no vieron nada anormal, y que habían cambiado la lamparita quemada; supusieron que al cerrarse la puerta de un golpe, había ocasionado el quemazón de la misma, además no dieron mayor importancia al cuento de la sombra que creyeron ver. Por supuesto que no se hizo referencia sobre la causa de los nervios de la Sra. tía antes del apagón, ni tampoco los ruidos que la jovenzuela había escuchado los días anteriores.
Segundo episodio

Las siguientes horas Rosa las pasó tratando de encontrar una solución lógica, para explicar la desaparición de la botella; optó por contar la verdad y relatar en forma correcta y honesta lo sucedido, siempre y cuando se le exija. Rogó que aquello no ocurriera.

Al anochecer, mientras preparaba algo para la cena, creyó ver entre la heladera y el estante de las ollas, una sombra; al acercarse quedó petrificada: un niño de unos doce años, estaba escondido, no menos asustado que ella. En forma suave y apenas escuchable expresó :
-No se asuste srta., no le haré daño alguno, solo me estoy es­condiendo, no me tenga miedo ¡por favor!- La mucama no atinó a nada, no alcanzaba­ a comprender cuándo ni cómo ni por dónde consiguió ese meque­trefe entrar en la casa.

Se sentó, le dijo que salga del escondite, lo hi­zo sentar a él también, exigiendo que cuente, paso a paso, todo desde el principio, ¿Quién era, donde vivía, y porqué entró a la casa? Eso sí, que sea la verdad sin ninguna clase de tapujos, -Adelante con su cuento, mocito.
Y esta fue la historia relatada:
-Nací hace más o menos once años, no se con certeza pues fui abandonado a las puertas de un sana­torio muy grande, general o zonal, así me lo contaron, envuelto en unos trapos, dentro de una caja de botellas de aceite. A los pocos días me llevaron a un orfanato en la región sur. Allí viví unos cinco años. Un día, fui conducido a la casa de unos agricultores bastante viejos, de esto si ya me quedaron algunos recuerdos, de por cierto bastante malos. Era una pareja de ancianos de escasos recursos, saco mis cálculos, pues para mi no había cama, y me acomodaba donde podía, sin siquiera­ tener una lugar especial para mi. Era una pieza grande, recuerdo, con una mesa inmensa en el centro y dos bancos largos a cada lado; en un costado una madera larga colgada donde se apilaba una cantidad enorme de ollas, tarros, platos y demás; en un rincón una pila de muchísimos papeles, no sé para que tantos; al final, en otro rincón, habían construido, con piedras, una especie de fogata, prendida, donde una olla grande de comida siempre estaba calentándose. Con respecto a la comida le diré que era muy sabrosa, pero poca, siempre me quedaba con hambre, nunca me dieron un segunda vuelta, ni tampo­co la pedí, seré sincero. El día comenzaba cuando todavía era noche; un tazón de leche, que venía de una de las dos vacas que tenían en una especie de corral, a un costado de la casa, y un pedazo de pan. Y salia­mos al campo. O a las cebollas, a las papas, las zanahorias o ajíes.
No obstante no quería ir al campo, lo odiaba, me cansaba mucho, nunca dije nada, pues de seguro no me ayudaría mucho y aparte era muy posi­ble que me retornaran al orfanato. Ello de solo pensarlo me daba escalofríos.

Así pasaron tres o cuatro años. Al día siguiente de morir el viejo, me vinieron a buscar en una especie de camión. Viajamos muchas horas, cuando paramos ya estaba obscuro; había otros dos mu­chachotes que me molestaron todo el viaje, dándome golpes, empujones, me gritaron e insultaron, todo ello sin que les haya dado motivo alguno. Al bajarnos se abrió delante nuestro un inmenso portón, nos indicaron por señas, que debíamos ir hacia una especie de cabaña; allí dentro nos ordenaron desvestirnos por completo; los otros dos se negaron protestando. Como respuesta recibieron sendas caricias en la parte posterior de las piernas, por medio de una especie de varillas; por supuesto no fue necesario repetir la orden. Nos llevaron a bañarnos. El agua helada, lo hicimos sin chistar, recibimos dos pantalones, dos camisas, y una especie de saco confeccionado con una especie de lona. Mis pantalones eran demasiado largos y los arrastraba, cuando pedí cambiarlos la varilla me contestó, entendí las razones.

Allí había muchísimos chicos, los del tercer piso eran muy grandes, pero no hombres; fumaban, tomaban, y molestaban a todos los demás chicos menores. Por las mañanas, nos ocupábamos de cortar y pintar maderas, de toda clase y tamaño. Por la tarde salíamos a los patios, para correr; algu­nos jugábamos al fútbol, yo siempre hacia de arquero, pues me gustaba, no obstante siempre tenia mascullones en distintas partes de la cara, por los pelotazos recibidos.
EI problema eran las noches. Después de la cena, nos repartían en las piezas; allí, a lo pocos minutos se cortaba la luz y nos estaba prohibido levantar la voz. Para ir al baño era necesario to­car un timbre, obligaba al celador nocturno llegar a la pieza, averi­guar la causa del timbrazo, y si era para pedir permiso para el baño, la ida y vuelta del mismo era acompañada indefectiblemente por las variIlas de los encargados. Pero lo peor era cuando los muchachones del tercero: con el afán de divertirse, entraban en las piezas de los mas peque­ños para abusar de ellos.¿ Ud. me entiende, no?
La asombrada, a su vez joven, optó por no contestar la pregunta. – Seguí con tu relato, muchachito.

- La primera vez que entraron en mi pieza, tuve la suerte de escucharlos. Los estaba esperando detrás de la puerta, al entrar ellos me escabullí y salí corriendo por el pasillo rumbo a la pieza del celador del piso. Le conté lo que estaba ocurriendo en las piezas y me metí debajo de su cama.

ÉI salio como disparado al corredor, y a los pocos segundos sonó el ruido infernal de un nervioso timbre. Se escucharon gritos y corridas en los pasillos, dejé pasar unos minutos y yo también salí a estudiar el ambiente: era un ir y venir de encargados, los chicos gritaban y se reían, convirtiendo aquello en un completo loquero. Alcanzé a ver que se lleva­ban a dos muchachotes del tercer piso; mientras caminaban les pegaban con las varillas, ellos gritaban del dolor, pero nadie hacia caso de sus lIantos. Por los parlantes ordenaron entrar en las piezas inmediatamente y acostarse. Mis compañeros no se dieron cuenta siquiera­ que yo estuve ausente. Nos acostamos, las luces se apagaron y mantuvimos el silencio.

A la mañana siguiente nos enteramos, pues ese era el único tema de conversación, que los dos muchachos fueron transladados la misma noche anterior, a una carcel propiamente dicha. Mientras almorzabamos, apareció un señor muy gordo y petiso. Ahí nos enteramos que era el Director General del establecimiento, vino para anunciamos que desde aquél día regirían nuevos regla­mentos de conducta, que además no se permitiría ninguna clase de perturbaciones y que las penas por cualquier falta a las reglas de comportamiento serían muy severas, inclusive el encerramiento en el *perturbador*, una pieza solitaria, con solo agua durante una semana o más.

El silencio fue pasmoso. Nos fuimos a las piezas más temprano que nunca; sin hablar una pala­bra entre nosotros. Los días siguientes continuaro; al ser las nuvas normas de disciplina tan estrictas, por cualquier cosita, un poco fuera de lo preestablecido, se condenaba al *delicuente* a pasar unos días allí en la pieza solitaria. Durante las noches, especialmente, se escu­chaban llantos y a veces gritos de los confinados. Partía el alma escucharlos.

Un día no aguanté más. Aprovechando la salida del camión de la basura, me tiré adentro y me escapé del establecimiento, y que sea lo que sea.
Caminé y caminé, descansando lo mínimo necesario, tratando de alejarme lo máximo posible. Una vez me atacaron dos perros vagabundos, a uno lo lastimé feo con una piedra, el otro alcanzó dar un buen mordisco en esta mano¿Vé la cicatriz? Me la até con un trapo que encon­tré, y me acerqué a una casa para pedir ayuda. La señora que abrió la puerta, no hablaba. Conté lo ocurrido, me permitió pasar adentro. Me lavó la mano con agua fría y me puso unas hojas carnosas, de una planta que hacía milagros dijo, sobre la herida; con un pedazo de sabana vieja, pero limpia, la vendó. Me dió dos pedazos de pan y una manzana. Le di las gracias y salí nuevamente a los caminos. Por ahí robé unas frutas, por otro lado verduras, en fin, me las arreglé. Por las noches busca­ba casas o galpones abandonados, me acomodaba en un rincón, y esperaba la salida del sol pa­ra comenzar de nuevo la caminata, sin saber que me depararía el destino.

Asi pasaron días y semanas. Cada vez me resultaba más fácil conseguir comida , ya me estaba acostumbrando a la vida de linyera, pancho, sin problemas. De vez en cuando unas corridas, pequeños sustos, pero nada del otro mundo.

Hace unos días pasé por la entrada de esta mansión, me percaté de los preparativos propios de un viaje, me dijé: ésta es la mia. Supuse que la familia salía de vacaciones largas, a jusgar por la cantidad de valijas, bolsos y paquetes: excelente oportunidad para tomarme yo también un descanso de mis corridas. Me escondí entre los matorrales, esperé el momento propicio. Me escabullí por la parte trasera, donde siempre están los galpones, la cocina y la entrada de la servidumbre. Cuando me pareció oportuno me metí adentro.
Lo demás Ud. ya lo sabe. ¿Qué me va hacer ahora, srta.? ¿Llamará a la policia? ¡Por favor no lo haga! Yo no hice ningun daño, sólo comí un pollo y unas frutas.¡¡Déjeme ir por favor!!

-Calmate mocoso, no te pasará nada, sólo dejáme pensar que hacer contigo. Mientras tanto te preparé un tazón de leche con cacao, pan, dulce, y además unas masitas de chocolate- Dicho esto la mucama comenzó a preparar lo prometido.

No obstante el miedo acumulado, el hambre superó todo el momento del susto. Comió despa­cio, sin arrebatarse, pero eso si, terminó con todo lo que había servido; mientras lo hacia, los ojos de Rosa no dejaban de estudiarlo. Era un muchachito bien desarrollado, de estatura superior a la edad que dijo tener, de buenos modales, facilidad de palabra, en fin, despistaba completamente la historia narrada. Siempre y cuando sería cierta.
Decidió albergarlo unos días en la casa, hasta encontrar una solución, y tomando el peligro de perder el trabajo si se descubriera todo el asunto. Le acomodó un lugar en el sótano para dormir.
Se pasaba los días ayudandola en los quehaceres de la casa. A las tardes cuando venía la tía, que después de dos dias apareció como si nada hubiera pasado y sin hacer comentario alguno sobre lo ocu­rrido, se escondía en el sotano. Era muy dudoso que la curiosa parienta desearía volver allí. Por las noches después de recibir la comida, bajaba a su escondite; no aparecía hasta la mañana cuando ella lo llamaba.
Tercer episodio

Se acercó el fin de las vacaciones. La familia avisó, por intermedio de la tía, el día del regreso. Sería cerca del mediodía, y ordenaron que esté todo preparado para la llegada.

Después de pesarlo y sopesarlo, llevó al muchacho al galpón de la jardinería, lugar al cual­ ningún miembro de la familia, ni de la servidumbre visitaban. Le encomendó específicamente que no debería salir de allí ¡bajo ninguna razón! Ella, personalmente, le avisaría cuando podría salir de su escondite provisorio.

A las primeras horas de la mañana estipulada, llegaron los compañeros: los de la limpieza, de manuntencion, de la cocina. La casa nuevamente tomo su ritmo normal y acostumbrado.­ Todos nerviosos y tratando de colocar cada cosa en su lugar, como los dueños exigían. Al mediodía, según lo anunciado, aparecieron los coches. Todo fue un ir y venir de personal, llevando valijas, bolsos y paquetes. Gritos, órdenes, corridas y risas. Cerca de la cena, todo volvió a la normalidad, casi no se notaba la ausencia temporaria de los inquilinos.

A la mañana siguiente, nuestra mucamita se levantó un poco antes que de costumbre. Corrió al escondite, llevó un poco de comida al muchachito y lo puso al tanto de su plan. Esperó unos minutos y como estaba previsto, a las siete en punto apareció Julian, el jardinero. Caminaba lentamente a causa de la pierna derecha, más ­corta desde el nacimiento. Se asombró al verla a estas horas de la mañana, suponiendo que algo malo habia ocurrido. Rosa lo calmó con unas pocas palabras, y sin mas vueltas le narró la historia del muchacho. Confesó, además, que era él, la única persona de la casa, en quien podría confiar. Juntos, con seguridad, llegarían a encontrar una solución adecuada al problema.

Julían, pasmado, no sacó palabra, se sentó en un banco de madera. Pidió como primera medida, ver y conocer al susodicho. La preocupada Rosa, entró al galpón y llamó al muchacho. Éste se quedo paradito frente al jardinero­, saludó y esperó.
Pasa­ron unos minutos, que parecieron siglos.

-Mmmm...¿Cómo te lIamas,hijo?
-Me llaman Aldito, contestó el mequetrefe.
-Pues bien, escucha con atención. Soy de no hablar mucho, por consiguiente no repito las cosas. Siempre quiso mi mujer tener un hijo, no fue posible. Dependerá de ti aceptar o no, si aceptas estarás a prueba un año. Te presentaré a todos como mi sobrino, hijo de mi hermano, fallecido junto a su mujer en un accidente de tránsito. Se decidió entre los hermanos, repartirnos los chicos, cinco varones y dos niñas. Es un dolor lamentable el hecho de separarlos pero no encontramos otra posibilidad. Bueno, ahora que sabemos quien sos y de donde venís, te explicaré el resto del plan que se me ocurrió en estos momentos. Tu ocupación será ayudarme en el trabajo, no es liviano, pero saludable pues te fortificará el cuerpo; no te faltará comida, si tu conducta lo merecerá, seras bienvenido a nuestra casa, apreciado y tratado como uno de la familia. Tienes mucho que perder si no te comportas como corresponde a un miembro familiar, pero muchísmo de ganar si te esmeras y actuas como se espera de ti. ¿Fui claro?
-De acuerdo Sr. Julián, acepto- Respondió el caballerito mirando al hombre mayor directo a los ojos.
-Bueno, desde hoy soy tu tío Julian, y mi señora, la tía Teresa; el de tus hermanos, elíjelos tu; cuando lleguemos a nuestra casa, recibirás una pieza, ­será solo para ti, se te comprará ropa y los elementos necesarios para que tengas una vida­ comun y sencilla, pero honrada y sana. ¿Qué piensas?
El muchacho no podía salir de su asombro. Estuvo parado todo el tiempo que duró la charla. No atinó a pronunciar palabra, miró a Rosa, su progenitora, como para recibir un consejo, ayuda o palabra de aliento; volvió la mirada a su pseudo-tio, y sin titubiar, con una solvencia de palabras, que asombró a sus dos complices del plan, asi se expresó:

-Ante todo le agradezco a Ud. srta. Rosa, todo lo que ha hecho por mí, no tengo palabras, ni medios como para demostrar mi agradecimiemto. Siempre la recordaré, por ser la primera persona que encontré en mi vida. Con respecto al plan, Sr.Julian, no me es posible comprender su posición, no por no entender sus palabras, si no por lo que esto representa para mi; el pertenecer a una familia, tener un pasado y quizás un futuro. Nuevamente les bendigo a los dos y estén seguros que no los defraudaré, completamente segu­ros.
-Me voy rápido a la casa, antes que noten mi ausencia y comienzen las preguntas- dijó la mucama y salió corriendo.
Y allí quedaron tío y sobrino para ultimar los detalles.

De vez en cuando, nuestra mucamita, salía a pasear con los chicos y los veia trabajar, uno junto al otro, como padre e hijo; la saludaban y seguian en lo suyo.
Último episodio

Al año siguiente, Rosa conseguió pareja. Dejó el trabajo pues se mudó, con el flamante novio a otra ciudad. Al poco tiempo formó su propia familia.
Los años pasaron, fueron visitados en tres oportunidades por las cigueñas. La vida le sonrió, no se podía quejar.

Cierto día, leyendo el diario local, le llamó la atención una foto publicada en las páginas interiores: le pareció conocer esos ojos, estaba segura de haber visto esa cara. Se apresuró a leer el artículo anexo. Se trataba sobre las experimentaciones realizadas por un jardinero, que había logrado conseguir mediante un complicado sistema de injertos, una clase especial de rosas, de fragancia sin igual y de colores subyugantes.
Allí se comentaba, además, que una exposición se llevaría a cabo en una ciudad cerca­na, en unas semanas, y que estaría abierta al publico en general.
Estaba casi segu­ra de su sospecha. Volvió a mirar la foto, cortó la hoja y a la noche, cuando el marido volvió del trabajo, la mostró expresandole el deseo de concurrir a dicha exposición. Le comentó que creía conocer a ese jardinero, muy pero muy bien. El marido, que conocia la historia sobre todo lo acontecido durante el trabajo de su mujercita, allí en la mansion, se acopló a la sorpresa, no menos sorprendido y curioso, decidió que toda la familia viajaría a visitar tal exposición.

Llegó el dia. Durante el viaje, el corazón de nuestra Rosa, latía de alegría; la duda también jugaba su papel, logrando que los nervios ocasionaron la pérdida de todas las uñas.
Entraron, había mucha gente, el lugar muy bien arreglado, adecuadamente ilumina­do, inmensos adornos florales por todos lados; gran parte del público, jardi­neros, a jusgar por sus vestimentas tan peculiares; también los fotógrafos eran reco­nocidos por sus máquinas de todo tipo y tamaño.
Se escuchó una música suave, en forma lenta se levantó un pequeño telón, apareció una carroza muy singular de re­al tamaño, llena de rosas de infinidad de colores, ¡nunca vistas! Las rojas brilla­ban como rubies, las verdes eran esmeraldas, a capullos de nieve se asemejaban las blancas. El aroma se propaló por todo el recinto, embriagando a los presentes.
Por un costado apareció el organizador del evento. Las piernas temblaron a nuestra entusiasmada y más que asombrada visitante: ¡era él ! ¡¡Aldito!! Ya un joven esbelto, bien parecido, con vestimenta informal, deportiva. Saludaba con leves inclinaciones de la cabeza, a derecha e izquierda.
Los aplausos fueron generales y efusivos, todos querían acercarse al artista, asi lo llamaban, el artista de las rosas. Ella sintió un pequeño golpecito en el hombro, se dio vuelta, encontró un señor mayor que la miraba directamente a los ojos, -¡¡Don Julián!!- exclamó casi gritando, lo abrazó, expresó su alegría y conmoción, manisfestó además, que aun no podia creer lo que estaba presenciando.
El viejo jardinero los invitó a pasar a una piecita adyacente, alejándolos un poco del público y del ruido. La agraciada Rosa presentó al marido y a sus hijos. Rogó que le cuente todo, sin pérdida de detalles, sobre lo ocurrido desde aquella mañana en que se conviertieron en tío y sobrino. Y esto fue lo que escucharon:

-Pasaron varios años después que ustedes abandonaron la mansión. Desde el comienzo noté la dedicación del joven por las flores y en especial por las rosas. No hablaba de otra cosa, no tenía otro tema de conversación. Se dedicaba a ellas como una madre a sus hijos. En fin, aquella fue su única ocupación. Teniendo en cuenta su esmero y amor por las flores, creí conveniente anotarlo en un curso de floricultura para principiantes.
De mas esta decir que lo cursó y finalizó con felicitaciones del encargado del curso; que además propuso seguir con el tema y cursar otro curso, pero esta vez para profesionales. Al consultar conmigo, le di mi visto bueno y las posibilidades monetarias para realizarlo. Al terminar con excelentes promedios, recibió como premio una beca para participar en un curso especial de cultivo de rosas, pero esta vez en la ciudad capital, con todos los gastos pertinentes pagos.
De ello pasaron casi tres años; desde entonces recibió ofertas de todo tipo. Por ejemplo, para diseñar jardines, organizar exposiciones, en fin cada tanto es requerido aquí y por allá. Además, comenzó a dedicarse a la investigación y a experimentar­ con injertos, cultivos diversos y abonos variados.
Les comento que la de hoy es la primera exposición para el público en general. Hubo varias anteriores dedicadas a expertos y profesionales en el ramo. Los elogios van en aumento-

Rosa escuchaba y no daba crédito a sus oídos. Mientras, el querido Don Julián continuaba con el relato de lo acontecido, pero sus ojos no soportaban las lágrimas agolpadas; el sentimiento de admiración y orgullo que sentía por *su sobrino* casi no le permitían seguir hablando.
De pronto entró a la pieza una de Ias empleadas del establecimiento portando un inmenso ramo de rosas, como las expuestas allí en la exposición. De todos los colores posibles, un deleite a la vista. Una cinta de seda aterciopelada las mantenía unidas. Entregó el presente a la única dama que allí se encontraba, más un pequeño cofre de madera. Al abrirlo, Rosa encontró una botella de vino*cabernet sauvignon*. Del cuello de la misma colgaba una tarjetita:

a mi primera rosa, todas las rosas son pocas

aldito



Comenzó a llorar como una colegiala, no pudo contener, las lágrimas saltaron a borbotones. Sintió por detrás unas manos sobre sus hombros, al volverse encontró frente a ella dos ojitos traviesos, que hace muchos años atrás la conquistaron.

-¿Cómo está srta. la extrañe mucho, sabe?

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Nota del Autor: este cuento está dedicado a mi gran amiga María Magdalena Gabetta; escritora y poetisa cordobesa.



@beto

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