CRÓNICAS DE VIAJE

martes, septiembre 30, 2008

Al final...el mar








Su nombre conocido, Mar Rojo, quizás a causa de reminiscencias históricas, climáticas o regionales.



Sus tranquilas aguas, pasean en un libre albedrío entre las costas que lo albergan.
El color turquesa embriaga, invita a la contemplación, en especial a la reflexión.

Se aconseja perder la vista allí, en el cercano horizonte, dar rienda suelta a la imaginación.

La infinidad de peces de múltiples matices diseñados con maestría suprema por la madre natura, permiten al pensamiento corretear, como ellos, en la búsqueda de un granillo de alimento, los sentimientos, capaces de menguar las necesidades propicias para lograr la subsistencia.

Bajas olas, golpean sin cesar los peñascos bañados, llegando a la orilla; toman un breve descanso y retornan para tener un donde volver.

Allí arriba, el padre Sol, observa la actividad; con su fuerza eterna contribuye en el desarrollo de la continuidad.


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@beto
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lunes, septiembre 08, 2008

Sobre nuestro paseo a Vietnam



El sólo escuchar el nombre trae recuerdos de horror, sangre y sufrimiento. La realidad actual nos muestra un Vietnam distinto, ameno e impactante.

Las patas del pájaro plateado amortiguaron el descenso de su inmenso cuerpo sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto de Hanoi, capital del país. Las ruedas deslizaron disminuyendo la velocidad del monstruo alado. Hora de llegada del vuelo A-18 procedente de Bangkok: 13,52.
Un agobiante y caluroso mediodía nos recibió dándonos la bienvenida.
Los requisitos indispensables con sus colas de espera inevitables, papeles y burocracia. Todo el personal uniformado, aparentemente soldados, con ropas un número más de lo necesario. Muy correctos, a mi gusto extremadamente correctos. Como ya lo apreciaríamos más adelante: modales típicos de los nativos.
Nuestro nombre figuraba en uno de los pequeños cartelitos sostenido por un simpático chofer que nos acompaño hasta el taxi, todo según lo convenido. Buen comienzo.

Durante el viaje nuestros ojos devoraban cuanto más detalles posibles, era la primera visita a un país comunista. A ambos lados de la carretera, auto estrada en excelentes condiciones, interminables campos para el cultivo del arroz. A escasa hora de viaje los primeros edificios comenzaron a mostrarse. Sistema de construcción peculiar: muy angostos, el tamaño de una habitación grande, de no más de 3 ó 4 pisos. Pintados de colores, muy llamativos y agradables a la vista.

El tránsito denso comenzó a dar sus momentos de espera cada vez más alargados. La monstruosa cantidad de motos, motonetas y motocicletas, es increíble, nunca presencié espectáculo tal. Cubren como una mancha todo el pavimento, como aceite arrojado por una nave en el mar, avanzan lentamente absorbiendo todo. Otro detalle muy peculiar: nadie grita, nadie vocifera, no se escucha palabrota alguna, todos pacientes sin nerviosismo extra se deslizan sobre sus pares de ruedas como si se tratara de un paseo de fin de semana. Eso si, las bocinas son el vocabulario utilizado para avanzar, para avisar el deseo de doblar, para reprender a un intruso que corta el camino, etc. El ruido es infernal, no es posible describirlo en palabras escritas, es algo que se lo debe presenciar para comprenderlo.

Nuestro hotel situado en la ciudad vieja, fue elegido por sus años de experiencia, su ubicación en pleno barrio comercial y por su modesto precio. Según lo prometido, nuestra habitación constaba de todos los detalles y confortes modernos: baño privado, T.V., minibar, cama muy cómoda, limpia y ordenada. Nos acomodamos un poco a la ligera, y salimos a la calle.

El choque fue muy fuerte. Un enjambre de personas, una multitud, parecería que estamos frente a una manifestación, increíble. Las calles angostas, más que angostas. Y allí transitan las motocicletas, millones de ellas. Cada tanto uno que otro coche, camionetas, camiones, taxis. Algo peculiar: las aceras, también de escasos dos metros de ancho están ocupadas generalmente por mercaderías que los dueños de los comercios sacan para su exhibición, provocando que los peatones deban caminar por las calles. O sea que a la cantidad de vehículos que transitan por las calles debemos agregar a los pobres peatones. Ah! me olvidaba, a todos ellos debemos sumar los vendedoras ambulantes(90% son mujeres)que acarrean sobre los hombres una vara que en sus sendas puntas cuelgan sendas bandejas que soportan todo tipo de comestibles. No no estoy exagerando. Así es. En un primer momento se cree estar presenciando un especie de obra teatral o cinematográfica, organizada y dirigida por el famoso director americano DeMille, famoso por sus escenas con miles de extras.
Los colores, los olores, el ruido de las bocinas, el movimiento de miles de personas, ofrece un cuadro quizás no comprensible para aquellos, que como nosotros, estamos tan lejanos a este tipo de vida.

El Vietnam del presente ofrece al visitante una nueva faceta de este pueblo tan castigado durante años por una guerra sin motivo. No obstante ser una país pobre que trabaja sin cesar para tratar de sobre ponerse, toda la población hace lo imposible para mostrar buena cara y recibir con las manos abiertas al turista.

Vamos al grano. El agua en abundancia, decenas de lagos y lagunas, ríos de extensiones kilométricas. Vegetación que invita a los ojos al deleite. Lugares de ensueño. La naturaleza se expresa mostrando sus mejores posibilidades.

La principal ocupación de la población rural radica en la agricultura, siendo su primordial cultivo el arroz. Vietnam esta considerado el segundo productor mundial después de China.
Llama la atención, al turista occidental, el nivel tan precario utilizado para la realización de los trabajos pertinentes. Como ejemplo: arados de madera, fabricados a mano, arrastrados por búfalos. En general todo el instrumental no sufrió el pasar de los años, y, según comentarios de colonos con los cuales entable conversación(un poco en ingles y principalmente en el idioma universal de las manos) manifestaron que carecen de medios($) como para progresar y adquirir elementos modernos. Muchas aldeas habitadas por inmigrantes oriundos de China, llegados a estos lares unos trescientos años atrás. Ellos pertenecen a distintas tribus: cada uno conserva sus vestimentas típicas con colores fuertes y llamativos.

Dediqué un considerable tiempo observando el trabajo necesario para el cultivo del bendito arroz. Éste exige mucha agua, las parcelas anegadas obligan a los colonos estar sumergidos hasta las rodillas la mayor parte de las horas de trabajo. Una labor extremadamente difícil bajo todo punto de vista. En los lugares montañosos fueron construidas terrazas en las laderas de las colinas para resguardar el agua, aprovechando así la mayor cantidad de terreno. La vista de aquellas ofrece una vista que no permite otra cosa que sacar una y otra foto para perpetrar este cuadro tan natural y hermoso.

Nuestro paseo fue dedicado a la zona norte del país. Nos internamos en bosques con vegetación en abundancia, inmensos y añejos arboles, algunos de mas de sesenta metros de altura. Nuestras excursiones incluyeron una larga trayectoria por una selva de las decenas que abundan por aquella zona. Plantas, arbustos, arboles, un choque con la naturaleza que con dificultad es posible transformar en palabras escritas sobre el papel. Un detalle que no esta permitido descartar: los pájaros con sus trinos, ofrecen una música de fondo que creo es envidia de cualquier amante del sonido de la naturaleza.

Viajamos, es decir navegamos en embarcaciones típicas, días enteros en alta mar, incluida una nueva experiencia(para nosotros): nos animamos y lo conseguimos, utilizamos una pequeña canoa que nos brindo la posibilidad de internarnos dentro de cuevas semi-sumergidas en pequeños islotes de un inmenso archipiélago. En fin, una experiencia inolvidable.



Cercano a la zona vieja de Hanoi encontramos un inmenso y bello lago natural. En la parte central del mismo emerge un diminuto islote cubierto de abundante vegetación. En una de las costas una pequeña marina con una decena de botes para deleite de los que desean gozar con un paseo por las tranquilas aguas. Alrededor del mismo una hermosa y arbolada costanera salpicada por restaurantes y heladerías. La misma es aprovechada en los atardeceres por parejas que buscan un rinconcito romántico.
Detalle interesante: todas las mañanas entre las cinco y las siete, grupos de aficionados al Taichí (tipo de gimnasia) ocupan sus lugares preferidos y practican sus ejercicios. En la mayoría son personas de tercera edad. Además también se presentan gimnastas de todo tipo, cada uno en su estilo y forma. Toda esta gama de gente estirando brazos y piernas, tratando de fortalecer sus músculos, para lograr una mejor vida y por supuesto más placentera, teniendo como fondo el espejo brindado por el lago, ofrecen un cuadro surrealista inolvidable.
En una de las calles que rodean aquel lago, un pequeño teatro ofrece día a día un espectáculo de estilo Comedia Musical. Se desarrollan varios cuentos infantiles y leyendas del folklore nacional, basados en su mayoría en la historia del país. Lo fuera de común es la forma que se realiza la obra. Marionetas, del tamaño de un persona, semi-sumergidas en un lago que ocupa todo el contorno del escenario, se mueven de uno a otro lado (sin entender cómo) dando una explicación excelente sobre el tema a tratar. Una diminuta banda, en un costado, formada por músicos con instrumentos antiguos y precarios, deleitan a los espectadores con melodías suaves y embriagadoras. La duración, cerca de dos horas, transcurre en un santiamén y todos los presentes con una sonrisa dibujada en sus rostros lentamente abandonan el lugar con seguridad lamentando el tan rápido final.
En su tiempo Vietnam era colonia francesa, vestigios de aquel entonces quedaron arraigados en las costumbres de los habitantes. Uno de los barrios es llamado francés, allí encontramos decenas de edificios al estilo parisiense, calles al estilo bulevares que nada deben envidiar a los típicos barrios de la lejana ciudad de la Torre Eiffel. En casi todos los bares y restaurantes se venden los conocidos "Pan Francés", como también existen decenas de confiterías donde encontramos "croissant" (media lunas grandes) y por supuesto todo tipo de mazas (¡hum, que ricas!)
Las decenas de calles de la ciudad no obstante tienen su nombre otorgado por la municipalidad, son conocidas por las mercaderías que allí se exponen a la venta. Están las calles de los plásticos, la de juguetes, la de herramientas, de los cuadros, etc., etc. Un placer sin igual es recorrer esas callecitas y a veces callejuelas, meterse en callejones sin salida, husmear en los diminutos negocios que ofrecen estatuillas, adornos, y un sin fin de manualidades que no se los compra todos, no por escasear el dinero sino por el problema del sobre peso del equipaje.
Muchas de dichas calles al atardecer cuando la mayoría de los comercios cierran sus puertas, las veredas son ocupadas por pequeñas "casas de comida ambulantes". Consisten en unas cuantas mesitas del tamaño similar a las utilizadas en los jardines de infantes con sus correspondientes sillitas. En un costado un carromato en el cual se instalaron uno o dos mecheros y su garrafa de gas, unas cuantas ollas, un par de sartenes y manos a la obra. En menos de una hora ya está todo listo y los primeros comensales ocupan sus puestos y adelante con la comida. Con respecto a los platos tradicionales: muchas verduras, toda clase de yuyos, arroz obviamente, carne de pollo, cerdo o búfalo. Sabrosísima. Una gastronomía como para copiarla.

Segundo tramo

Aquel jueves cenamos temprano. A las 21hs. Partiría el tren rumbo al norte. Nuestro destino la población Zappa. Duración del viaje según lo establecido: nueve horas. El camarote de dos plazas muy confortable. Las paredes revestidas en madera, aire acondicionado, los colchones bastante pasables. Después del correspondiente cafecito, creo que cerca de las once nos entregamos a los brazos de Morfeo. A las 5,30 unos golpecitos en la puerta. - ¿Siii? -, pregunté, medio adormilado -Dentro de media hora llegaremos, Sr. - Una voz detrás de la puerta me contestó.
Mirando por la ventanilla era poco lo que se podía ver, un poco de montañas, un inmenso lago y mucha neblina, mucha.
El Golden Hotel nos recibió con su escalinata estilo entrada de teatro. Antiguo, no obstante con todas las comodidades y confort modernos.
El pueblo: una pinturita en medio de un espectacular paraje natural en el cual la naturaleza trabajo horas extras. Esta situado a unos 700 mts.de altura y rodeado por centenares de terrazas para el cultivo del arroz. El dedo no tiene descanso y oprime sin intervalos el botón de la maquina fotográfica.
En las serpentinas calles el movimiento obliga al turista a deambular por todos lados para no perder detalle de lo que allí acontece. Es imposible no toparse cada media cuadra con un grupito de mujeres con sus criaturas, que viven en aldeas cercanas; vienen a la "ciudad" para ofrecer sus manualidades. Sus atavíos, de colores llamativos, varían según la tribu a la que pertenecen. La mayoría provienen de distintas regiones de China, que emigraron a estas zonas hace unos 300 años. Conviene destacar que el sistema de venta extremadamente persuasivo de ellas, llega un momento que se acerca a la molestia. No es muy agradable pero... también es parte de la experiencia. Alguien comentó que el turista es visto, por ellas, como una maquina distribuidora de dinero y se lo debe aprovechar al máximo.
La altura del lugar mantiene la temperatura un poco fresca; por las mañanas y especialmente las noches las camperas, guantes y gorros son accesorios más que necesarios.
Al día siguiente de nuestra llegada contratamos una excursión por la zona adyacente. Nuestra guía, una hermosa joven veinte añera, de una aldea situada a escasos metros del pueblo. Se presentó tempranito, vestida con las ropas típicas de su tribu. Los colores fuertes y variados dan una sensación que atrae y reconforta. Muy simpática y con un correcto ingles nos fue llevando a paso lento, mientras sus explicaciones y comentarios fluían como un manantial de conocimiento a cual mas interesante. Visitamos plantaciones de arroz, palpando bien de cerca, el trabajo tan difícil de este cultivo. Requiere de los trabajadores la permanencia de la mayor parte de las horas de trabajo, estar sumergidos hasta las rodillas en el agua, sistema obligatorio para el crecimiento de este tan peculiar alimento. Cada familia atiende sus parcelas. Interesante detalle: en medio de los arrozales, aquí y allí, se encuentran tumbas de los difuntos pertenecientes a cada familia. ¿La causa? Que mejor orgullo para la persona el hecho de "descansar" en su propia tierra.
La agricultura es muy precaria a causa de los bajos recursos de los agricultores; los inplementos de trabajo, por consiguiente, son similares a los utilizados en épocas que la historia los recuerda. Por ejemplo: arados de madera, fabricados a mano, arrastrados por búfalos, bestias de trabajo y carga que ayudan en los diferentes quehaceres agrícolas.
Tuvimos mucha suerte que nuestra guía, de nombre: Kee, nos tomo un especial afecto, especialmente a mi Sra. Resultó muy agradable verlas caminar tomadas del brazo como madre e hija, paseando y charlando de vaya uno a saber de qué. Nos invito a visitar, en su aldea, la casa de su familia. Agradecidos y curiosos allí nos dirigimos. Nos comentó que sus padres trabajaban un poco lejos de la aldea, volvían sólo los fines de semana. Su abuela con sus hermanitos nos recibieron con una sonrisa sencilla y sincera. La casa en cuestión fabricada con material no perfectamente definido, semejante al adobe, esta constituida por un solo ambiente. Varios nichos en los costados; destinado a una hoguera siempre encendida, lugar de los cocinamientos; otro para dormir, con esterillas y mantas desparramadas en el suelo; mas allá el lugar de los implementos para los trabajos de la tierra; en el centro el lugar de estar de la familia, también con mantos y almohadones esparcidos. Iluminación provista por el sol durante el día y por un sistema de antorchas durante las largas y frías noches. Obviamente esta aldea es de un nivel muy bajo. Las hay provistas de electricidad producida por pequeños generadores. Nuestra visita fue muy interesante aunque nos dejo un amargo sabor.
Recorrimos, durante la caminata, lugares muy pintorescos. Las montañas a nuestro alrededor, la altura, la infinidad de terrazas, un incentivo digno para que un Van Gogh lo aproveche para alguno de sus cuadros.

Tercer tramo


Los comentarios sobre Long Bay(ellos la llaman Ha Long ) tanto por boca de aquellos que visitaron como por medio de los panfletos de los agentes de turismo eran similares: imperdonable no conocer esta joya de la naturaleza. Aquella mañana, bien tempranito, para allí partimos.

La ciudad, situada en el noroeste del país, anclada a las orillas del Mar del Sur de China dentro de una impactante bahía, de donde proviene su nombre. Unos rápidos arreglos y acomodos en el hotel, y derechito al puerto. La marina atestada de gente y embarcaciones de todo tipo, tamaño y modelo. Una maraña de personas deseosas de embarcarse y partir. Nosotros, tras nuestro guía, llegamos a una especie de sala de espera frente a lo que parecería la salida principal hacia las embarcaciones. Fuimos provistos de los elementos necesarios para la travesía: chaleco flotador, y los consabidos aparatejos para sumergirse, la máscara con su tubo para respirar y un par de patas de rana. Recibimos la señal y nos encaminamos hacia nuestro barquillo. A causa del tamaño reducido del muelle, las decenas de embarcaciones descansan ancladas uno pegada a la siguiente no quedando espacio para todas. ¿Cual es la solución para llegar a aquellas alejadas del muelle en cuestión? Muy simple: se sube a una y de ella se pasa a la vecina y así hasta llegar a la que corresponde. Todo este deambular entre los barcos y canoas, gente para allí, otros para allá, los guías dando indicaciones, los marineros señalando a que embarcación subir, convierte todo en un cuadro tan especial que de sólo recordarlo se nos pinta una sonrisa en el rostro.

Zarpamos, exactamente a la hora prefijada, nos pareció increíble, pero el reloj no sabe mentir. Lentamente, no teníamos apuro y por lo visto el "capitán" de nuestro pintoresco barquito tampoco, nos internamos sobre las celestes- verdosas aguas.

Un poco de neblina nos acompañó un buen trecho. Uno a uno fueron apareciendo inmensos peñascos de una altura considerable. Pertenecían a islotes desparramados sin ninguna clase de orden. La disparidad de sus tamaños, la extensión de sus orillas, la variedad de vegetación entre ellos, convergían en una rara expresión de la naturaleza marina de aquellos lares.

A la hora de navegar, en la cual nuestros sentimientos y sensaciones recibían cada momento un nuevo incentivo, los motores silenciaron, el ancla depositó su peso allí a varios metros de profundidad.

La mayoría de los pasajeros, no todos, pues algunos optaron por tomar sol en la cubierta superior, provistos de sus elementos se lanzaron con mucha ansiedad a las calmas aguas que los acogió rápidamente en su seno. El espectáculo submarino era lo esperado. El ir y venir de los peces, sus infinidad de matices, exigían de los intrusos, un trabajo extra a sus ojos con el fin de captar lo máximo y no perder detalle.

Varios, alentados por su curiosidad, llegaron hasta la costa de uno de los islotes, subieron, y se internaron dentro de la maleza. Creyeron haber encontrado el paraíso; vegetación abundante matizada por diminutos arroyuelos y algunos pajarillos revoloteando por todos lados, sin ruidos molestos ni olores desagradables, pura y virgen natura.

En la siguiente parada, una nueva experiencia se nos ofreció: un paseo en canoa. Dos por embarcación, con los correspondiente remos, allí nos arriesgamos y detrás de la canoa del guía enfilamos. Navegamos cierto tiempo, se nos explicó que lo empleáramos para conocer la canoa y practicar todo tipo de maniobras. A remado lento nos acercamos a un inmenso peñasco que tenía en un costado, en la parte inferior, una abertura pequeña pero lo suficiente como para permitimos pasar por ella.(la foto que encabeza el relato la tomé allí) Al acercamos, las canoas tomaron un leve vaivén, las aguas perdieron su pasividad, pero guiados por el avezado Rim( ese era el nombre del guía) pasamos la prueba con éxito.
Nos encontramos en un algo ¡espectacular! Dicha elevación era un islote inmenso poseedor de varios peñascos altísimos que formaban un inmenso círculo, como una laguna cerrada. Y allí dentro de aquella, nosotros, minúsculos con nuestras más minúsculas canoas. La paz era palpable. Nadie de los navegantes (eran 6 canoas) abrió la boca. El silencio se podía escuchar. La vista como atraída por una fuerza interna se elevó hacia el cielo. Ese admirable techo otorgaba tranquilidad. Sensación de seguridad no obstante estábamos en el medio de la nada. Raro y muy difícil de convertir en simples palabras aquella vivencia tan compleja.

En la parada posterior desembarcamos en un pequeño islote: "La Isla de los Monos". La costa blanca, de arenilla como harina; la vegetación salvaje salpicaba parte de ella. A los pocos minutos de nuestro desembarco, comenzaron su aparición. Una familia entera de una de las tantas que habitan la isla. Los monos, chimpances, bajo el custodio del jefe, un hermoso ejemplar, medio marrón negruzco, observaba la escena parado en una rama de un árbol cercano al contingente. Los más pequeños desesperados por acercarse a las bananas que ofrecían los visitantes. Pero, cosas de la naturaleza, en el momento que estaban próximos a la fruta saltaban de todos lados otros mayorcitos y se las arrebataban de las manos. Comprobamos personalmente aquello de: La fuerza es la ley de la selva.

Mas tarde llegamos a un complejo habitacional muy original. Varios islotes más o menos formando una circunferencia de un centenar de metros de diámetro constituyó lugar apropiado para albergar a un pequeño pueblo de pescadores. Cada familia tiene su casa construida sobre planchones de madera flotantes, anclados en forma fija allí en medio del mar. Allí viven, obvio en forma muy precaria, y se dedican a la pesca, utilizando canoas y un sistema muy peculiar de pesca, basado en pequeñas redes que son extendidas en las aguas a la espera de posibles y esperados visitantes. En un costado de las planchuelas se abrió una especie de boquete, a sus contornos fue adherida una red. Dentro de ella se arrojan los peces atrapados, a la espera de los compradores que vendrán de la ciudad costera. Hasta que ellos lleguen, los esperan frescos y rozagantes los apetitosos pecezuelos.
En el camino de vuelta, nos deleitamos, a bordo, con un sabrosa comida, a base de toda clase de productos del mar, por supuesto.

Cuarto tramo

Nuestro guía nos preparó de antemano: -Mañana navegaremos y caminaremos- dijo, y agregó: -Nos espera un día muy largo, pero encantador, podrán percibir un poco de las creencias culturales de la región.

Tempranito, como siempre, para aprovechar el tiempo al máximo. Nuestra meta: *La Pagoda del Perfume*. Nombre que con seguridad se atribuye al aroma que reina en el ambiente en aquella zona en la época de la primavera; dicho templo está enclavado en las profundidades del Monte Huong Tich (montaña que busca olores); se encuentra a unos sesenta km. al sur de Hanoi.
En la zona abundan los riachuelos, arroyos, cuevas semi ocultas en pequeñas colinas, y todo ello dentro de parcelas destinadas a los diferentes cultivos.

Hora y media de viaje en micro, llegamos a un simulacro de puerto; allí nos aguardaban canoas para continuar el intinerario. En cada una, dos mujeres paisanas del lugar, quienes se encargarían de la travesía.

El deslizamiento por el río fue lento, lleno de asombro y deleite. Los agricultores, aprovechando la cercanía del agua, siembran las semillas hasta la costa misma. Como consecuencia de ello, las canoas detalladas navegan propiamente entre los cultivos. La sensación es muy especial, como si nos convirtiéramos en aves que lo van observando todo durante el vuelo.
A los costados, colinas de regular tamaño, la mayoría de piedras tiza, rodean todo el cuadro. Los colonos de la zona acostumbran, como presagio de buenas cosechas, prender antorchas en honor de aquellas colinas protectoras a todo lo largo de los sembradíos.

Llegamos a la Pagoda Externa, la que conduce al *Paraíso*. Su campanario, en forma de flor de loto, guarda en sus paredes infinidad de poesías y canciones alegóricas grabadas por manos de creyentes y visitantes. De allí caminamos hacia lo esperado: *La Pagoda Interior*. En el trayecto, no muy extenso, escasos dos kilómetros, nos topamos con otros dos templos-pagodas: ¿quizás guardianes?

A escasos metros de la entrada, un casi insignificante hilo de agua, sale de entre medio de rocas para formar una pequeña laguna de una transparencia cristalina, de la que parten nueve ramales que se pierden en el terreno dentro de las malezas. Se lo llama: "las aguas purificadoras de Buda". Cuenta la leyenda que el susodicho hizo allí un descanso para refrescarse y despojar de su cuerpo todos los pecados del género humano, previa entrada a la Pagoda del Perfume. Por ello, llegan hasta allí creyentes budistas para lavar sus manos y pies, logrando de esta manera desligarse de sus pecados. Luego del ritual, es permitida la entrada.

La propiamente entrada de la cueva, "la garganta del Dragón", permite el descenso a la Pagoda. Dentro de ella, encontramos dos considerables estatuas: una de Buda y la otra de un hombre, el que antes de llegar a su confirmación, renuncia a si mismo, para así lograr la confirmación de toda la humanidad, convirtiendo su acto en ejemplo de misericordia y perdón. Aquella Pagoda - Templo, simboliza la entrada al Cielo; específicamente el lugar del Juicio Final: al Paraíso o al Infierno.

Estalactitas y estalagmitas abundan en toda la cueva. Las hay de varios colores y tamaños. Con el correr del tiempo, muchas recibieron nombres propios en base a su apariencia: "la parva de arroz", "el cofre de las monedas", "el cántaro de los gusanos de seda", y otros más. Muchas parejas recién casadas, llegan a la Pagoda para rezar frente a la llamada "el cuerpo del niño", asegurándose por ello, según las creencias, un prodigioso procreamiento.
El camino de vuelta, es aprovechado por las remadoras, para ofrecer a sus pasajeros una variada colección de productos autóctonos de elaboración propia.

Último tramo

Otra experiencia, única y recordable es la que vivimos al visitar y conocer, por primera vez, una selva.
Nos internamos, muy tempranito apenas al asomar el sol. Nos recibió una dulce jovencita, guía perteneciente al Parque Nacional, y con ella emprendimos la visita a un especie de campamento-albergue para monos. Un plantel de gente especializada, mantiene una considerable cantidad de varios tipos de estos animales. Algunos fueron encontrados abandonados en diferentes lugares del país; otros rescatados de cazadores traficantes, y no faltan aquellos que por enfermedades o lesiones fueron abandonados por sus familias. La gran mayoría son reiterados, con el tiempo, a su hábitat natural.

Continuamos en nuestra caminata, tras nuestro guía. Paso a paso, se nos comentaba sobre cierta planta o arbusto especial. El sonido de los cientos de pájaros, la brisa que hamacaba los árboles, el sol que de tanto en tanto trataba de asomarse entre las copas de esos monstruos de madera, nos permitía gozar, en forma simultanea, de todos nuestros sentidos., que por vez primera fueron partícipes de tal ocasión.

Recorrimos senderos y caminitos. Saltamos riachuelos y nos asombramos frente a pequeñas cascadas. Árboles de una altura y arrogancia dignos de envidia se presentaron en nuestro sendero. Plantas raras y exóticas, flores salvajes nacidas y criadas por la madre naturaleza nos recordaron leyendas, cuentos y narraciones, que escuchamos a lo largo de nuestra vida, y las cuales se hicieron realidad aquel día.

El guía nos comentó sobre el "Viejo Árbol"; sus comentarios al respecto los consideramos un poco exagerados. Pero...al llegar a él no dimos crédito a nuestros propios ojos. ¡Imposible! No teníamos ninguna posibilidad de calcular su altura. Estábamos frente a un monumento arbolífico(palabra de mi invención) El tronco inmenso, su perímetro de varios metros, comenzaba en cuatro "patas" a cada lado en forma de cruz. Algo increíble. Su nacimiento data de más de 400 años(¡!) Indudablemente algo para guardar en la memoria.

Hicimos un alto en el camino. La merienda nos fue servida en la mesa de los cuidadores del bosque. Luego continuamos la marcha. Nuestra vista se detenía por allí en una planta, en determinada flor o en un árbol raro. Las lluvias abundantes proveen cantidades majestuosas del preciado líquido, que, sumado al clima tan especial, permiten aquella magnificencia vegetal.

Un paseo que por mucho tiempo nos quedará grabado. En general, nuestro viaje nos dejó un gusto de: poco tiempo. Vietnam es un país recomendable para visitar, sus lugares obligan a encontrarlos y gozar de ellos en forma plena.


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@beto

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