CRÓNICAS DE VIAJE

domingo, septiembre 07, 2014

Mechón, Hércules y Cleopatra


 (imagen de la Web)

Capítulo primero

Salí temprano apenas apareció el sol, como todos los días, a mi caminata diaria. Uno de mis compañeros, Mechón, me miró, también a sus dos compinches, se enre­dó nuevamente en sí mismo y siguió durmiendo; por lo visto aquél no era su día de caminar. Hércules y Cleopatra caminaron a mi lado como siempre.-Está un poco fresco esta mañana- les comenté-con­viene que apretemos el paso para entrar en calor, ¿no les parece?

Atravezamos el puentecito de madera, ya empezaba a cubrirse de ramas y hojas, provenientes de los pequeños arbustitos que planté el otoño pasado, a ambos lados del arroyuelo que lindaba a la choza.
Miré hacia atrás y me agrado el cuadro: la casita con techo a dos aguas, el ventanal inmenso que ocupaba casi medio frente, árboles alrededor, en fin muy bonito, y todo construido por mí, con mis propias manos; eso sí, no pude recordar cuanto pasó desde que ... bueno a otra cosa, más me conviene. El lugar que habia elegido, era un pequeño claro en este tupido bosque, allí arriba de esa montaña tan frondosa, verde, una delicia a los ojos.

A los pocos metros encontramos un pajarillo muerto en un costado del sendero, los perros lo husmearon y como no les pareció nada interesante, me miraron diciendome: -¿Pobrecito, no?- Les contesté afirmativamente; cavé un pozo bien pequeñito, lo deposité dentro y tapé el pequeño orificio. Seguimos. Entonces decidí tomar un nuevo rumbo -Vamos alrededor de la piedra grande,muchachos -  Se pararon, me miraron sin entender la orden  -¿Está seguro patrón? - Me preguntaron con sus ojos, e, inclinando un poco sus cabezas -Si, iremos  por la ladera has­ta la cumbre, ¿Se animan? - A buen entendedor, pocas palabras, ya habian enfila­do hacia la piedra; enorme roca de fácil cinco metros de altura, tapizada con un leve muzgo, producto de las primeras lluvias caidas en dicho mes.

El ascenso resultaba bastante dificultoso. Uno por la inclinación de la montaña, y otro por los arbustos que dominaban casi todo el terreno. Los perros subian sin nin­gun problema, a mí, confieso, me costaba un poco, pero cuando decido algo, lo cumplo, sí o sí.

Llevabamos más de una hora subiendo, asi que opté por hacer un pequeño descanso. ­
Me senté, abrí la mochila, puse agua en sus respectivos tazones, tam­bién yo tomé un buen sorbo del preciado líquido, puro y cristalino proveniente de la fuente natural, que encontré hace unos años en una cueva cercana a la ca­sa. También Hércules y Cleopatra aceptaron la idea del descanso estirandose cuan largo eran sobre la tierra fresca. AI rato, continuamos, nos faltaba poco, así lo calculé levantando la vista y apreciando la cima.

A unos pocos metros apareció, estaba parado en medio del sendero, como si nos estuviera esperando: un inmenso y arrogante ciervo.
Me miró directamente a los ojos, los perros se clavaron a ambos lados frente a él. Yo, conocedor de todo tipo de animales, con sus costumbres y manías, en especial ciervos, supe que aquella posición reflejaba una sóla causa: era su territorio y estaba dispuesto a defenderlo; con seguridad cerca de allí estaría su familia, o sea dos o tres hembras con sus cervatillos.
Los perros me miraron como preguntando: -¿Qué hacemos patrón?- Tratando de calmarlos les dije – Quédense tranquilos, no se muevan, no hagan nada, no ladren, silencio- Al escuchar mis severas órdenes, se sentaron y esperaron. El majestuoso ejemplar, tampoco se movió. Nos estudió y tratando de saber nuestras intenciones se adelantó unos pasos. Nosotros, nada. Movía la cabeza de uno a otro lado mientras esgrimía sus esplendorosos y punteagudos par de cuernos de color grisaceo. Todo demostraba su seguridad, estaba en su apogeo, allí en las alturas del monte.
Se escucharon pisadas sobre las hojas, muy cercanas a nosotros, y de golpe aparecieron: cuatro hembras más dos pequeñuelos de escasos días metidos entre sus patas. Todo el grupo se situó detras del jefe. Éste volvió su cabeza, exaló un suspiro gutural, muy típico. Creo que les dijo – No se muevan- Él por su parte, adelantó otros tres o cuatros pasos. Nosotros: como estatuas.
Era mucho más alto que yo, calculé dos metros y medio; su aliento, olor a hierbas frescas, lo sentí en mis narices. Me husmeó de arriba abajo, luego hechó una mirada despectiva a cada perro, dio una vuelta alrededor nuestro y caminó en sentido opuesto. La familia entendió el recado: siguieron sus pasos alejandose con rumbo desconocido.

Esperamos unos minutos,  también nosotros emprendimos la marcha.


capítulo segundo

Les ordené a mis compañeros seguir las pisadas de la manada. Así lo hicieron. Eso sí, en forma lenta para aumentar la distancia que nos separaría de ellos, evitando no despertar atención.

Fue mi intención, y la verdad  no entendí entonces ni más tarde el porqué, ¿De donde provenía ese afan de seguirlos? No importa, me contesté, continuando sin saber qué nos depararía la curiosidad.

Los caninos en lo suyo y yo detrás. Avanzamos un largo trecho, se paraban y husmeaban.
Los noté desconcertados -¿Qué pasa muchachos?- Iban y venian, de aquí para allí, hasta que Hércules se metió entre dos grandes rocas por un angosto desfiladero de no más de de un metro de ancho.
Desapareció de nuestros ojos. –¡Buscalo Cleopatra!- le ordené, ella sin titubear, también desapareció entre las rocas.
Caminé una veintena de pasos tras ellos, al final del desfiladero mis perros me aguardaban, a nuestro frente un cuadro inimaginable: a un nivel un poco inferior se apreciaba un pequeño manantial. El agua cristalina, se espejaban los árboles  en su esplendor. En uno de los bordes tomaban a sus anchas la familia de ciervos. Alrededor arbustos, frutales, una hierba suave cubría como alfombra todo el terreno: el sol allí en su pedestal alumbraba todo aquél paraiso escondido.
Los perros estaban semi al descubierto ayudados por una roca, apenas se asomaron para espiar lo que más abajo ocurría. Yo, me resguardé tras un árbol, evitando ser visto por la manada. Observamos, largo rato, dicho sub-realista panorama.

Uno de los cervatillos fue el único que se percató de nuestra presencia; saltando a brincos se acercó, creo que para jugar con los perros. Una de las hembras, muy posible la madre, levantó la cabeza, lo buscó con la mirada, y vinó tras él, curiosa y preocupada por el retoño. Al vernos se paró en el lugar sin saber lo que hacer, hizo escuchar un ruidillo casi imperceptible: el jefe levantó a su vez la cabeza, estudió el terreno y a pasos rápidos se acercó a nuestro grupo. Los perros al asustarse empezaron a ladrar. Traté de calmarlos, fue en vano. El pequeño ciervito al acercarse su madre corrió hacia ella, tropezó y comenzó a rodar como una pelota; ella, despavorida, corrió tras él. El macho se cuadró frente a mí, atestiguando una posición indudablemente amenazadora. Inclinó la cabeza de tal modo que las puntas de sus magníficos cuernos quedaron a milímetros de mi cara. Conocedor de dicha posición, preámbulo al ataque, no perdí más tiempo, retrocedí en forma lenta introduciendome en el desfiladero conocido, traté de sacar ventaja,  una vez del otro lado corrí una piedra de singular tamaño para obstruir un poco la salida del pasadillo. Así lo creí en un principio, para tener tiempo en decidir mi próxima  maniobra.
Pero al llegar el ciervo jefe, viejo en experiencias, embistió agachando su cabezota haciendo saltar la piedra como si de una pluma se tratara. Para entonces yo había alcanzado subir a una rama alta de uno de los árboles cercanos, tapandome con unas ramas para pasar desapercibido. El ofuscado animal caminó unos pasos, y al no ver ni escuchar sonido alguno, volviose sobre sus pasos, desapareciendo de mi vista. A los pocos minutos reaparecieron mis amigos, asustados, con el rabo entre las patas; al no verme comenzaron el camino de regreso sin darme tiempo a llamarlos desde mi escondite.
No quise siquiera chistar por temor a que se escuche, razón por la cual espere unos  instantes, y también yo volví al sendero conocido en busca de mis compinches.

Descendí a paso rápido, recién a la media hora conseguí alcanzarlos. Me saludaron a su forma, dos o tres lambetazos; tomamos un poco de agua, buena falta nos hacía.-Qué susto pasamos muchachos, eh!- Los calmé agregando: -Pueden estar tranquilos, ya pasó todo, ahora vamos a casa, por hoy es suficiente.

Al distinguir la cabaña, apreté el paso; los perros se largaron a correr. Unos metros antes del puentecito apareció Mechón, al vernos comenzó a correr a nuestro encuentro. ¡Qué alegría! se tocaron, empujaron, subieron uno sobre el otro.- Vamos muchachos, vamos, prepararemos algo de comer, bien lo merecemos todos.

Más tarde , mientras estaba dormilando en el banco de la entrada, un ruido raro me llamó la atención. Decidí averiguar el motivo. Estudié el terreno, inclusive fui a hechar un vistazo a la parte trasera. Al volver me encontré parado, en todo su esplendor, al ciervo jefe frente a la cabaña, acompañado por su prole, detrás suyo. Evitando movimientos bruscos, traté de prevenir a mis compañeros, pero ninguno de ellos estaba a la vista. No comprendí, en el primer momento la causa de tan inesperada visita. Como era de suponer los únicos que se acercaron a la casa fueron los cervatillos, subieron la corta escalinata, atravezaron la galeria y como invitados entraron al interior; más que seguro, pensé, en busca de comida.
Pero a los pocos instantes comprendí mi error: sencillamente querían a los perros para jugar. Se escucharon ruidos de sillas al caer, suaves ladridos, a los pocos minutos salieron los cinco atropellandose y tratando de ser los primeros. Los pequeños se fueron a resguardar debajo de su madre,  de pronto mis perros recapacitaron, tomaron conciencia de la situación, frenaron en su corrida, sintieron su inferioridad, pero era tal el impulso de la carrera que patinaron en la hierba quedando los tres estirados y despatarrados, casi debajo del jefe de familia. Ëste inclinó su cabeza, los observó con un poco de sorpresa, los huzmeó y como ignorandolos se acercó a sus sucesores, les pegó sendos lambetazos, exaló un suspiro; me miró detenidamente, a sus hembras y dio marcha atras, su familia sin dudarlo lo siguió.

-¿Les gustaron las visitas? ¿Están contentos? Ellos movieron en forma efusiva sus colas, diciendo: ¡Sí, y mucho!

Créase o no, como si esto hubiera sido extraído de un libro de cuentos infantiles, o de una película de Disney , las sorprendentes visitas se reiteraron.



 capítulo tercero

Como el invierno se estaba acercando, era necesario prepararse, estar provisto con todo lo indispensable para afrontarlo y pasarlo de la mejor manera posible. Pues manos a la obra, me dije, y di comienzo al trabajo empezando por la revisación del techo. La verdad no fue facil trepar utilizando el árbol del fondo, los años no venian solos; alrededor de la chimenea una tabla levantada. Me ocupó más de una hora reemplazarla. El resto, por suerte, estaba en buenas condiciones.

Al día siguiente me dediqué a revisar puertas y ventanas. Los vientos alcanzaban elevadas velocidades en el invierno, propio de aquellas alturas. Era necesario verificar el buen cerramiento de todas las aberturas; cualquier orificio, por pequeño que sea, daría paso al viento, y a los pocos instantes  éste arrancaría de cuajo tal puerta o ventana. Todo ello aprendido  en mi ya larga estadía por aquellos parajes. Dos ventanas y la puerta en el galpón, en la parte trasera, exigieron unas cuantas horas de trabajo, hasta quedar en condiciones.

Realicé un recorrido final alrededor de la cabaña. Quedé pensando en la posibilidad, aunque remota, pues nunca había ocurrido,  que las copiosas lluvias que acosaban a la zona en general y a la montaña en particular, ocasionen el desborde del pequeño arroyo tan cercano a mi cabaña, obligandome a evacuarla en medio de la tempestad.

Estudié las orillas del susodicho arroyo. Calculé las posibilidades. Llegué a la conclusión de que la solución más adecuada sería construir una pequeña empalizada al costado izquierdo de la casa. Me pareció el lugar propicio.

En los siguientes días, más de una semana, logré apilar decenas de piedras, de todos los tamaños, en el lugar elegido. Al comienzo, los perros iban y venian acompañandome en mi labor, lo tomaron como un juego; al poco tiempo se aburrieron y me esperabn al frente de la cabaña.

Ojeando un viejo libro de historia (lo había traido entre otros al instarlarme allí, allá lejos y hace tiempo) que trataba sobre la antigua Grecia, me detuve en un plano que hablaba de construcción de empalizadas en aquellas épocas. Me jugó un buen pasar la suerte. Allí estaba detallado las cantidades y tipo de material, medidas, clase de terreno y demás detalles necesarios. Por supuesto las medidas no coincidian con mis necesidades, ni el terreno era del tipo allí detallado, y por descontado que no tenía en mi poder las herramientas ni materiales por ellos utilizados. Pero como el tiempo llegó a ser mi mejor amigo, pues siempre está conmigo, me permitió dedicarme al estudio de la futura construcción de mi anhelada empalizada.

La zanja en la cual debería construir la base de la empalizada, detalle primordial para que resultase una construcción fuerte y segura, requirió bastante tiempo. Mis manos, no obstante acostumbradas al trabajo, empezaron a mostrar indicios de pequeñas ampollitas, acompañadas por dolores que me obligaron a tomar unos días de descanso.

Mientras tanto, separé las piedras segun formas y tamaños, comenzando a probar los elementos necesarios para la mezcla que me serviría para conseguir la unión de las mismas. Al carecer de cemento, al igual que los griegos antiguos, sumado a la falta de los elementos por ellos utilizados, fueron impresindibles  toda clase de experimentos hasta lograr una mezcla adecuada a las necesidades, es decir que posea la suficiente resistencia capaz de sostener una pared de un metro de altura.

Todo ello no me impidió realizar mi caminata díaria, en compañia de mis perros obviamente. No obstante, el tiempo que dediqué a la construcción me privó, lo cual lamenté, dedicarme a ellos, como  acostumbraba. Pero dejé por descartado que entenderían las razones y no se enojarían. Mientras yo trabajaba, sentados observaban cada uno de mis movimientos sin perder detalle alguno.

Un día me resultó imposible mantener un tronco para sostén; tuve la idea brillante  de atar una cuerda a uno de los extremos del mismo y por señas logré hacer entender a mis perros que sostengan con sus mandíbulas el otro extremo de la cuerda, tomando un árbol como ayuda. Captaron al vuelo mi pedido. Dos de ellos, apresaron con sus dientes el final de la cuerda, mientras que Cleopatra había tomado una pequeña protuberancia que salía del tronco, más o menos en la mitad de éste, evitando que se deslice. Yo mismo me asombré de la inteligencia aplicada por los caninos. Al terminar los acaricié, uno por vez, premiandolos con tres respectivos huesos con carne, restos del animal que había cazado la semana anterior. Y allí se fueron, cada uno a su rincón, a deleitarse con el trofeo que bien se lo habían merecido.  Yo también aproveché el momento, tomé un descanso y fui a comer algo.

En más de una ocasión, a causa de las dificultades que se presentaron al no tener ayuda,  me vi obligado a intentar una y otra vez, hacer y deshacer; ello me llevó a la conclusión de que lo por mí emprendido, era un utopía. La tenacidad, la fuerza de voluntad y mis fuertes deseos se arremolinaron y no obstante el tiempo requerido, más de lo calculado, lo logré.

Frente a mí se erguía la empalizada.  Una hermosa y firme pared de un metro de altura y de unos doce metros de longuitud. La susodicha debería soportar los miles de litros de agua, descontando los golpes sin miramientos que ellos efectuarían contra ella, evitandoles el paso y manteniendo el cauce el curso correspondiente.

Sólo restaba aguardar la época de las lluvias, que, a jusgar por las frías mañanas, los atardeceres más cortos, y las largas noches, calculé, entonces, que no faltaría mucho para su aparición.

Los tres compinches al percatarse del final de mi trabajo, y por supuesto significaba que nuevamente me dedicaría a ellos como estaban acostumbrados, quisieron demostrar su alegría saltando alrededor mio. Consiguieron provocarme una caída, con tal mala suerte que encontré una piedra, no chica, cara a cara.



 capítulo cuarto

Abrí los ojos. Me costó un poco. No entendía porqué estaba tan oscuro; sentí frío. Los tres empezaron a lamerme, ahí comprendí que recien me despertaba, siempre lo hacen cuando esto ocurría. Traté de levantarme, la cabeza me pesaba en forma. Al principio creí que algo me impedía ponerme en pie, me toqué la cabeza y sentí un dolor terrible en la frente, me desplomé, el sufrimiento era inaguantable. Entonces recapacité: ¡La piedra!. De seguro el golpe, al caer, me produjo el desmayo. Empecé con todo tipo de cálculos y deducciones: cuando me caí era mediodía, fue después de terminar la construcción de la pared, en dicho momento era de noche, bastante avanzada la hora, las estrellas titilaban en su esplendor. Al lograr sentarme y observar a mi alrededor aprecié el regocijo de mis perros, estaban contentos, iban y venian. Al conseguir levantarme, pese al fuerte dolor en la frente, noté el molde de mi cuerpo en el terreno, allí donde estuve acostado, ello me dio la pauta de las largas horas que duró mi postración.

Me dirigí a la cabaña, el trío tras mio. Conocedor de sus modales, deduje que bastante tiempo transcurrió desde mi caída. La puerta estaba abierta, muy extraño pensé en aquél momento. Al acercarme me llamó la atención varias manchas de barro seco sobre ella. ¿Cuando tiempo estuve desvanecido?
El dolor aumentaba, entré y me senté. Mechón, el más travieso se paró frente al armario de la comida, raspó la puerta una y otra vez, preguntando en su idioma -¿Cuando recibiré mi ración? – Acto seguido los otros corrieron a imitarlo. Me acerqué a la hoguera, que por suerte no se apagó. La mantenía siempre encendida, manteniendo un gran tronco
prendido, lo cual me solucionaba la falta de fósforos y líquido de combustión alguno. Encendí una antorcha colocandola cerca del armario bendito. Extraje de allí ell recipiente con la comida seca, almecenada en cantidad por cualquier eventualidad, y repartí una buena porción en los respectivos tazones de los hambrientos. Se avalanzaron como flechas sobre el alimento, devorandola en un santiamen. Se dieron vuelta, mirandome , y a jusgar por sus facciones quedaron insatisfechos. –Lo lamento amigos, no se puede comer tanto de golpe, mañana será otro día, ahora a descansar, vamos, vamos..- No les gustó el asunto, pero al ver que no me volví atrás en mi decisión, optaron por irse cada uno a su rincón a pasar la noche.

En el tronco semi-ahuecado que me servía de lavabo puse un poco de agua, que volqué de otro tronco más pequeño que cumplía las funciones de depósito; al tratar de lavarme la cara noté trozos de hojas y demás suciedades pegadas, empezaron a caer pequeñas gotitas de sangre, palpé y sentí una herida en el costado izquierdo de la frente, ello era la causa del dolor. Decidí dejar el asunto de la limpieza allí. Al día siguiente, con  luz natural, estudiaría mejor lo ocurrido.

En vano traté de dormir. El dolor me impidió consolidar el sueño. Opté por levantarme, y mantenerme sentado. Pretendía amortiguar un poco las puntadas en la cabeza utilizando tal posición.  Es de suponer que logré mi cometido, pues al despertar las luces del amanecer me saludaron, y tres cabezotas apoyadas sobre el borde de la cama esperaban el primer movimiento mio, para dar comienzo a un nuevo día.

Me levanté, decidí darme un buen baño. El agua fresca del riachuelo me ocasionó un escalofrio. Ya de vuelta a la cabaña revisé detenidamente la herida. Era un nada agradable tajo de unos seis-siete centímetros que comenzaba justo encima de la ceja. Dos o tres puntitos aun no habían cicatrizado, alrededor de ellos una costrita amarillenta. Con seguridad: infección. Era muy lógico y además muy serio, teniendo en cuenta los escasos recursos a mi disposición para el tratamiento de estos problemas. Me conformé con un poco de pomada para quemaduras, así lo creí, que unté sobre una franja de sábana vieja, pero limpia. La convertí en turbante alrededor de la cabeza. Rogé que unos días serían suficientes para la curación.

Repartí la comida a los pichichos, desesperados como siempre, y me dediqué a preparar el desayuno, pues sentí que desde hace tiempo no probaba bocado.

El resto de aquella mañana, la dediqué a revisar el flamante dique. Mientras en ello estaba, el cielo empezó a ennegrecer, aparecieron unas decenas de apresuradas nubes, conseguridad provedoras del preciado líquido. A los pocos minutos decidieron arrojar su contenido.


 capítulo quinto

Entramos todos a la cabaña. LLovió todo del día. Recién a la mañana siguiente nos atrevimos y salimos a tomar un poco de aire puro. Como primera medida me dirigí a inspeccionar mi construcción. No salí del asombro: el agua corría encauzada y ni siquiera una gota consiguió filtrarse. Decimos salir a caminar por las cercanias, preferí no alejarnos pues al revisar la herida, aquella mañana, no obstante no goteaba, la venda apareció impregnada de sangre. No quise correr riesgos.

Empezamos nuestra marcha, caminamos un rato hasta que escuchamos una alarido. Y otro más cerca, y otro... Enfilamos hacia el lugar de donde provenian los aullidos. De improviso, silencio. No supimos para que lado avanzar. La damita Cleopatra se introdujo en unos matorrales y a los pocos instantes reapareció indicandome seguirla. A escasos metros nos indicó un pequeño pozo, producto seguro de la copiosa lluvia del día anterior.
En el fondo alcanzamos a distinguir a un cervatillo, con todas sus fuerzas intentaba alcanzar el borde, era muy resbaladizo y chillaba desesperado.
Acercandome y con ayuda de la soga que siempre llevaba en mis caminatas, formé un lazo con el cual trate de enganchar algunas de las patas del pobrecito. Estaba ocupado en ello,  los ladridos de los perros interrumpieron mi ocupación. No era para menos: de entre la vegetación apareció nuestro amigo, el ciervo jefe. La preocupación y el apuro se reflejaban sin duda en sus fauces llenas de espuma. Yo sin moverme, los míos hicieron lo propio, sin necesitar ninguna órden. El susodicho se plantó ante el pozo, hechó un vistazo e inclinandose trató de introducir sus cuernos para que sirvan de apoyo al caído. Varias veces lo intentó, fue en vano. Comenzó a pronunciar una serie de gritos que se escucharían a cientos de metros a la redonda. Deduje que eran pedidos de ayuda a sus compinches  que deambulaban por la zona. Rápidamente cambio de idea, acto no común en esta raza, cambiando por aullidos de dolor y queja.
Mostré una completa indiferencia ante su presencia, continué en lo que fuí interrumpido.
Luego de no pocos intentos, cumplí mi cometido y elevé al pequeño a la superficie. Desenganché el lazo y salió corriendo hacia el bosque. El padre me miró a los ojos, rascó unas veces el suelo con las patas delanteras...inclinó y elevó la cabeza otras tantas, y desapareció. Mechón, como dudando, lo siguió unos metros, volviendo  al grupo rapidamente.

Todos juntos, como siempre, regresamos a la cabaña. Nuevamente comenzaba a llover.


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Registrado: Safecreative N° 1007216885130

domingo, abril 20, 2014

Dos mundos

Comentario del Autor:
La mente humana, ajena a los propósitos de la ciencia, actua y se comporta utilizando medios extraños y reaccionando no siempre como deseamos, esperamos o pretendemos. Los intercambios nerviosos producidos dentro de ella, son capaces de llegar a situaciones extremas y en muchos casos sin solución. 

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Primer capítulo 

-Espero que hoy no se aparezca- se dijo a si mismo, -tengo mucho que hacer, me espera un día muy difícil, no sé como lograré alcanzar a terminar, fue una equivocación el dejar tantas cosas para decidir para el último día. Salió bastante apurado del departamento, fue al estacionamiento de coches, allí recibió la primera y nada agradable sorpresa del día: ¡su coche no estaba! Miró una y otra vez, el coche brillaba por su ausencia. Dudó en un primer momento: ¿Qué hacer primero, la policía, el seguro o llamar un taxi y en el viaje hacer las lla­madas pertinentes? Optó por lo último. Ya dentro del taxi, pidió que lo lleven a la estación de policía más cercana. Con el celular se comunicó con la compañía de seguros. Llegó, pidió al chofer que aguar­dara; hizo la denuncia correspondiente y ya de vuelta en el taxi solicitó llegar a la compañía de viajes. Necesitaba retirar el pasaje pa­ra el vuelo de esa tarde, y por fin empezar las tan ansiadas vacacio­nes tantas veces postergadas. Al presentarse en la ventanilla de los pasajes, recibió la segunda y menos agradable sorpresa: su vuelo saldría con un retraso de más de dos horas. Recibió las excusas y disculpas acostumbradas. Por más que trató de evitarlo, los nervios lo estaban venciendo. Trató de calmarse, fue en vano.
-¡¡Esto es una vergüenza y falta de responsabilidad!! ¡¡No pasaré esto por alto!! (####) Exijo hablar con el encar­gado inmediatamente-
Dichas frases, exclamaciones y palabras subidas de tono, expuestas en un volumen extremadamente elevado por el cliente, ocasio­naron un pequeño tumulto entre los presentes, clientes y empleados. En medio de los gritos, apareció una señora, muy bien puesta, con una sonrisa pintada, trató de calmar al ofuscado sujeto, invitándolo a su escritorio. Se le ofreció un cómodo sillón y un vaso de agua. La encargada comenzó a explicarle los motivos, por supuesto ajenos a la empresa, que retrasarían el vuelo. Todo en un tono suave y pausado. Daniel, en lo suyo: gritaba como un desesperado, no quería entender, no aceptaba nada, ni siquiera escuchaba lo que la amable mujer pretendía. No lograba hacerle comprender lo sucedido.
-Uds. son una manga de embusteros. Sólo saben cobrar sus comisiones, bastante altas por cierto, sin importarles un comino de los clientes- el volumen de su voz aumentaba - Hasta recibir la paga son la mar de amabilidad, prometen el oro y el moro, luego *chau bambino*, se terminan las sonrisitas y empiezan los problemas-Las quejas del cliente ya se habían transformado en gritos. -¡YO EXIJO! una compensación por el retraso de mi vuelo; además no quiero escuchar la sarta de pavadas, que son frases hechas y estudiadas por ustedes llamadas explicaciones ¡NADA! Y apresúrese. Estoy esperando respuesta a mi exigencia. La escucho Sra...
A todo esto, habían entrado a la oficina dos guardias uniformados. Lentamente se acercaron, colocándose uno a cada lado del cliente. En el preciso momento que éste levantó la mano amenazante, a esca­sos metros de la cara de la asustada señora, lo tomaron enérgicamente de los brazos, levantándolo en el aire a centímetros del suelo. Daniel quiso oponerse, pero la fuerza aplicada por los guardianes del orden se lo impidió. Lo sacaron rápidamente del recinto, mientras que los gritos de protesta, ahora contra los guardias, asombraron a los que transitaban por la calle. Lo introdujeron dentro del camión policial, ayudados por dos policías, que habían sido reclamados para solucionar el problema. Fue acusado de alteración del orden y conducido detenido a la Estación de Policía cercana. Hasta llegar a destino, los gritos y palabrotas fueron en descenso. A tal punto que al bajar del vehículo, no fue necesario ningún tipo de fuerza: el detenido bajó sin problemas y sin siquiera indicárselo se dirigió hacia la Jefatura. El trío se acercó a la mesa de entradas, se presentaron los cargos. Se exigió al detenido dejar el documento de identidad. De inmediato fue conducido a una pieza para ser interrogado. El oficial encargado de la tarea, al observar a la persona sentada frente a él, de aspecto cordial y de excelentes modales, quedó un poco en duda. Las acusaciones con respecto a la forma de actuar del sujeto, no concorda­ban bajo ningún aspecto, con la realidad visible. Pero… al cabo de los años transcurridos en esta difícil y nada agradable profesión, tuvo oportunidad de toparse más de una vez, con los llamados °artistas°, que podrían confundir a más de un experto en la materia. Es por ello que comenzó el interrogatorio en forma pausada, con las preguntas típicas y convencionales. Ya decidiría en el transcurso como encaminar el diálogo, pensó para sus adentros.­ Las preguntas y sus correspondientes respuestas fluían con claridad y determinaban una completa disparidad entre la persona interrogada y la detallada en el informe policial adjunto. Luego de más de media hora, bastante amena por cierto, el interrogado demostraba una cierta inestabilidad. Casi disculpándose, relató al oficial lo que ocultaba y no había permitido a simple vista, descubrir la verdad. 
- A causa de un serio trastorno ocurrido en mi niñez –comenzó a explicar el sujeto- que me afectó considerablemente, se produjo una disección en mi personalidad. Fenómeno que comúnmente se conoce como:­ *doble personalidad*. Dentro de mí, se podría decir, existe otro yo que se hace llamar Daniel. Mi verdadero nombre es Paul, como figura en los documentos. Dicho personaje, es muy distinto a mí, o sea a la persona que está en estos momentos hablando con Ud. Él, siempre aparece en los momentos difíciles, de alta tensión, en los cuales los nervios juegan un papel muy importante y se manifiestan en la forma de actuar y proceder. Al alterarse el sistema nervioso, es como un llamado urgente, y, nuestra no deseada visita: Daniel, hace su repentina y desagradable aparición, dejándome a mí a un lado, en forma brusca. Por supuesto que me es completamente imposible evitar esa intromisión.
-Su relato- contestó el policía- No deja de ser sumamente interesante y curioso; no soy médico, y menos psiquiatra como para poder comprobar la veracidad de lo escuchado; por otro lado, aquí tengo una grave acusación sobre su proceder, inclusive amenazas e insultos a la jefa de la agencia de viajes, desacato a la autoridad, negarse a la detención, alteración del orden público. Por lo tanto creo conveniente que se comunique con su abogado. Por el momento Ud. queda detenido por 48 horas. Pase por aquí, el agente lo acompañará a su celda. Y a otra cosa.
Martín y Asociados, colegio de abogados, firma de mucha reputación en la ciudad, eran los representantes de nuestro afligido Paul, que al recibir el llamado de éste, desde la estación de policía, rápidamente enviaron a uno de sus abogados para ocuparse del asunto en cuestión.
-Aquí están mis credenciales- Dijo el joven abogado frente al policía que atendía la mesa de entradas - Solicito hablar con mi cliente: Michels Paul - Se le indicó dirigirse a la pieza 8, segundo piso, Oficial lro. Romín. Entró, se presentó y pidió escuchar los cargos. Luego de escuchar los datos pertinentes, solicitó el permiso para sacar a su cliente bajo fianza, atenuando, antes que se lo soliciten, la enfermedad que padece el susodicho; para lo cual presentó una carpeta con todos los documentos que atestiguan tal afección. El oficial tomó la carpeta, hojeó dos o tres hojas, devolviéndola al abogado.
-Lo lamento- Dijo - No estoy en condiciones de permitir la liberación del reo. Propongo como primer paso, que el médico forense de turno se presente, estudie el caso y me informe al respecto. Según lo tengo entendido estará por aquí en horas de la tarde. Él tomará las riendas del caso. Posteriormente decidiremos en conjunto, si aprobamos su pedido de la fianza. ¿Algo más?
-No es ésta la primera vez, que actos de esta índole, desgraciadamente ocurren, pero como nunca ellos han pasado de gritos y/o insultos, es que reitero nuestro pedido de la liberación inmediata de nuestro cliente, además solicito que se tenga en cuenta, que debe partir al extranjero en un vuelo en horas de la tarde. O sea que a nuestro pedido, agregamos nuestra solicitud, como un acto de consideración especial, dado los pormenores ya explicados- Estas frases fueron pronunciadas por el abogado, como si se tratara de un alegato frente a una juez.

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 *NOTA DEL AUTOR 

DOBLE PERSONALIDAD: La doble personalidad consiste en un trastorno disociativo de la identidad del "yo" por el cual una persona posee dos personalidades distintas; es decir, tiene dos formas de ser diferentes, con sus respectivas estructuras, pautas de conducta, criterios y formas de reacción que condicionan su forma de actuar. Dependiendo de diversas circunstancias, generalmente debido a situaciones de tensión psíquica, se pasa de una personalidad a otra, por lo que también se le ha denominado a este trastorno "personalidad alternante". En algunos casos existen tres, cuatro o más personalidades, con lo que se habla de "personalidad múltiple". En la mayoría de los casos las diversas personalidades tienen características opuestas entre sí, tal como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde de la famosa novela de Stevenson. Además de tener características psicológicas completamente distintas, pueden pertenecer a distinto nombre, sexo, profesión, edad, nacionalidad, raza, etc. El paso de una personalidad a otra suele suceder de un modo brusco. Una vez producida la transformación, lo más común es que se produzca una amnesia por la cual se olvida, total o parcialmente, lo sucedido mientras dominaba la personalidad anterior. También es habitual que cada personalidad no tenga conocimiento de las otras. Se han descrito casos en los que personas con este trastorno mantenían diálogos internos en los que participaban simultáneamente sus diversas personalidades. La doble personalidad es una alteración rara, que afecta más a las mujeres que a los hombres, particularmente a los jóvenes y adolescentes. Se suele asociar a trastornos psicosexuales y de pérdida del control de los impulsos. En su libre evolución, también es frecuente que se intercalen breves episodios de psicosis reactivas. Pricipales características de la *doble personalidad*: *Existencia de dos personalidades completas y distintas en una misma persona. *Alternancia en la presencia de ambas personalidades, condicionándose alternativamente el comportamiento. *Cuando domina una personalidad no se recuerda lo correspondiente a la otra. *Inclusive las diferentes personalidades pueden desconocerse o hablar entre sí.

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Aparentemente al policía no le hizo mella el vocabulario del ilustrado.
-No me es posible efectuar la liberación, a causa de mi imposibilidad de analizar casos que no estan bajo mi autoridad al carecer de idoneidad profesional. Este caso corresponde al médi­co forense. Lo lamento, pero órdenes y reglas estan hechas para cumplirlas. Una vez que tenga el informe del forense, nos comunicaremos con Ud. Deje su número de teléfono en la mesa de entradas. Buenos días.
Al comprender que no tenía sentido perder el tiempo, el abogado salió de la oficina con destino a la mesa entradas para entregar el número de requerido. Acto seguido pidió ver a su cliente. Ya en la celda explicó en pocas pala­bras la sucesión de los hechos y sus detalles. Le rogó, al cliente, sepa entender los complicados y lentos mecanismos del sistema policial, agregando que el oficial que trata su caso, es muy extricto en el cumplimiento del reglamento, y se deberá esperar el informe del forense.
-¿Pero a qué hora será eso? –Exclamó el detenido, agregando: -A las 17,30 debo presentarme en el aeropuerto ¿O es que se le ha olvidado de mi viaje? Póngase en contacto con sus superiores ¡Ahora mismo! Necesito salir de aquí: ¡¡Ahora!!¡Me escucha, pedazo de inútil! De aquí en más, los gritos de Daniel se dejaron escuchar en toda la Estación de Policía. Los insultos contra sus abogados, contra los policías, en fin, contra el mundo, se continuaron escuchando, todavía cuando el abogado abandonó el establecimiento policial.

Segundo capítulo 

A última hora de esa tarde, alrededor de las 18.30hs., se presentó el Dr. J.Exil, forense de turno, en la mesa de entradas y pidió hablar con el oficial encargado del sujeto detenido por desórdenes. Después de leer el informe, decidió reunirse con el detenido.
-¿Cuál es su nombre Sr.?
- Paul, Micheles Paul, como figura en el informe.
-¿Me podría explicar, con sus palabras, el motivo de la alteración del órden, desacato a la autoridad, etc. etc.?
-No sé que conocimientos tiene Ud. sobre la llamada *Doble Personalidad*, pues si es que son precarios, será difícil para Ud., entender este caso y más difícil para mí tratar de explicarlo.
- Ud, permítase sólo responder a mis preguntas, deje de lado, pues no creo que sea de su incumbencia, mis conocimientos sobre tal o cual tema ¿De acuerdo?
-Por su contestación, entiendo sobre sus conocimientos, por lo consiguiente solicito hablar con mi abogado. -Tiene derecho de reunirse con su abogado, obviamente, pero primero deberá responder a unas cuantas preguntas ¿Entiende?
-Pareciera que la sordera es su principal virtud, Dr., necesito ver a mi abogado inmediatamente. ¡Doctorcito de turno!
-Le repito: primeramente deberá responderme a las preguntas, y luego... Los gritos de Daniel, no le permitieron continuar. Optó por salir de la celda. Mientras se alejaba continuaba escuchando los gritos, ahora acompañados con palabrotas e insultos. El médico se reunió con el oficial, refirió lo sucedido, agregando que le sería imposible completar su labor, mientras no tenga una mínima participación de parte del detenido.
-Los abogados que representan al susodicho, están presionando para lograr la liberación bajo fianza, pero hasta que Ud. no me entregue su informe, no será posible. -¿Qué me aconseja? – Preguntó con cierta impaciencia el policía.
-Yo considero que lo mas correcto en los casos, en los que comportamientos problemáticos en público están influenciados por afecciones mentales, es pedir la intervención de un juez pertinente, y, solicitar el traslado del detenido a un hospital especializado, donde procederán a someterlo a un exámen, para luego decidir al respecto ¿Qué le parece?
-Considero que estamos complicando demasiado el asunto- explicó el policía -Sencillamente, éste sujeto se incomodó por haber recibido un mal servicio, a su criterio. Unos gritos e insultos fuera de lugar; lo demás una actitud no concordante con la situación. Pienso que deberiamos dejarlo en libertad condicional. La fiscalía de­cidirá lo que crea necesario ¿Está de acuerdo?
-No comparto su opinión -refutó el forense de turno -Y agregó: - Por lo que pude apreciar, tengo la pauta de que en cualquier momento en que se produzcan situaciones parecidas o un poco más extremas, nuestro personaje podría pasar a la violencia y...
-No es nuestro caso, Dr., y si es tan amable, escriba unas palabras y daré por terminado el expediente, por el momento, por supuesto -Con esta frase el policía dio por terminada la entrevista.
A las 22.45, salió Paul acompañado por dos de sus abogados de la Estación de Policía. Como agradecimiento al trabajo demostrado, los invitó a tomar una copa. Éstos le dieron las gracias por su amable invitación, pero, a causa de una reunión importante, rehusaron la propuesta. Bastante cansado, no físicamente, optó por volver derecho a su casa. Una vez allí, luego de darse un buen baño, se sentó en su sillón del living, tazón de café en mano y trató de organizar el día de mañana. A primera hora pediría turno con su psiquiatra, para analizar nuevamente, como en anteriores encuentros, las complicadas y reicidentes apariciones de su nunca bien recibido "socio" Daniel. Ojalá que tenga turno disponible para el mediodía, pensó, pues debería llegar a la agencia de viajes y arreglar el asunto de su vuelo. Con seguridad le exigirán abonar una muIta. Tratará de conseguir salir lo antes posible de vacaciones; descansar y descansar, era lo único que deseaba y en forma urgente. El café fuerte lo despabiló. Decidió encender el televisor y mirar alguna película. La visita al médico fue fijada para las 12.30.
A media mañana se presentó en la agencia requiriendo hablar con la encargada. Le presentó sus sinceras disculpas por el ofuscamiento del día anterior, descontando el mal momento que tanto ella como sus empleados debieron pasar.
- Acepto sus disculpas—Explicó en tono amable la encargada. - Pero no podremos continuar brindando nuestros servicios, y esto a causa de directivas recibidas de nuestra Casa Central. Descarto que entendará nuestras razones y por lo tanto sabrá disculparnos. Con respecto a lo abonado por el suspendido vuelo, pude pasar por la caja donde se le reintegrará lo que corresponda, previo descuento de la multa correspondiente por la anulación, por su parte, de dicho vuelo. Si más, doy por finalizada nuestra reunión. Paul quedo perplejo. Las palabras de la encargada, correctas por cierto, le cayeron como un balde de agua fría. Se levantó, saludó y encaminose hacia la puerta.
En esos instantes consiguió Daniel, aprovechando el estado de desconcierto de Paul, hacer su aparición. Dio vuelta sobre sus pasos, y con una mano amenazante esclamó a toda voz:
-Los demandaré por daños y perjuicios a causa de sus tejes y manejes puramente de interés comercial, me han ocasionado trastornos que han impedido tomar ese maldito vuelo. Es más, tengo en mi poder el °OK.° de Uds. y con su firma, en el cual figura la hora prestablecida del vuelo, Uds. la cambiaron, faltando así a nuestro contrato, que ya había sido abonado. Por lo tanto no retiraré ningún dinero, y además exijo una constancia escrita en la cual figure expresamente, la decisión de su denigrante agencia, de rehusar a brindarme los servicios que yo solicito.Tiene una hora para redactar dicho papel. Saló sin cerrar la puerta y abandonó el local.
Era cerca del mediodםa. Paul estaba leyendo un diario, sentado en un café situado frente al edificio donde se encontraba el consultorio de su psiquiatra, haciendo tiempo hasta llegar la hora de su turno. Una joven y bien puesta señorita, se acercó, pidiéndole si no era molestia, sentarse en su mesa. En el acto se levantó, ofreciendo la silla enfrente de la suya.
-Mi nombre es Roland Diamant. Ud. no me conoce, no trate de ubicarme. Por casualidad estuve presente en la agencia de viajes, en las dos oportunidades en las que también Ud. estuvo. Presencié sus efusivas reacciones, producto de un claro alterado nervioso, atribuido, quizás, a un previo sentimiento de dolor, enojo, o quien sabe, secuelas de situaciones pasadas, pero no olvidadas. ¿Me equivoco rotundamente o me acerco un poco a la verdad? Me refiero a la causa...
-Estimada y diría, cuidándome de las palabras, arriesgada señorita o señora, no sé...
Señorita—Contestó la joven.
-Bueno, aclarado ese punto, continuaré explicando que no es mi intención, y sepa disculpar, comentar mis actuaciones y|o reacciones, en tal o cual lugar con una persona extraña, por más joven y atractiva que sea, de muy buenos modales, que se presente frente a mi, criticando y opinado sobre mi proceder y forma de actuar. Todo ello podría considerarse falto de tacto. Pero como estoy cansado y no quiero alargar esta entrevista, la cual no fue solicitada, me permito finalizarla en este preciso momento.
-Sr., por favor Sr, le pido mil perdones. Debería habérselo explicado de antemano, me refiero en el momento en que acepto que me siente en su mesa. Sinceramente mis más sinceras disculpas. Sólo le pido unos escasos minutos, los suficientes para explicar mi intención. Luego si Ud. no lo ve conveniente o no lo considera oportuno, lo dejaré tranquilo y me retiraré. Sólo unos minutos . ¿Está de acuerdo?-  Esa última frase la expresó en un tono de voz que demostraba casi una desesperación, y Paul no tuvo valentía como para negarse.
-Soy estudiante de medicina, me quiero especializar en psiquiatría. La tesis final será sobre la psicohipnosis. Tengo varios trabajos realizados sobre el tema, todos han sido aprobados por mis profesores. Bueno, vamos al grano: mi propuesta es algo que tal vez le ponga los pelos de punta, quizá no... ¿Me explico?- Y a continuación, la ahora entusiasmada jovencilla, fundamentándose en escritos, experiencias, experimentos de psiquiatras, psicólogos de renombre mundial, autores que publicaron infinidad de artículos al respecto, le manifestó su intención, y esto lo dijo en forma pausada y con palabras sencillas, pero envueltas en un aire de convicción que era casi imposible abstenerse. Le proponía someterlo a un estado hipnótico, para lograr, posiblemente, durante el trance, varias respuestas con relación a su doble personalidad; el origen y efectos en el transcurso de su vida compartida, grados de dominio, y, en especial, esto pretendería ser como el broche de oro de la experiencia: ¡¡Hablar con el otro! Le comentó además, que podría haber problemas en su forma de manifestarse, (refiriéndose al socio), y arriesgando a pasar un mal momento o más que aquello. Y mostrando una dulce carita de anhelo, quizás alegría, agregó que, posiblemente, todo esto le permitiría ayudarlo. Esa era su principal finalidad. ¿Aprueba la propuesta?
-Mire...me ha tomado un poco desprevenido… Seré sincero, no alcanzo a comprender completamente sus motivos, no conozco su persona, en una palabra: no se quien es Ud. y que diablos quiere de mi vida. Por lo tanto...¡¡Le exijo que se retire de aquí inmediatamente!! Mocosa impertinente. Vaya a buscar clientes a otro lado. Verguenza debería darle. Mozo, Mozo ¡Llame a la policia!
La estudiante no captó de primer momento, la causa de lo ocurrido, es decir, cuándo y cómo apareció el otro yo, pero todo fue rápido y el batifondo que allí se armó fue descomunal; los mozos trataban de calmar al ofuscado cliente, aparentemente molestado por la joven, que continuaba con sus gritos desaforados. Ella juntó sus pertenencias optando por abandonar el lugar lo antes posible y así evitar problemas mayores; pero al llegar a la puerta de salida se topó con dos policías que interrumpieron el paso al escuchar:
- ¡¡No la dejen escapar!! ¡¡Atrápenla!!.. esa es la perdida, que no se les escape –
 Uno de ellos la tomó por un brazo, mientras el otro entraba al interior del café. La escena que encontró frente a sus ojos, como extraída de una película de segundo grado, como sobre-actuada. Mientra tanto, afuera, el policía que sostenía a nuestra estudiante, la invitó a esperarlo en el coche policial. Acto seguido penetró al recinto en ayuda de su compañero, quien trataba, sin lograrlo, apaciguar al ofuscado cliente, exigiendo además, explicación de lo ocurrido.

Tercer capítulo

 Paul se sentó en una de las sillas, aceptó un vaso de agua, respiró hondo y trató en pocas palabras de convencer a los agentes del orden que todo se trataba de un mal entendido, pidiendo además que se deje en libertad a la joven, pues el no efectuará ninguna queja sobre su ella, y por lo tanto deseaba dar el asunto por terminado. Los agentes rehusaron al pedido pues al hacerse la denuncia telefónica se abrió un expediente, el cual debería cerrarse en la Estación de Policía, para ello debería acompañarlos y llenar los papeles correspondientes. Aseguraron que todo el proceso no demoraría más de unos pocos minutos. Cuando salieron, la joven estaba aguardando sentada en el coche celular, los policías se acercaron al vehículo y le manifestaron que quedaba en libertad, al no haber cargos contra ella. A causa de las lagrimas derramadas, el maquillaje se le había corrido, su cara semejante a la de un payaso grotesco de un circo de barrio. Entrecruzaron las miradas, la joven y Paul, y, antes de que ella expresase palabra alguna se acercó para entregarle su tarjeta, le pidió, además, que a la mañana siguiente después de las 10, se comunicara con el.
Al otro día, apenas entró en el consultorio de su psiquiatra, éste le dijo:
 -Tome asiento, trate de relajarse, en unos minutos estoy con Ud. - Estas palabras del médico, lo reconfortaron y ayudaron en cierta manera. Se recostó en el incómodo diván, se descalzó y mirando las delicadas rosas pintadas en el techo esperó a su compañero de charlas.
-Pues bien ¿A que atribuye la urgencia que lo llevó a exigir, de acuerdo a sus propias palabras, de mi secretaria, ésta reunión fuera de los días y horarios comunes?
-Doctor, agradezco el que me haya recibido en esta forma inusual, pero es que estoy muy confuso y malhumorado; las apariciones de Daniel, son cada vez más frecuentes, me es casi imposible llevar una vida normal, necesitamos hacer algo y urgente ¡Por favor!
-Lo escucho muy preocupado, deduzco que tuvo problemas en los últimos días, que por consiguiente °invitaron° a nuestro amigo Daniel. Ya hablamos sobre el tema y su posible solución, durante nuestras dos últimas entrevistas, ¿Lo recuerda, no es cierto? Lo de la internación, de los exámenes especiales, etc, etc.
-No, no lo olvidé, pero como decidí tomarme una vacaciones largas y placenteras, supuse que ello supliría la necesidad de la internación y todo lo demás; pero por razones ajenas no me fue factible lo del paseo como lo tenía planeado, y otras complicaciones de toda índole se sucedieron, todo ello en estos dos o tres días pasados; lo cual trajo aparejado las contínuas apariciones, cada vez mas impulsivas de Daniel. Creo que estoy comenzando a desarrollar un sentimiento de odio, detalle muy ajeno a mi personalidad.
-¿Cual de ellas? explíquese por favor...- Inquirió el facultativo.
-No lo entiendo Doctor, ¿A que juego me está Ud. llevando? Soy Paul, ¿Es que no se ha percatado todavía?
-No imaginé que a esta altura de nuestra relación, dude de mi capacidad de discernir entre las dos personalidades distintas,¡caballero! Lo considero una falta de respeto, tanto como profesional y personal, es más, lo entiendo como agravio, el cual no lo acepto y lo refuto a la vez. Le exijo abandonar inmediatamente mi consultorio, y antes de marcharse, ponerse en contacto con mi secretaria en lo concerniente a mis honorarios. Y se quedó mirandolo directamente a los ojos, esperando la salida del paciente.
En esos precisos instantes, Paul presintió los esfuerzos de Daniel para interrumpir; muy interesante era el detalle, que sólo en aquel lugar, el consultorio, dichos presentimientos tenían cabida. Por tal motivo, existía en él, la posibilidad de permitir o no su aparición. Aprovechándose de la situación, instigó al médico preguntando:
-¿Quiere hablar con Daniel, ahora? - El facultativo quedó anonadado...dudó unos instantes, y apresuró a contestar afirmativamente, aceptando tan inesperada y excelente invitación.
 -¿Y Ud, quién es...el abogado? Sin esperar respuesta, el susodicho caminó por la habitación, revisándolo todo, como si estaría realizando una cierta inspección.
-No, estimado, mi profesión es preguntar, y si no lo ve mal, tendría muchísimo gusto en conversar con Ud. ¿Está dispuesto?
-¿De que diablos quiere hablar conmigo?
-Tome asiento, o si lo prefiere podría recostarse en aquel diván, como le plazca, mientras tanto traeré unos vasos de agua fresca - Contestó en un tono amigable el psiquiatra.
-Yo prefiero whisky con hielo ¿Ok?
Al volver con lo pedido, Daniel estaba en el diván, pero sentado, hojeando un álbum de fotos de animales que habia sacado de la biblioteca que ocupaba toda una pared.
-¿Hace mucho que conoce a Paul?- Consultó al individuo, como para hablar de algo.
-No conozco a ningún Paul, ¿Porquéme lo pregunta? Pareciera que me confunde con otra persona. Antes de seguir ¿Ud, sabe quien soy yo?
-Si, por supuesto, su nombre es Daniel, y a juzgar por sus ropas, aseguraría que es Ud. un profesional, ¿En que ramo?
-Muchas preguntas y demasiado personales. ¿Cómo conoce mi nombre?
-Paul me comentósobre Ud.,¿Está seguro que no lo conoce? ¿O prefiere no hablar sobre é? Si es así, acepto su negación.
-¡¡No conozco ningún Paul! Déjeme de molestar, no tengo paciencia para intrusos, doctorcito, según figura en el diploma que esta colgado en la pared, y, además, no tengo tiempo para sus preguntas, sin pie ni cabeza. Vaya al grano, y de paso sea útil para algo sirviendo otro trago... Mientras el psiquiatra se volvía para preparar lo pedido, dijo casi murmurando...
-¿Porque no se recuesta hasta que le preparo el whisky? Lo noto un poco cansado, ¿Me equivoco?- Tardó un poco más de lo necesario; a través del espejo situado en un costado del consultorio, observó que Daniel probaba el diván. Lo sintió cómodo, al parecer, y recostandose, exclamó
 -Muy bueno el sillón, amigazo, ¡Muy bueno! Aún de pie y dando la espalda al °forzado° paciente, preguntó: -Siempre y cuando no sea indiscreción... ¿Desde cuando tiene Ud. dolores tan fuertes de cabeza?
Daniel, a juzgar por la cara de asombro, se sintió como perdido, y elevando el tono de voz, pero sin levantarse, de por sí algo muy extraño, respondió,
- ¿Cómo sabe de mis dolores de cabeza? ¿Acaso también es mago? como esos del circo, ¿Me entiende, no? Ya volviendo con la copa llena, el médico la depositó en la mesita situada al lado del diván, mientras lo apuró con la siguiente frase, que lo dejaría desarmado por completo.
-Si, y leo los pensamientos, basándome en las contestaciones a mis preguntas, sin ser mago, pero cráame que logro resultados dignos de un espectáculo, ¿Quiere probar?
-¿Probar qué?- Dudando, preguntó el paciente. Con estudiadas palabras el médico explicó:
-Es muy sencillo y no requiere mucho tiempo, me atrevería a considerar que aliviaría un poco los dolores de cabeza, ¿Se anima?
-Adelante, métale, ¿Qué puedo perder?

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 *NOTA DEL AUTOR 

¿Qué es la Hipnosis? Muchas personas solo conocen la hipnosis por medio de espectáculos teatrales o televisivos en donde alguien con poderes sobrenaturales actúa sobre la voluntad de otro. En estos espectáculos todos los que se presentan junto al hipnotizador caen en trance sin excepción. Mas, realmente lo que sucede es que ningún hipnotizador tiene el poder de hacer entrar en trance a toda una sala de teatro o todos los que estén mirando televisión en ese preciso instante. Lo que ocurre es que previo a la presentación ante el público "se ensaya" a un reducido grupo de personas que deseen y que sean hipnotizablcs. La hipnosis es un estado entre la vigilia y el sueño en donde el cerebro se encuentra a menos de 8 Hz o ciclos por segundo de ondas cerebrales. Por regla general para ser hipnotizado tiene que existir el consentimiento previo, nadie puede ser hipnotizado si no se desea y otra regla es que todos somos hipnotizables. Sin embargo existen excepciones; nos hemos encontrado que personas aun deseando, no pueden ser hipnotizadas y otras que no deseando, si son hipnotizadas, ello depende de la energía que posea determinada persona, ya que participa un entorno energético siempre. Existe la hipnosis consciente y la inconsciente. En la primera se realizan sanaciones, telepatía, regresiones, etc. ¿Cómo hipnotizar? Como ya se ha descrito el cerebro debe tener menos de 8 Hz, ello significa que la persona tiene que estar relajada. Como explicación mencionaremos que el estado alpha o de relajación en donde la persona se encuentra relajada pero atenta, se encuentra entre 8 a 12 Hz, y que es nos encontramos descansados, filosofando, meditando o mirando una hermosa puesta del sol completamente enamorados. El estado entre 5 a 8 Hz ,es el estado denominado Theta, y menor a 5 Hz se denomina Deltha en donde se realiza el sueño y también los fenómenos paranormales o de poderes ocultos. Entonces, el estado hipnótico, es realmente un estado de sueño, y a la vez de realización de fenómenos más allá de normal. Por ello, para hipnotizar, el primer paso es relajar al paciente hacia el estado del sueño, pero sin que pierda el contacto con la realidad en un pequeño espacio en donde sólo escuche la voz del hipnotizador y sienta su energía. Cuando los practicantes de yoga, meditación, tantra, sienten el satori, el samadhi o algún tipo de elevación, es producto de la energía que aplica el gurú, el maestro, swami, en el sexto chakra o en algún lugar del cuerpo. Esta energía es similar a la del reiki, pranificación o sanación, que se aplica generalmente en la frente, parte superior de la cabeza, nuca, de aquel a quien se va a hipnotizar, y, con la ayuda de diversas técnicas de inducción, relajación o sofrología se lleva al estado requerido. Métodos Son innumerables y van desde la mirada, los pases magnéticos, hasta una serie de instrucciones por medio de la voz para que el paciente ingrese al mundo inconciente y sea guiado en el conciente. Los métodos se aplican de una persona a otra o a uno mismo; esto segundo generalmente en la autosanación. La hipnosis clínica ha tenido importantes logros desde una operación de cesárea a mediados del siglo pasado sin ningún tipo de anestesia, en donde la paciente fue sometida a intervención quirúrgica exitosa sin anestesia y permaneció cantando durante todo el proceso. 

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Cuarto capítulo

-Como primera medida debe relajarse, si, ya sé, no me lo diga, no es fácil para Ud, lo sé, pero por favor trátelo, despacito, despacito, para ayudarse trate de cerrar los ojos unos instantes solamente, para ayudarse, ¿Entiende? Eso, eso, muy bien, es Ud. un excelente alumno, muy bien, pero muy bien, ponga las manos sobre el pecho, y así sentirá los latidos del corazón... toc, toc, interesante ¿No?
-Pero... ¿Porqué...
-No, no hable, vuelva a cerrar los ojos, exacto, muy bien, sienta los latidos, los sentirá cada vez más pesados, más suaves, se está relajando, piense... piense que estásentado frente al mar, las olas suben y bajan... suben y bajan, el agua casi le toca sus pies, es cálida, refrescante, ¡Que agradable sensación!, el agua del mar va y viene... Ud. se siente tranquilo, hay silencio y paz a su alrededor...sólo se escucha el ruido del mar, de las olas que van y vienen, que suben y bajan...está relajado, está bien, tranquilo, muy tranquilo...despacio, despacio, recuerda momentos de su adolescencia... era joven, tenía amigos y amigas...está tranquilo, todo está bien, no hay problemas, recuerda los años alegres...los años de su infancia...todo era lindo, agradable, tranquilo...estaba en el jardín al fondo de su casa, el perro, la pelota, estaba jugando con su vecino, su amiguito de la casa de al lad ... todo está tranquilo, todo está bien, saltan, se divierten y el perro salta con ustedes, el sol calienta, está todo agradable, aparece su padre y los reprocha por el ruido que ustedes hacen. No le hacen mucho caso, siguen jugando y riendo, y entonces... ¿Qué hace su padre?
-Mi....padre....se acerca y.....grita y grita...no deja de gritar, toma una varilla y nos pega en la cabeza a los dos....me duele mucho, grito, lloro.....¡no! ¡no! ¡¡¡NOOO!!!
-Bueno, ya pasó... ya pasó..., su padre se va, está bien, cálmese ahora, ustedes siguen jugando ¿No es cierto?
-No, estamos aterrorizados, saltamos la verja que separa nuestras casas y nos escondemos en la casucha del perro de mi amigo...está muy sucia y abandonada pues el perro se le murió...nos metemos bien al fondo, está todo obscuro...nos quedamos quietos y sin hablar...a lo lejos escuchamos el llamado de mi madre y los gritos de mi padre... me ordenan volver a casa, no nos movemos, siento un mordisco en la pierna izquierda, debajo de la rodilla, el dolor es infernal, pero no grito, no quiero que me escuchen y sepan donde estoy...no aguanto mas, pero no grito, no grito,...
 -Bueno, bueno, cálmese ya pasó...ya pasó, el peligro desapareció, se fue, no tiene mas dolor, no tiene que aguantar más...cálmese, quédese tranquilo... todo está bien ¿Ahora qué pasa?¿Qué hacen ustedes? ... Está todo silencioso, ¿Qué pasa?
-Estamos sentados dentro de la casucha, no sabemos que hacer, empieza a refrescar, todo está obscuro, comienza a llover, no nos movemos, un poco por el miedo y otro poco por el frío, no sabemos que hacer, mi amigo se pone a llorar, no aguanta más, quiere salir, quiere irse a su casa, estoy de acuerdo ...él sale y se va...yo sigo escondido, el frío me endurece las piernas, casi no las siento, no me puedo mover, estoy paralizado ¿Qué me pasó? La cabeza me explota del dolor ¿Qué hago aquí? ¡No entiendo nada! Me pongo a gritar... salgo afuera de la casucha, grito como un desesperado...aparecen los padres de mi amigo y a los instantes también los mios...comienzo a golpear a mi padre...lo insulto, le sigo pegando con los puños y también con los pies... ¡¡¡Malo!! ¡¡¡Maldito!!!¡¡¡Salvaje!!!!¡¡¡NO QUIERO VERTE MAS!!! Fuera de aqui!!########...la cabeza me revienta,¡¡¡No aguanto!!!!salgo corriendo, me escapo de todo¡¡¡La cabeza!!!¡¡¡La cabeza!!! ¡¡¡No puedo MAAAAASSS!!!
-Ya pasó todo, ya pasó, deje de correr, todos se fueron, Ud. está solo, está bien, todo pasó ¿Ve el mar? Las olas suben y bajan, ¿Escucha el ruido? Todo esta bien ya pasó todo....otra vez el silencio y el mar, todo está tranquilo.....las olas vienen y van....todo está bien...
-¿Ya pasó todo?.....no sé donde estoy...- Balbucea el hipnotizado.
-Aquí está, recostado en el diván, por supuesto está conmigo, todo bien, todo tranquilo, puede abrir los ojos cuando quiera ¿Quiere tomar su whisky así, o prefiere agregarle más hielo?
-¿Whisky, hielo? Está bien...¿De que hablábamos? Me perdí... ¿Qué me preguntó?
 -Le preguntaba sobre los recuerdos de su infancia y...
-De mi infancia ningún recuerdo !!!Yo no tuve infancia!!!
-Eso no es verdad, es posible que no la recuerde, ya han pasado unos buenos años desde entonces, no todos recordamos, puede suceder, no es para preocuparse.
-Si, como no lo voy a recordar, pero... ¿Qué es eso de las distintas versiones? No alcanzo a comprender... -Pues bien, no estoy muy seguro pero creo que en aquellos momentos, Ud. se sintió perdido y desesperado, sin saber que hacer, ni atinar a realizar nada. En aquellos instantes su cerebro, al sentirse agobiado en tal manera, pudo solamente salir de tal presión doblegándose en si mismo, reconstituyendo su estructura congenital en otra similar, pero, con tendencias e inclinaciones que variaron parte de su inteligencia, tergiversando su voluntad. Debemos tener en cuenta que la personalidad no es sólo la expresión característica de la persona, sino también el soporte de los valores morales y la esencia del ser humano ¿Me sigue?
-Si , perfectamente, pero cree Ud. que existe la posibilidad, por más remota que sea, que seres tan dispares, como Daniel y un servidor, lleguen a amalgarse nuevamente como para constituir, si así se dice ¿Una sola y única personalidad?
 -No poseo en este momento todos los detalles pertinentes como para poder responder a su pregunta; me es imprescindible realizar una sesión con Ud. de hipnosis, al igual que lo efectué con Daniel, para tratar de obtener ciertos fragmentos aun no compaginados, que me ayudarían a entrelazar la cadena aún interrumpida, a causa de vuestras dispares narraciones, todo ello si estáUd. de acuerdo...
-No es que dude de su profesionalidad Dr... pero si no lo ve Ud. mal, me gustaría permitir a la estudiante que conocí días pasados, de la cual ya le comenté, participar en dicha entrevista ¿Le parece la idea?
-Siempre atendí y ayude a los estudiantes, pero en este caso, no obstante acepto su propuesta, deseo que quede bien en claro que seré yo quien presida la sesión. Tengo mis dudas respecto a la idoneidad de la joven sobre la cual ya he escuchado en la Universidad, y a pesar de la experiencia por ella adquirida con los elogios y comentarios positivos.
-De acuerdo Dr., fijaré una cita con su secretaria para la semana entrante.

Quinto capítulo

A la mañana siguiente, escasos minutos pasadas las 10, Paul recibió la llamada telefónica de la desafortunada estudiante; le propuso encontrarse una hora más tarde en el mismo café donde se conocieron, siendo partícipes de aquél tan desagradable suceso. Adelantó que tenía unas agradables noticias para ella. Al llegar al lugar, la encontró ya sentada esperando, y a juzgar por sus movimientos, dedujo un nerviosismo e impaciencia, legítimos por cierto.
 -Muy buenos días srta. Antes que nada nuevamente mil disculpas por lo acontecido, ruego trate de olvidarlo ¿Será posible?
-Por supuesto Sr., dejémoslo de lado. Con respecto a mi proposición, que de más está decirlo, sigue en pie ¿La consideró? ¿Acepta?
-Si, la consideré y además la consulté con mi psiquiatra, con el cual llegamos a un acuerdo al respecto; me someteré a una sesión de hipnosis, a la cual se le permitirá participar; pero con la condición, exigida por el Dr., de ponerse en contacto con él previamente, para recibir detalles de cómo se llevará a cabo tal sesión - Le entregó una tarjeta del facultativo, informándole que la reunión sería el miércoles de la semana siguiente a las 18hs. -¿Estará presente?
-Por supuesto, mil gracias, no sabe cuanto se lo agradezco, todo saldrá bien y tal vez logre ayudarlo ¡Excelente! Allá estaré de acuerdo,gracias, gracias, by,by. .. La alegría era inmensurable, la joven saltaba en si misma al recibir la autorización de poder realizar dicho evento tan importante para ella y...quien sabe, quizás tan significante para el paciente.
Paul, al entrar al consultorio, notó en el ambiente cierta densidad, estaba todo como lleno de ráfagas de incertidumbre, con seguridad todo producto de su ansiedad. Observó las facciones del doctor que estaba charlando con la joven estudiante que por lo visto se le había adelantado. Supuso que trataban los detalles de cómo desarrollar la sesión. Le sugirieron recostarse en el diván, pues en unos instantes comenzarían con la hipnosis. Nuestro paciente aceptó la invitación, se acomodó y comenzó a deslizar la vista sobre las fotos de naturaleza pegadas en el techo, como era su costumbre. Inesperadamente cayó sobre él la pregunta:
-¿Está seguro que desea retroceder a su infancia, a los precisos momentos, tan cruciales, según mis deducciones? -
La pregunta del médico no le pareció acertada, pero siguió la conversación.
 -¿Cruciales? No obstante hubo discusiones y controversias entre mi padre y yo, pero no veo la razón como para diferenciar ésta, con otras veces, pero no importa, que así sea, estoy de acuerdo ¡Adelante!
-Estimado Sr.Paul, soy yo la que emprenderé con Ud. el viaje de regresión, así lo cree conveniente el Dr.- Esta vez habló la estudiante- Iremos despacio, lentamente, a su ritmo, yo sólo lo guiaré, escuchando y analizando cada detalle que encontremos en nuestro camino retrospectivo. Como primer paso me gustaría saber que recuerda de aquél dia. ¿Algo en especial? ¿Algún detalle le viene a la memoria?
-En especial no, era, recuerdo, unos de esos días como tantos otros, que jugaba con...no recuerdo su nombre, el pibe vecino, vivía en la casa al fondo de la nuestra, nada especial, no sé, no recuerdo...
 -Cierre los ojos. Trate de ver la escena...relájese...trate de recordar...mantenga los ojos cerrados...imagínese una hamaca, está sentado sobre ella, va y viene...va y viene...frente suyo hay un hermoso árbol, lo ve...no lo ve...lo ve... no lo ve... el subir y bajar le hace bien, una suave brisa cubre todo su cuerpo, el vaivén lo reconforta, se siente cómodo, tranquilo, todo bien... trate de recordar...el patio...la pelota...su amiguito...era la tarde, su perro salta entre ustedes...las risas y gritos sumados a los ladridos del perro, por lo visto molestan a su padre, los reprende...¿Se acuerda?... ¿Qué pasa entonces? Ud.esta allí...¿Qué le dice su padre? ¿Lo escucha?
-Si, pero no entiendo lo que dice... el perro salta sobre mí, me hace caer, me golpeo con algo la cabeza...no puedo levantarme, me sale sangre de la oreja derecha, me asusto, grito...el perro me lame la oreja, no puedo levantarme¡No veo! me duele horrores, me duele...¡¡¡ Ay, ay!!!
-¿Qué hace su padre? ¿Se encuentra a su lado? ¿Y su madre?
-¡¡¡No veo nada!!!! siento una puntada en la oreja, me duele mucho...
 -¿Qué pasa?...¿Qué le pasa? Paul...Paul... - la estudiante reconoce el shock ... El psiquiatra salta de su sillón y se acerca, le hace un ademán a la joven para que se corra a un lado.
-Paul, Paul, ya pasó todo...Paul, soy el Dr., Ud. está bien ¿Me escucha? Ya pasó todo, está conmigo, soy yo Paul, el Dr., estoy aquí a su lado para ayudarlo...¡Paul! cálmese, ¿Paul, me escucha?
-Mmmm...¡No ahora! ¡No ahora!¿Qué pasa?... ¿Qué pasa?....¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡¡¡NOOOO!!!!!
Casi murmurando el psiquiatra ordena a la estudiante apagar todas las luces, cerrar las ventanas y persianas -Paul, cálmese...no tiene que hacer nada...es de noche... ya pasó todo, no tenga miedo, tiene mi mano, si, apriétela, fuerte fuerte, eso, eso mismo, ya pasó todo...es de noche, estoy con Ud., ¿me conoce?, soy su Dr.¡Despiértese! ...eso es, muy bien, muy bien, se despierta... ya es de mañana, sale el sol...ya pasótodo, está calmado, todo está bien... El médico estaba nervioso, se notaba en su rostro la preocupación, lentamente conseguía calmar a Paul. Con un movimiento de manos y con una voz imperceptible pidió a la joven mantenerse callada. Pasaron unos minutos, en aquellos momentos parecieron días, indicó que abra lentamente las persianas, despacio despacio. –Paul...¿Cómo está? bien, bien, ha pasado un pequeño susto, ya pasó, ya pasó...¿Quiere un vaso de agua?
-Si, me vendría bien, gracias, gracias...

Sexto capítulo

Trató de enderezarce, el médico lo ayudó, se sentó y tomó en sus manos el vaso de agua, el sorbo del líquido consigió despabilarlo... hechó un vistazo a su alrededor y terminó lo restante del agua.
¿Como se siente? Me imagino que un poco cansado...- Investigó el Dr.
 -Si, como si acabaría de llegar de una larga travesía, de un agotador viaje, tengo sensaciones raras, me corren imágenes en la mente, se mezclan, no me es posible centralizarlas! Doctor ¿Qué me pasa? me siento raro... ¡Ayúdeme, por favor!
-Paul, quédese tranquilo, yo estoy a su lado, ha pasado un suceso no fácil, ha regresado muchos años atrás, como lo habiamos planeado, ahora todo nuevamente quedó en el pasado. ¿Prefiere recostarse? Póngase cómodo, puede dormitar si lo cree conveniente, trátelo ¿Qué le parece?
-No entiendo su tupé de llamarme Paul, le dije que no conozco a nadie con ese nombre, deje de insistir ¿Quiere? Que molesto había resultado, doctorcito. Bueno creo que me iré.. ¿Quien es esa señorita? ¿Su ayudante? Bastante guapa por cierto.
-Si, es estudiante, ¿Recuerda algo de lo que charlamos?
-No, no recuerdo, y además ¡No me interesa! Lo que si tengo es un terrible dolor de cabeza, ¿Tiene algo para calmarlo?...Tomó una pastilla que se le ofreció, se la tragó sin agua, y desapareció sin siquiera saludar.

-Estoy muy preocupada, avergonzada - dijo la estudiante- no sé que más decir Dr., me siento mal, suerte que estaba Ud. presente, nunca pasé algo parecido ¿Qué es lo que ocurrió?
El facultativo no le respondió. Dejó la pregunta flotando en el aire; se sirvió una vaso de agua y se recostó en su sillón.
-Dr, ¿No piensa contestarme? Por favor, necesito su explicación. El silencio del médico primero la intrigó, luego la molestó. Sin atinar a preguntar nuevamente, optó por callar, no quería entorpecer más aun, la oportunidad que se le había otorgado. Decidió esperar, ansiando saber a que conduciría este nada agradable silencio.
-Srta., teniendo en cuenta sus comentarios, su experiencia, si así la puede definir, sobre la hipnosis, todo está basado en sesiones en las cuales fueron sometidos a tal prueba, compañeros de la facultad. Quiero creer que gente sana, sin desequilibrios mentales, sin grandes problemas existenciales, mentes jóvenes, abiertas y deseosas de aprender y colaborar en todo lo posible ¿Verdad?. No necesito que me responda, ahórrese las palabras. Le diré que estamos frente a un caso extremo de superposición de personalidades, en el cual una de ellas ignora por completo la existencia de la otra, mientras que ésta es consciente de su competidora y trata por todos los medios de evitarla. Por motivos obvios no lo logra, y, cuando más transcurre el tiempo, las intromisiones son más severas y sucesivas, a tal punto que se corre el riesgo de que la salida sea, darse por vencido, mentalmente hablando, y permitir la invasión, con dominio total sobre la personalidad más débil y centrada, o un shock emocional que tratará de perturbar e impedir la aparición de la invasora. Tanto en una como en otra de las posibilidades, que, a mi criterio son las únicas factibles, no me vuelco a preferir ninguna de ellas.
-¿Cuales son a su entender, las consecuencias inmediatas y las posteriores de una u otra?-Apuró la estudiante, deseosa de recibir soluciones mas que respuestas.
 -Estoy un poco cansado, por lo cual seré breve. Si °vence° la personalidad que conocemos bajo el nombre de Daniel, pues, lamentablemente tendremos ante nosotros una persona de cualidades ya conocidas: agresividad, descontento, mal humor, en fin, un sujeto que deambulará por el mundo dandose golpes y golpeando a todo aquel que encuentre en su camino. En una palabra, un ser problemático con tendencia a terminar en un sanatorio mental correccional. En cambio, si Paul, exhausto de las importunas visitas de Daniel, sumado a ello los problemas que dichas apariciones implican, conseguirán elevar su tensión mental a un grado tal que se impondrá, revelándose a si mismo, y, evitando, sencillamente hablando, transformarse en Daniel, sin descontar que para ello será necesario emplear un esfuerzo mental inmenso, que tal vez, y esto es el punto crítico que yo tanto temo, ocasionaría un shock eléctrico tal, en la corteza cerebral de Paul, con consecuencias que son impredicibles ¡No quiero ni imaginar! Aprecio mucho a Paul, desde hace mucho lo vengo acompañando y tratando. Ha tenido altibajos, pero en el último tiempo he notado un decaimiento considerable, lo cual o por lo cual, Daniel aprovechó a sacar ventaja. Pero toda persona, tranquila y centrada, de buenos y correctos modales, que es perturbada continuamente, en grado tal que le impida llevar una vida normal, puede reaccionar en forma extrema, que no le permita la posibilidad de dar un paso atrás, sea cual fuera la consecuencia. Espero haber sido explícito, al trazar a grandes rasgos la situación actual del paciente. Descuento que mis palabras le sean de utilidad para sus estudios. -Dr., estoy muy confundida, necesito recapacitar y analizar todo lo visto y escuchado en este consultorio. Una vez más le agradezco el que me haya permitido participar en esta sesión. Ya me retiro, nuevamente muchas gracias por su amabilidad. Hasta siempre. Los días pasaron.

 Séptimo capítulo

 El reloj señalaba escasos minutos antes de medianoche al sonar el teléfono en el domicilio particular del psiquiatra. Al instante reconoció la voz de Paul, se escuchaba alterado: las frases entrecortadas. No entendió muy bien, al principio de la conversación, el motivo de la llamada a una hora tan inadecuada.
-Lo escucho Paul, pero por favor trate de calmarse. Nárrelo con otras palabras. ¿Donde esta Ud.? ¿Qué es lo que desea de mí?
-Dr., no ponga trabas como es su costumbre; lamento la molestia, pero Ud. mismo me ofreció la posibilidad de llamarle a su casa cuando la urgencia se tal que no es posible esperar. Mi situación es muy grave, y pienso que Ud. es el causante de ella, por consiguiente le exijo que venga a su clínica ¡¡Ahora mismo!! Lo estaré esperando en la puerta. La comunicación finalizó bruscamente.
Los nervios le estaban jugando un mal pasar. Pidió un taxi. Se vistió apresuradamente, y al salir del edificio ya estaba el coche esperando. Al llegar a la clínica le sorprendió el hecho que Paul no estaba en la puerta como había informado. No obstante, entró encaminado a su consultorio. A los pocos minutos el sonar del teléfono en la mesa de su secretaria, lo sobresaltó. Sólo se podía llegar a comunicarse con el médico, pasando por una centralita allí instalada; fue hasta el cuarto anexo y al levantar el auricular escuchó la voz de una mujer que balbuceando débilmente, le rogó venir a socorrerla.
 -¿Quién habla? ¿Quién es Ud.? Creo que está equivocada...-Contestó mal humarado el médico.
-No Dr., no corte por favor. Soy yo...la estudiante de la facultad...¡¡¡Estoy en peligro!!! Paul está muy enojado con nosotros, está enervado. No entiendo lo que pretende ¡por favor venga! La comunicación se cortó.
Quedó perplejo, sin entender, sin saber a que atenerse. Obviamente Paul estaba pasando un momento difícil, aparentemente era demasiado para él. Parecía una película de suspenso, pero no, estaba ocurriendo en ese momento y él situado el centro de la trama, sin saberlo o mejor dicho sin quererlo. El psiquiatra deseoso de brindar ayuda, pero le faltaban los elementos indispensables. Pensó en llamar a la casa de Paul, para ello buscó en el fichero de sus pacientes la carpeta correspondiente; marcó el numero apuntado pero no hubo respuesta. Probó suerte llamando al celular. Por fin escuchó la voz de Paul. 
-¿Paul? Habla el Dr.,¿Donde está? Lo estoy esperando en la clínica como lo pidió. ¿Qué pasa? ¿Qué son estos juegos y a estas horas? Expliquese.
-¡Escuche Ud.! Ha logrado lo que pretendía, conseguí sobreponerme a mi otro yo, mucho me costó. Aún estoy sufriendo y me desconozco ¡NO IMPORTA! A otra cosa. A mi lado está la señorita estudiante, se acuerda de ella me imagino, la que junto con Ud. me utilizaron de conejillo de experimentación ¿Recuerda, verdad? . No se lo perdonaré a ella y menos a Ud. Estamos en el puerto....en el galpón 7B, venga, lo estamos esperando.
El facultativo solicitó nuevamente un taxi. Cerró todo y esperó en la calle. A los pocos minutos apareció el vehículo, subió y pidió llegar a la Estación Policial más próxima. El taxímetro estacionó frente a la sucursal solicitada, y agurdó allí a pedido del cliente. El asustado y nervioso médico solicitó una entrevista con el oficial de turno en forma urgente. Apareció un joven, un tanto despeinado, supuestamente estaría dormitando; el exaltado profesional relató en pocas palabras el motivo de su presencia allí, y pidió que alguien lo acompañese al puerto, pues no sabía que podría ocurrir alli. Mientras hablaba con el oficial, sonó el celular del médico.

Octavo capítulo

-El tiempo esta jugando en contra de "su" estudiante ¡Doctorcito! ¿O es que ya no le intereso como paciente? ¿Piensa venir o no? Contésteme ¿Si o no?
La voz de Paul era irreconocible.
-Estoy en camino ¿Cual es el apuro? - Mientras, escribía en un papel y lo mostraba al policía; había escrito: °Es necesario apurarse, no nos queda mucho tiempo¡por favor!°
-¿Yo apuro? No, ya no, hasta la vista...- Paul expresó dichas palabras y cerró la charla.
-Dudo que ya es tarde, salgamos ya oficial, se lo ruego...-
Los nervios del médico lograron su cometido ante el oficial que no alcanzaba a despertarse. Subieron a un coche policial, el médico se ubicó en el asiento trasero, delante, el oficial y otro policía. Consultaron al facultativo si sabía en qué lugar del puerto se encontraba el enfermo; al escuchar el número 7B, se sorprendieron pues sólo hay allí 6 galpones. Comentaron que aparentemente le jugaron una broma.
 -¿Qué hacemos jefe? – Consultó el chofer- Siga hasta el puerto, veremos que pasa por allí- Fue la respuesta del oficial.
Llegaron al puerto; apenas pasaron el portón de entrada notaron que varios vehículos a cierta velocidad enfilaban todos con un mismo rumbo. Una ambulancia, con su ruido ensordecedor, los pasó rápidamente.
-Apúrese Cabo, algo raro esta pasando,¡vuele! – Ordenó el oficial, y tomando el micrófono murmuró unas palabras...
-¿Qué pasa, oficial, téngame al tanto, por favor- Pidió el médico. Pero no obtuvo respuesta. El coche aminoró al acercarse a un conjunto de vehículos estacionados frente a un galpón inmenso. Los policías saltaron del coche y se perdieron entre un tumulto de personas agolpadas; el médico casi desesperado, no sabía que hacer y al ver al chofer de la ambulancia, se acercó para preguntarle que estaba ocurriendo. Éste lo puso al tanto sobre un loco que había raptado una joven y amenazaba matarla para suicidarse luego. Se presentó como médico psiquiatra, agregando que aquel era su paciente y quizás podría ayudar.
 -Excelente, venga detrás mio, apresúrese antes que sea tarde, venga...permiso !Permiso! dejen pasar al doctor, correrse, por favor... - El chofer de la ambulancia, muchachón de grandes medidas, abrió camino sin problemas entre la gente. Casi arrastrando detras suyo al médico, llegaron a la puerta del galpón. Allí estaba al oficial impartiendo ordenes; al ver al médico se acercó a él. Llevándolo a un costado le explicó los pormenores:
 -Dr. la situación, a mi entender, es muy delicada, el sujeto en cuestión no nos deja acercarnos, tiene algo en sus manos, ignoramos que es, podría ser un arma de fuego, o quizás un cuchillo, no lo sabemos con exactitud, además amenaza con terminar con la vida de la pobre jovencita. En éstos momentos lo primordial es sacar la chica de allí, ¿Ud. lo conoce? Considero que a Ud. lo escuchará, ¿Es paciente suyo, verdad?
-No obstante no experimenté en casos extremos como éste - Se disculpó el psiquiatra- pero trataré, veré el medio más adecuado para acercarme a él. Eso si, por favor, déjeme solo, eviten los gritos, traten de calmarse, de esta forma será más fácil dominar la situación. Por lo pronto mantengan distancia, veré que puedo hacer.
-No, de ninguna manera Dr., el hombre está armado, no permitiré que tambien Ud. se ponga en peligro, ya tenemos bastante con la joven. No se acerque, no entre, aquí tiene un megáfono, trate de convencerlo hablando por él, lo demás se lo prohibo terminantemente- El médico, no obstante estaba casi seguro de que a tal distancia sus palabras no conseguirían el efecto deseado, no tuvo otra escapatoria que la ofrecida por el oficial, tomó el aparatejo y lo intentó.

 Noveno capítulo

-Estoy aquí Paul, soy su médico ¿Me escucha?... acabo de llegar como me lo pidió, sepa disculpar el no haber llegado antes, de noche no veo muy bien, tuve que venir en taxi, por ello me demoré un poco, no importa creo, lo importante es que ya estoy aquí con Ud., quisiera que hablemos...que me explique como se siente...¿Me escucha?
Se escucharon unos gritos provenientes del fondo del galpón. Había poca iluminación y aquel lugar era inmenso; imposible apreciar de dónde exactamente provenían las voces.
-Si, lo escucho, no trate de convencerme, ésta vez no lo logrará, ya no soy el mismo ¿Me entiende? póngase contento, Daniel desapareció...se esfumó, ¡LO ANIQUILֹÉ! Asunto terminado, ja,, ja,,ja,,,
Las risotadas golpearon los oídos del médico y de los presentes. Mentalmente el psiquiatra analizó lo escuchado y dedujo que la mente de Paul estaba confundida. ¿Qué es eso de que Daniel estaba eliminado? ¿Quién lo eliminó? ¿Paul? No cabía esta posibilidad. En la mente de su paciente, por lo escuchado, habían ocurrido cambios, producidos por impulsos nerviosos de alta potencia, que, posiblemente, ocasionaron contactos no racionales entre diferentes centros sensitivos, produciendo nuevas y diferentes relaciones de conducta y de comportamiento. Aquello era lo que el siempre temía, y por consiguiente debía evitar. Rápidamente reaccionó, y no obstante sospechaba un desenlace trágico, sopesó una solución que aunque casi imposible, necesitaba probarla, y lo trató.
 -¿Donde está Paul? ¿Cuándo lo vio por última vez?- Las preguntas del médico quedaron en el aire, en los instantes siguientes. La contestación a ellas, aclararían perfectamente la situación; Entonces se dejó oir la respuesta ansiada respuesta
 -No quiero ni hablar de él, es un miedoso, un frustrado, un perdedor, en una palabra: ¡Un don nadie!
Con palabras pensadas y calculadas, el psquiatra continuó su plan:
 -De acuerdo, hablemos de Ud., trate de explicarme qué es lo que pretende, lo escucho...
-¡No quiero nada! sólo terminar con esta farsa, con todo este embrollo en el que Ud. me ha metido con la ayuda "desinteresada" de ésta jovenzuela, para la cual tengo un hermoso y merecido final inesperado, que dará que hablar por un largo tiempo, ¡especialmente en la Facultad!
 -Si está de acuerdo, me gustaría acercarme pues no lo escucho bien, ¿Se opone?
-No, pero sólo Ud. y especifíquelo a los muchachos uniformados, ¡Ni se les ocurra entrar! acérquese, adelante...
Con un poco de incertidumbre, salpicado con un cierto grado de miedo, el psiquiatra empezó a caminar, pero el oficial lo aferró fuertemente del brazo impidiéndole seguir; intercambiaron unas palabras y el policía permitió al arriesgado médico seguir con su propósito.
 -Está bien, voy para adentro, en unos instantes llegaré, ¡Por favor no haga nada! Quiero conversar con Ud., por favor....
-Adelante doctorcillo, apresúrese, no tenemos mucho tiempo disponible.
A paso rápido penetró en el galpón. A medida que avanzaba, la luminosidad descendía; alcanzó a vislumbrar unos inmensos cajones, entre ellos una escalera muy alta. Se quedó con la boca abierta al percatarse de que la estudiante estaba amarrada en la parte superior de la misma. Tenía tapada la boca con una especie de trapo; ya estaba a escasos metros de los cajones, pero todavía no podía distinguir nada del lado derecho, de donde provenía la voz de su paciente.
 -Aquí estoy, ¿Donde está Ud.?, no lo veo...
-Acérquese, no tema amigazo, no obstante se merece un castigo por lo que me ha hecho, no le ocurrirá nada, acérquese más...
Las palabras insinuantes de Paul confundieron al facultativo. Al llegar a los pies de la escalera, el médico lo vio, pero no lo reconoció. Estaba sentado sobre uno de los cajones. Era otra persona, increíble, no daba fe a sus ojos, casi dudo que fuera Paul. No le fue posible acercarse más, unos listones se lo impedían, trató de encontrar la posibilidad de rescatar a la joven.
-¿Que le parece si para que hablemos tranquilos, sin molestias, los dos solos, permita salir a la señorita, y luego me expondrá sus puntos ¿Le parece?
-¡NO, de ninguna manera!¿Ve?... Aquí tengo una pistola, hoy la conseguí, la pienso usar en unos momentos, quiero que Ud. con su alumna estén presentes para que en el resto de sus vidas no olviden lo que han causado. Casi no terminó de pronunciar las ultimas palabras, acercó el arma a su cabeza... un ruído ensordecedor durante instantes repiqueteó por todo el galpón. Se desmoronó... el cuerpo cayó entre la pila de cajones.
Al instante los policías estaban a su alrededor, algunos con las armas desfundadas, otros con potentes linternas, pero ya era muy tarde. Dos policias bajaron a la joven; estaba desvanecida, es de suponer a causa del miedo y la escena trágica que le había tocado presenciar. La colocaron en una camilla y una ambulancia la alejó del lugar. También se llevaron el cuerpo, sin vida de...no se sabe. El médico no alcanzó a preguntarle su nombre.
Al solicitar que lo lleven a su domicilio, el oficial agradeció su ayuda en el caso, y le pidió al inquieto y alterado psiquiatra, que en la mañana del día siguiente, en lo posible antes del mediodá, pase por la Estación de Policía, para llenar una serie de papelería necesaria.
Entró en su casa. Años de estudio, cientos de pacientes tratados, sin embargo su cerebro no encontraba respuestas. El desenlace resultó, no obstante previsto, muy rápido, corto y conciso.
Una vez más la mente humana le jugó sucio; una vez más comprendió convencíendose de que los factores que influyen en nuestra forma de actuar, se sitúan por encima de todo lo que podemos imaginarnos.


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*Registrado: Safecreative N°11012683442730
*Música de fondo: Beethoven /Sonata N°9 for Piano